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Obsesión por el cuerpo perfecto

El 15% de las personas que consultan un cirujano plástico sufren este desorden. Solo viven y trabajan para costearse las operaciones.

Mariana Suárez Rueda
16 de julio de 2008 - 08:52 p. m.

La vida de Ana María comenzó a cambiar cuando supo que su esposo tenía un romance con una compañera de la oficina. Las llegadas tarde, el olor a perfume en sus camisas, la falta de deseo sexual y su constante ausencia los fines de semana la hicieron sospechar  que algo andaba mal. Llena de coraje, rabia y ansiedad, decidió seguirlo un domingo por la mañana, supuestamente a una cita de trabajo. Lo vio de lejos en un parque abrazando cariñosamente a una mujer morena, alta y delgada que se convirtió en su obsesión y en el motivo por el cual decidió someterse a diez cirugías plásticas.

A sus 38 años, Ana María confiesa que no hay un solo momento del día en el que se sienta satisfecha con su cuerpo. De hecho, todo el tiempo está pensando qué nuevos retoquitos necesita para conservar su juventud y conquistar nuevamente a su marido, quien a las pocas semanas de haber sido pillado in fraganti decidió mudarse solo a un apartamento en el norte de Bogotá.

La primera cirugía plástica de Ana María consistió en estirarse la piel del rostro para borrar las líneas de expresión que, según ella, se marcaban terriblemente en su frente. Al mes de haberse recuperado de esta intervención decidió eliminar esos gorditos de más que decía tener en el abdomen (mide 1,60 y para ese entonces pesaba tan sólo 48 kilos). El posoperatorio fue muy doloroso, en ese momento su esposo ya no vivía con ella y una amiga tuvo que mudarse a su apartamento para cuidarla.

Cuando quiso hacerse la tercera operación, su médico le aconsejó que consultara un psiquiatra pues podría haber desarrollado una obsesión por su cuerpo, denominada trastorno dismórfico corporal, fruto del rechazo de su esposo y del impacto emocional que le generó descubrir que había perdido el interés en ella porque fue conquistado por otra mujer, que lucía mucho más atractiva. Ana María recuerda que salió del consultorio furiosa luego de oír estas advertencias y visitó a otro cirujano que le practicó una liposucción para extraerle la grasa de sus piernas. “En la oficina no me decían nada, pero todos me miraban cuando llegaba después del posoperatorio y murmuraban entre sí”.

No pasó mucho tiempo antes de que decidiera asistir por cuarta vez al quirófano. En esta oportunidad buscaba realzar su busto y aumentarse una talla. También decidió aprovechar para hacerse una otoplastia, reducir el tamaño de sus orejas. El período de recuperación sólo sirvió para que descubriera un nuevo “defecto”, esta vez en su piel. “Me vi una serie de manchas, algunos granitos y asperezas. Por eso decidí someterme a un tratamiento que incluía peeling, botox y masajes con cremas exfoliantes.

La psiquiatra Victoria Pérez ha recibido en varias oportunidades pacientes, que al igual que Ana María, sufren de trastorno dismórfico corporal y que llegan a su consultorio remitidos por un cirujano plástico. Aunque en Colombia, al igual que en el resto del mundo, este desorden sólo afecta a cerca del 2% de la población, Pérez aclara que el auge de los procedimientos quirúrgicos y la facilidad para acceder a ellos (muchas veces son realizados por personas no profesionales que cobran barato sus servicios) han hecho que sea  más frecuente atender a este tipo de pacientes.

“Todavía no se ha realizado un estudio que identifique si este trastorno es más común en hombres o en mujeres”, sostiene, sin embargo, lo que sí es claro son las zonas del cuerpo que más les preocupan. “Los hombres suelen obsesionarse por el abdomen, el pelo y la masa muscular de brazos y piernas. Mientras que las mujeres sufren por la acumulación de grasa en el abdomen, la cola y las piernas, junto con la apariencia de sus senos, cara y cuello”.

La pesadilla de los cirujanos

Luis Pavajeau Muñoz, un reconocido cirujano plástico de Bogotá, confiesa que en repetidas oportunidades ha atendido en su consultorio pacientes obsesionados con su cuerpo, que buscan a través de las intervenciones quirúrgicas y tratamientos estéticos aliviar la depresión, aumentar su autoestima y olvidar los traumas infantiles que los aquejan, debido a que han sido víctimas de burlas sobre su apariencia física.

