La primera es que debían votar por personajes que estuvieran vivos y siguieran ejerciendo un papel activo en la sociedad.
En segundo lugar, tenían que ser profesionales que se destacaran en sus diferentes campos de acción y tener la capacidad de influenciar con sus discursos o proyectos no sólo a sus países de origen, sino al resto del mundo. Por último, era importante que tuvieran la habilidad de comunicarse con diferentes públicos.
Antes de que las personas pudieran ingresar a la página web para votar, los directores de estas dos revistas se encargaron de hacer una selección de los nombres de los intelectuales que podían participar en este ranking. Para que luego sus lectores se encargaran de posicionarlos.
En 2005 también se hizo un escalafón de este tipo, pero solamente votaron alrededor de 20.000 personas. Por eso, Moisés Naim, director de Foreign Policy, reconoce que no esperaba la avalancha de votantes que respondieron a nuestra convocatoria.
Y asegura que aunque sabe que las clasificaciones son de por sí una cuestión comprometida, pues cualquier lista que merezca la pena ser recopilada desemboca en largas y emotivas discusiones, se siente satisfecho con los resultados.