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Las ruinas de Santa Fe de Ralito

Este es el rastro que dejaron los ex jefes paramilitares extraditados hacia Estados Unidos. Cuando se inició el proceso de paz, en 2004, muchos de ellos alquilaron terrenos para construir exóticas viviendas en medio de cinturones de miseria.

Textos: Enrique Rivas Fotos: Herminso Ruiz
17 de mayo de 2008 - 08:33 p. m.

1. Casa de Gordolindo. Aquí se creó la ONG Fundación Lindo Porvenir, con la que algunos desmovilizados pretendían desarrollar proyectos productivos. Hoy los habitantes de Santa Fe de Ralito improvisaron un pequeño jardín infantil en medio de los escombros.

2. Casa de H.H.. Esta vistosa vivienda, ubicada en la entrada principal de Santa Fe de Ralito, sirvió de albergue a Éver Veloza, conocido como Hernán Hernández, o con el alias H.H. La vivienda está hoy habitada por unos lugareños y es de las pocas que se conservaron en buen estado.

3. Casa de Pablo Sevillano. Según la población, fue donde pasó unos días Guillermo Pérez Alzate, alias Pablo Sevillano, mientras se desarrollaba el proceso de paz. Esta vivienda, al igual que otras seis más que se construyeron en la zona, se levantaron sobre terrenos alquilados por los campesinos. Aún así, nadie quiere acercarse a ellas por temor.

4. Casa de Mellizo Múnera y Mirador. Sobre una meseta, a 300 metros de altura, el abatido Víctor Manuel Mejía Múnera y su hermano Miguel Ángel (preso en la cárcel de Cómbita), se mantenían pendientes de cualquier movimiento. Hoy esta finca es cuidada por una familia de la región que fueron contratados por los tristemente célebres Mellizos.

5. Casa de Ernesto Báez. Aquí, el ex jefe paramilitar recibía a sus invitados. Incluso, alcanzó a pensar en convertirla en lo que sería la Universidad de la Paz. Sin embargo, terminados los diálogos y negociación con los jefes ‘paras’, cuatro años después la vivienda quedó abandonada y fue desvalijada.

6. Casa sede de Gobierno. Aquí se vivieron los más acalorados debates entre la cúpula de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) y el alto comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo. La construcción de esta sede superó los $50 millones. A mediados de 2007, la edificación se incendió misteriosamente con algunos documentos adentro. Ésta es hoy la fachada de la que fuera la más famosa plataforma de un accidentado proceso de paz.

7. En el pie de la montaña quedaron un establo que aún mantiene equinos de raza fina; una casa de material y cinc bien amoblada, una gallera y dos ranchos más para la guardia y los administradores de la vivienda.

Los habitantes de Santa Fe de Ralito dejaron de tener sueños y buenos recuerdos. No lo volvieron a hacer porque forzosamente entendieron que están condenados a vivir en el olvido, en la pobreza, cercados por la guerra y la decepción. La última ilusión que tuvieron para salir de su deplorable situación fue hace cuatro años, cuando se oficializó el proceso de paz entre el Gobierno y la cúpula de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc). Fue en ese momento cuando pensaron que por el hecho de haber sido el escenario donde se negoció la desactivación de una máquina de guerra que había crecido sin control por todo el país durante los últimos 20 años, las cosas iban a cambiar para bien.

No sucedió así. Todo se fue a menos, los 28 kilómetros entre Montería y la población siguen intransitables por los huecos y el lodo, el desempleo que crece con ritmos insospechados ataca por todos lados y las ganas de vivir ahí se desvanecieron hace rato, desde que el Gobierno no regresó a cumplirles la promesa de sacar adelante los proyectos productivos y de vida. Un desengaño que ha provocado el abandono del pueblo que pasó de 1.000 a 700 habitantes en menos de dos años y que sólo siente que aún hay vida cuando todos los días a las dos de la tarde un bus que cubre la ruta entre la capital de Córdoba y el municipio de Tierralta hace sonar el pito al llegar o salir del pueblo.


La última vez que el país tuvo noticias de Santa Fe de Ralito fue el 16 de abril pasado. Ese día un comando de la Dijín llegó a las cinco de la mañana y se llevó a Salomón Feris Chadit, el ex jefe paramilitar conocido con el alias de Comandante 08 o El Diablo, quien se desmovilizó el 18 de enero de 2005 con 925 paramilitares que formaban parte de los bloques Sanidad, Sinú y San Jorge. Feris Chadid, quien ejerció el poder en el pueblo durante ocho años, es sindicado, junto con Francisco Javier Silva, alias Julián; Mario Prada Cobos, ex alcalde de Valencia y ex candidato a la Gobernación de Córdoba y siete militares más, de liderar una estructura de narcotraficantes que operaba en el Alto Sinú y que es conocida como Los Paisas y Los Traquetos.

Después de la operación policial nadie se ha vuelto a acordar del pueblo de 74 años de vida desgraciada.

