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Para enamorarse de la lectura hay que encontrarse con ella espontáneamente

¿Qué es lo que ocurre para que individuos que pasan gran parte de la vida leyendo no logren aficionarse y, en cambio, desarrollen una actitud de desinterés? Durante esta cuarentena, la lectura será un positivo factor de cercanía y cohesión familiar, tan necesarias en la época moderna.

El Espectador
23 de mayo de 2020 - 12:03 a. m.
La lectura, una buena actividad en época de cuarentena.  / Getty Images
La lectura, una buena actividad en época de cuarentena. / Getty Images
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La lectura es una de las pocas ganadoras en estos días de cuarentena en que casi todos son perdedores. Quienes ya eran lectores estarán aprovechando tanto tiempo libre para releer viejos libros o para empezar a leer otros nuevos. También podría ser que algunos no lectores, aunque probablemente no sean muchos, miren hacia los libros como un recurso para entretenerse y tener la sensación de que el tiempo pasa más rápidamente.

Pero en el caso de los niños y los jóvenes, el hecho de tener que quedarse en la casa puede considerarse, sin duda, una oportunidad extraordinaria para que se encuentren con la lectura lejos del ambiente escolar.

Como es sabido, los estudiantes están leyendo casi todo el tiempo, y no en una pequeña parte de la vida sino durante más de diez años si se cuenta solo el tiempo de la primaria y el bachillerato, y más de quince años si se cuentan los de la universidad. Sin embargo, al terminar los años de colegio son malos lectores, y también al terminar la universidad en la mayoría de los casos. ¿Qué es lo que ocurre para que individuos que pasan gran parte de la vida leyendo no logren aficionarse a la lectura y, en cambio, desarrollen una actitud de desinterés por ella?

Una de las razones, la más fuerte, de que la gente no lea, es que en los salones de clase la lectura es obligatoria, vigilada, calificada, un problema en la vida, y esto lo viven las personas durante años y años. Por eso si uno tiene que estar en la casa es una oportunidad única de leer placenteramente, sin sentir desagrado.

Claro que para seguir estudiando las asignaturas a través de las clases virtuales, los alumnos tendrán que hacer muchas lecturas obligatorias, que serán calificadas por los profesores y todo ocurrirá, simplemente, como si el colegio, sin sus componentes físicos, se hubiera trasladado a la casa.

Pero allí, en el hogar, también es posible ponerse a leer cada día durante unos minutos sin que los profesores lo estén vigilando a uno, haciéndole preguntas y calificándolo. En el colegio se estudia para cumplir las exigencias curriculares, gústele a uno o no, hay muy poco espacio para disfrutar sin la presión del estudio, mientras en el hogar, aunque sea durante parte del tiempo, es posible poner en primer lugar los intereses personales y satisfacerlos decidiendo cuáles son las actividades que uno quiere hacer.

Esto es muy importante, porque una condición necesaria para enamorarse de la lectura es poder encontrarse con ella espontáneamente y no en un ambiente de obligatoriedad. Al encontrarse en la intimidad con el texto, físico o virtual, el niño o el joven se entregará a la lectura con interés y afecto, como lo hace con los juegos y otros pasatiempos a los que dedica mucho tiempo sin ser presionado por los adultos.

En estos días en que se pasa todo el tiempo en casa, los padres de familia podrían dejar que sus hijos los vean leyendo sin decirles nada; esto sería ideal, porque el ejemplo es el maestro más eficaz y está comprobado que los niños que ven a sus padres leyendo se interesan en la lectura.

Ahora, si padres e hijos leen juntos, sin coacción de por medio, es una actividad que también tiene un gran valor formativo, y, más que la misma motivación a la lectura, será un positivo factor de cercanía y cohesión familiar, tan necesarias en la época moderna.

El tiempo de confinamiento en la casa es una oportunidad para descubrir lo placentero que es leer. Si no hay muchos libros basta poner en Google “cuentos y leyendas del mundo” para encontrar gran cantidad de historias que, además de entretener, enseñan mejor que cualquier libro de ciencias sociales sobre las costumbres, las maneras de pensar, los sentimientos, las creaciones y la cultura en general de pueblos de todas partes; conocimientos que es bueno tener, porque incrementan la capacidad de comprender la realidad de los seres humanos, un tema que debe ser prioritario para todos los que desean entender y amar a sus semejantes y tomar parte en el proceso de engrandecimiento de la dignidad humana.

Paradójicamente, estos momentos de tanta dificultad y preocupaciones quizá sirvan para que los individuos crezcan en humanidad y pronto sean capaces de construir un mundo con menos sufrimiento.

Por El Espectador

 

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