Los enigmas de las cartas suicidas

Gloria Sierra y Jaime David Pinilla se han dedicado a interpretar los motivos, deseos y peticiones de quienes deciden quitarse la vida. Este jueves dictarán una conferencia en Armenia.

Mariana Suárez Rueda
21 de abril de 2010 - 10:32 p. m.

Desde hace 14 años Gloria Sierra, tanatóloga y psicóloga de la Universidad INCCA de Colombia, se dedica a analizar el contenido de las notas suicidas. Por sus manos han pasado cartas de niños, jóvenes y adultos que desafortunadamente no encontraron una salida distinta a sus problemas que la de quitarse la vida.

Jaime David Pinilla, historiador de la Universidad Industrial de Santander, también comparte este interés por un fenómeno que cada día cobra la vida de 3.000 personas en el mundo, seis de ellas en Colombia. De hecho, durante su preadolescencia Pinilla llegó a acariciar la idea del suicidio debido a una crisis académica, a la cual hoy en día prefiere restarle importancia.

Estos dos expertos conformaron hace casi tres años una red para la conservación de la vida, integrada por profesionales de distintos campos: psicólogos, médicos, antropólogos y sociólogos, entre otros. Además, este jueves y el viernes serán panelistas del Simposio Internacional sobre Suicidio en Niños, Adolescentes y Adultos Jóvenes, que se realiza en la ciudad de Armenia (Quindío). Un evento que contará con la participación de psicólogos colombianos y extranjeros, expertos en la prevención del suicidio y manejo del duelo.

El tema de las dos conferencias de Sierra y Pinilla, “Cartas suicidas” y “Amores que matan”, es el fruto de más de una década de trabajo y del enorme deseo que tienen  de calar en las mentes y corazones de quienes piensan en quitarse la vida o tienen un familiar que ha dado indicios de ello, para lograr prevenir este suceso.

Ambos coinciden en que el proceso de duelo que viven las personas cercanas a quien se suicidó es lento y doloroso, en gran parte porque no comprenden las razones de lo sucedido. Es en esta etapa en la que la doctora Sierra juega un papel fundamental al analizar las notas que dejan estas personas antes de morir. Generalmente, explica, las escriben con años o meses de anterioridad y precisamente es este hecho el que más atormenta a sus seres queridos, quienes se culpan por no haberse dado cuenta a tiempo.

Las cartas, que en realidad son trozos de papel arrugado o con tachones, suelen ser encontradas por un familiar y conservadas durante toda la vida. La doctora Sierra las utiliza como parte de la terapia de duelo. Lo primero que hace al recibir una de estas notas es analizar la fecha, a quién va dirigida, su contenido —que usualmente trae implícitas o explícitas las razones del suicidio—, las peticiones y el mensaje de despedida.

A lo largo de estos años de trabajo Sierra no ha olvidado lo que decían la mayoría de estas impactantes y conmovedoras notas. Recuerda con tristeza la de un niño de 10 años que rezaba: “Yo no me robé la maleta”. El menor fue responsabilizado de haber hurtado el morral de uno de sus compañeros y el desespero de no lograr que le creyeran que él no había sido fue el detonante que lo llevó a suicidarse.

También conserva en su memoria la de un joven de 16 años que vivía en Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá, quien pidió en su carta que cada hora de su entierro estuviera acompañada por mariachis. Pero la situación económica de sus padres no hizo posible el cumplimiento de su deseo. A estas misivas se suman cientos de cartas que ha recibido de manos de padres, hermanos y amigos sumidos en el dolor por la partida intempestiva de su ser amado.

Pinilla asegura que al analizar muchas de estas notas se evidencia que el suicidio por amor aún sigue siendo una constante, probablemente porque muchos, especialmente los más jóvenes, no han aprendido a tolerar la frustración.

“Cuando no se tienen redes de apoyo, otros vínculos importantes y se carece de un proyecto de vida individual, la ruptura puede ser devastadora”, explica. Y agrega que lo más importante es que padres y maestros estén atentos a las señales de alerta, para evitar que las personas encuentren en el suicidio su única salida.

Por Mariana Suárez Rueda

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