Es la tierra del olvido, la que vio desde el 1º de julio de 2004, cuando se protocolizó el proceso de paz con las Auc, cómo el pueblo comenzó a ser visitado por cientos de personas que iban y venían a conversar con los ‘paras’ sobre las fórmulas que se debían tener en cuenta para la desmovilización y reintegración a la vida civil de más de 31.000 combatientes que en ese momento iban a abandonar los caminos de la guerra. Eso llenó de esperanzas a la gente, sobre todo cuando periodistas de todo el globo mostraban las polvorientas calles de un típico pueblo del Caribe colombiano invadido de paramilitares armados hasta los dientes en medio de las expectantes miradas de los lugareños. Fue algo exótico que las televisiones del mundo mostraron, sin reparar que desde 1998 sus habitantes habían estado en el gobierno de facto de las Auc, que llegaron a controlar el voto, la vida privada, la economía, las tierras y hasta el respiro de los pobladores.

 Ese 1º de julio de 2004 era apenas el comienzo de lo que se vería después. Los jefes paramilitares construyeron enormes casas en los entornos de la sede de Gobierno en Santa Fe de Ralito, lo que contribuyó a que la hectárea de tierra alcanzara los $15 millones.

Los habitantes también fueron testigos de grandes fiestas con reconocidas orquestas y conjuntos vallenatos, de visitas de famosas modelos y de prostitutas que arrendaban piezas sólo los fines de semana para atender a los ‘paracos’ de rangos bajos. Las excentricidades no eran sólo en las viviendas. Desde que el viajero se desprendía de la carretera pavimentada entre Montería y Tierralta, iba encontrando a lo largo de la vía el desfile de decenas de lujosos vehículos último modelo dotados con todas las comodidades en su interior.


Es así como los 186 kilómetros cuadrados que el Gobierno dispuso como zona de ubicación para los diálogos y negociación con las Auc se convirtieron en una zona relajada donde muchos de los habitantes se emplearon como obreros de construcción con sueldos de hasta $30.000 diarios, alquilaban lotes para que los jefes paramilitares construyeran viviendas de paso y dotaban de productos de pancoger a los 400 miembros de las autodefensas que el Estado autorizó como seguridad para los ‘comandantes’.

En El Caramelo, donde tiene la casa la ex parlamentaria Eleonora Pineda, detenida en la cárcel de El Buen Pastor de Bogotá por el proceso de la parapolítica, existió un hospital militar de las Auc dotado con equipos de cirugía, aparatos de laboratorio y cuerpo médico que nunca tuvo problemas por falta de medicamentos. Allí llegaban los combatientes heridos.

Pero a medida que el proceso de paz iba tomando su propio ritmo y los jefes paramilitares fueron llevados a La Ceja (Antioquia), tras sospechas del Gobierno de que en la zona algunos de ellos continuaban delinquiendo, la vida en Santa Fe de Ralito fue cambiando para sus habitantes hasta el punto de que las casas que los miembros de las Auc construyeron se fueron cayendo poco a poco y el precio de la hectárea de tierra se redujo a $4 millones; la carretera se fue llenando de huecos, el Centro de Atención Médica de Urgencias (Camu) se convirtió en un puesto de salud común y corriente, con más necesidades que bondades, luego de que los paramilitares se llevaran sus equipos.

Ahora la gente quiere irse de sus pequeñas fincas porque considera que quedarse es vivir en la incertidumbre. En Santa Fe de Ralito y El Caramelo los campesinos están intentando vender sus casas a precios irrisorios. El único que cree que todo sigue igual es Jorge, el hombre que le cuida la casa a Eleonora Pineda, quien dijo que aspiraba a regresar nuevamente a su tierra. Mientras tanto, en Los Volcanes, el Nono Polo, sigue aguardando el día en que el Gobierno regrese para hacer efectivo el proyecto de piscicultura que pensó materializar con los jóvenes desmovilizados de las Auc. Un sueño que, al igual que muchos, cayó como lluvia a la zona, pero que se evaporó para convertirse en pesadilla.

Un pueblo con 74 años de historia

En Santa Fe de Ralito son pocos los que se acuerdan de la fecha exacta de la fundación del pueblo. Sin embargo, Ana María Ávila coincide con familiares y amigos en que fue hace 74 años y que los primeros pobladores fueron María Yanes, Jesús Díaz, Ana Dolores Peña, Bonifacio Ávila y Luis Alberto Yanes, quien fue el dueño de la finca donde se construyeron las primeras casas de madera y palma.

Primero se llamó Ralito. El Santa Fe llegó después, como lo hizo también la guerra después del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948. Luego de esta violencia, a finales de la década del 60, apareció la guerrilla del Ejército Popular de Liberación (Epl), el mismo grupo que en 1970 se tomó el pueblo. Aquí también hicieron presencia las Farc y el Ejército de Liberación Nacional.

A comienzos de 1990, una parte del Epl se desmovilizó y algunos de ellos terminaron en las filas de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu), lideradas por el clan de los hermanos Castaño Gil. Este era un grupo que defendía la propiedad privada y buscó aniquilar a los enemigos de los ganaderos, agroindustriales y comerciantes.

Posteriormente, en 2003, se fusionaron todas las tendencias del paramilitarismo en las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) y se sentaron a negociar la desmovilización de sus hombres con el Gobierno en Santa Fe de Ralito. Luego vinieron nuevas expresiones de violencia que reclutaron a muchos de los paramilitares desmovilizados. Una situación que se mantiene hasta la fecha en el Alto Sinú.

 

Por Textos: Enrique Rivas Fotos: Herminso Ruiz

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