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"La teoría de cuerdas podría explicarlo todo"

El profesor de la U. de Cambridge elogió el Centro Internacional de Física de la U. Nacional.

Lisbeth Fog / Especial para El Espectador
03 de agosto de 2010 - 10:00 p. m.

La gravitación y la “energía oscura” son algunos de los temas que desvelan al físico guatemalteco Fernando Quevedo, actualmente director del Centro Internacional de Física Teórica Abdus Salam, con sede en Trieste, Italia.

La gravitación, porque pese a que es aparentemente fácil entender que gracias a ella estamos “pegados” al suelo y los objetos tienden a caer, esto no es tan simple a nivel microscópico. “Lo entendieron Newton y Einstein con sus respectivas teorías, pero eso sólo funciona a grandes escalas. Cuando nos vamos a escalas microscópicas nadie sabe cómo se comporta la gravitación”, dice.

Y la “energía oscura”, porque hace apenas cerca de 12 años se observó que el universo no sólo se está expandiendo sino que además lo está haciendo de manera acelerada, y para explicar este fenómeno se ha propuesto la existencia de una “energía oscura”. “Uno esperaría que si el universo se expande, la gravitación, como es una fuerza atractiva, trataría de frenar esa expansión. Lo natural sería que cada vez fuera más lenta porque la gravitación trata de que se junten todas las partículas, las galaxias. Sin embargo lo que se descubrió es que se está acelerando, o sea, hay algo que lo está produciendo”, y aún no se sabe qué es.

Quevedo acaba de pasar por Colombia invitado a un evento sobre oceanografía en Cartagena, pero también para visitar el Centro Internacional de Física con sede en Bogotá, uno de los institutos que en los países en desarrollo fue inspirado por el premio Nobel de Física 1979, Abdus Salam.

“Me voy muy impresionado con lo que ha hecho el centro en estos 25 años. Quiero ver la posibilidad de que este concepto de instituto se pueda ampliar a otros países de Latinoamérica”, dijo.

De Guatemala a Trieste

Salam era el modelo de científico que quería imitar Quevedo desde que estudiaba en Guatemala. Con el apoyo de un profesor de la U. de Austin, Texas, logró lo que era muy difícil para los estudiantes centroamericanos: no solamente llegar a hacer su posdoctorado en Estados Unidos, sino hacerlo con quien había compartido el premio Nobel con el propio Salam, el físico Steven Weinberg. El camino lo estaba conduciendo a lograr su sueño.

Pasó luego por instituciones del nivel del CERN en Suiza y de la U. de McGill en Canadá, y desde 1998 forma parte del Departamento de Matemática Aplicada y Física Teórica en la Universidad de Cambridge.

“Abdus Salam, creador del Centro en 1964, era uno de mis modelos de lo que debía ser un científico: comprometido con su país y con su área de investigación, que además logró combinar con la administración del centro”, dice. Fue siendo director que ganó el Premio Nobel, así que lo considera un buen ejemplo a seguir ahora, cuando ha sido elegido el cuarto director del ICTP.

La pregunta aún sin respuesta

La teoría de cuerdas, su principal área de investigación, “es posiblemente la teoría más ambiciosa que ha existido a nivel científico porque prácticamente unifica todas las fuerzas y las partículas que se conocen”, explica.

Según Quevedo, la teoría de cuerdas es la mejor candidata para entender cómo se comporta la gravitación, la única de las cuatro fuerzas que aún no se conoce cómo interrelaciona los componentes básicos de la materia: átomos, núcleos, electrones, neutrones, protones, quarks, entre otros.

Tiene que ver entonces con la teoría del Big Bang  que describe  la expansión del universo. “No sabemos el momento del comienzo porque no entendemos la gravitación a nivel microscópico, y la teoría de cuerdas eventualmente nos tendrá que explicar qué fue lo que pasó en el momento del Big Bang”.

Los científicos ya han hecho los cálculos del ritmo al que se expande el universo. Ya lo había dicho Einstein cuando habló de la “constante cosmológica”: la aceleración del universo tiene un valor de 10 a la menos 120, es decir, “cero punto 120 ceros, uno”, unidad que sólo cabe en la cabeza de físicos y matemáticos.

“Si ese valor fuera un poco más grande, el universo se habría expandido demasiado rápido y no existiríamos, y si fuera un poco más pequeño, se habría contraído y tampoco existiríamos”, explica Quevedo, entre estornudos que anuncian una gripa que se avecina. El día que sepa por qué el universo se mueve a ese ritmo, ese día se podrá morir tranquilo.

Por Lisbeth Fog / Especial para El Espectador

 

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