Muchas veces sólo ha podido detectar este trastorno en sus pacientes luego de que los ha operado y regresan furiosos a su consultorio porque su cuerpo no luce lo suficientemente delgado o su nariz no se ve tan respingada como querían o el tamaño


de su busto es demasiado pequeño o muy grande. Afortunadamente para enfrentar estos casos difíciles, el doctor Pavajeau se encuentra preparado. Durante las consultas, antes y después de la cirugía, toma fotografías para tener una evidencia de los cambios en el cuerpo y así poder defenderse en caso de que el paciente recurra a un abogado. “Sin esta herramienta estas personas podrían convertirse en una pesadilla”.

De hecho, Pavajeau recuerda que hace un par de semanas recibió a una mujer que solía ser muy amable y a la que le hizo una liposucción. “Entró a mi consultorio histérica a gritarme que había quedado como un marrano. Estaba con su esposo, quien también se veía muy molesto. Ahí mismo saqué la carpeta con sus fotos y le mostré cómo había cambiado su aspecto y reducido de medidas”. Luego, Pavajeau le aconsejó visitar un psicólogo, pues tenía su imagen corporal distorsionada. Pero ella guardó silencio y salió del lugar sin dar explicaciones.

Quiero una cara famosa

La cadena de televisión MTV generó una fuerte polémica con el estreno de un reality show en el que se presentan los casos de hombres y mujeres, en su mayoría jóvenes, que quieren cambiar su aspecto físico a punta de cirugías plásticas para parecerse a sus estrellas favoritas. Su obsesión ha llegado al punto de trabajar únicamente para poder pagar estas intervenciones y de convertir el deseo por lucir atractivos en el centro de sus vidas.

Uno de los casos más impactantes fue el de Sha, una joven de 19 años nacida en el estado de Texas, que soñaba con ser igual a la actriz Pamela Anderson. Para lograrlo, se sometió a varias cirugías. Primero se aumentó el busto, luego se inyectó colágeno en los labios, se realizó una liposucción en abdomen y piernas y finalmente una lipoaspiración debajo de la barbilla. Aunque su aspecto cambio considerablemente, aseguró no sentirse conforme con los resultados y manifestó su intención de ahorrar más dinero para volver a entrar al quirófano.

El doctor Pavajeau también ha tenido casos de personas, la mayoría entre los 20 y 30 años, que llegan a la cita médica con revistas o afiches de reconocidos cantantes o actores a los que quieren parecerse. “Quiero tener la nariz de Britney Spears, las cejas de Nicole Kidman, el busto de Pamela Anderson y los labios de Angelina Jolie”, son sólo algunas de las expresiones que ha escuchado él o sus auxiliares de enfermería, quienes generalmente son las que detectan a los pacientes que sufren este trastorno.

Sin embargo, convencerlos de que necesitan ayuda profesional se ha convertido en una titánica tarea para los cirujanos. “Casi siempre la persona opta por recurrir a otro médico que acepte operarla y pasan de mano en mano, sin medir los riesgos, y como no todos los cirujanos le prestan atención a este trastorno, pueden sufrir este desorden durante toda su vida”, concluye la psiquiatra Victoria Pérez.

Entre tanto, en un apartamento del barrio Rosales, al oriente de Bogotá, Ana María hojea una revista de cirugía plástica. Aún no ha decidido si debe extraer la grasa que dice tener en sus brazos o eliminar los pliegues de su cuello. Sabe que para esta nueva intervención tendrá que buscar un cirujano que no la haya operado y aunque reconoce que aún no ha reconquistado a su esposo, es enfática al decir que “una vez logre una figura y un rostro perfecto, él estará nuevamente a mi lado”.

Señales de alerta

La psiquiatra Victoria Pérez explica que hay personas propensas a sufrir un trastorno dismórfico corporal. Algunas de las señales de alerta para detectar si lo padecen son:

* Se quejan constantemente de alguna parte de su cuerpo.

* Nunca están satisfechas con los resultados de las cirugías .

*Son muy obsesivas con su cuerpo.

* Tienen antecedentes de traumas infantiles por burlas sobre su apariencia física.

   msuarez@elespectador.com

Por Mariana Suárez Rueda

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