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Fue mucho antes de que apareciera este último virus que empezamos a ver y a tratar al otro como una amenaza a la que había que eliminar, y fue antes, mucho antes de todo esto que nos metimos de cabeza en una competencia sin fin que solo beneficiaba a los promotores de esa competencia, y acuñaron los términos mejor y peor y bueno y malo, y nosotros los repetimos, los interiorizamos y luego los catapultamos. Volvimos referentes a las figuras de la farándula, a los influenciadores, y enterramos a quienes se pasaron la vida tratando de descifrar qué era la vida. Fue antes, muchísimo antes de este histórico 2020 que nos vendimos a la inmediatez, a lo que nos dijeron que era éxito, al premio por el premio, a las palabritas bonitas como solidaridad y justicia, y nos olvidamos de aquellos que intentaban detener la barbarie con frases como “Enemigo de la guerra y su reverso, la medalla”, para hacerle un homenaje a Luis Eduardo Aute.
Fue antes, mucho antes de este encierro y de este macabro conteo de muertos a los que contamos como si fueran medallas de una olimpíada, que les dimos, les entregamos el poder a unos señores que se hacían llamar políticos, pidiéndoles y pidiéndoles, como si fueran dioses que tuvieran la capacidad de dar, en vez de tomar nosotros lo que tendríamos que tomar, y hace tiempo, también, que nos dividimos en un sinfín de luchas de moda, por conveniencia, que hicieron más fuertes a esos poderosos y nos transformaron a nosotros en enemigos de nosotros mismos. Fue antes, mucho antes de esta crisis, que venimos regodeándonos del linchamiento a aquel que piensa distinto, a aquel que no sigue las instrucciones de los manuales al pie de la letra y trata de alejarse de lo políticamente correcto, que no es otra cosa que la tiranía de las formas por las formas.
Fue antes, mucho antes de este virus, que empezamos a hacer germinar otros virus de los que ni siquiera somos conscientes, y que nos fueron aniquilando sin que nos
diéramos cuenta.