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Rescatando recuerdos

Científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts demostraron que es posible manipular redes neuronales para bloquear o revivir memorias.

Pablo Correa
08 de abril de 2012 - 08:00 p. m.

¿Dónde está guardado el día que conocimos el mar? ¿De qué moléculas está fabricado el recuerdo del primer amor? ¿Por qué con cerrar los ojos aparecen de nuevo los pasillos de esa casa en la que transcurrió la infancia? Robar los secretos de la memoria a la naturaleza no ha sido fácil para la ciencia. El encriptado código que usan las neuronas sigue resultando esquivo, pero ahora neurocientíficos como Xu Liu y Steve Ramírez, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, creen que muchas respuestas estarían apunto de aflorar.

En un artículo publicado en la revista Nature demostraron, paso a paso que, al menos en ratones es posible manipular las redes neuronales para rescatar recuerdos. Un avance científico al que, si se le presta la imaginación, fácilmente hace creer que algún día podríamos visitar una clínica para salvar instantes perdidos en la memoria. “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”, escribía Jorge Luis Borges.

El experimento con ratones conducido por Liu, Ramírez y un grupo de colaboradores del Departamento de Biología y el de Ciencias Cognitivas del instituto con sede en Boston (EE.UU.), se basa en una técnica conocida como optogenética, en la que se combina manipulación genética, sustancias fluorescentes y luz para controlar células específicas, en este caso neuronas relacionadas con la memoria.

Según lo explica Ed Boyden, del mismo instituto, y uno de los promotores de la nueva técnica, ésta permite, mediante estímulos de luz, ‘apagar’ o ‘encender’ una célula. “Al hacer esto, podemos saber qué hace cada célula en el cerebro”. Así lo explicaba en una de sus conferencias divulgadas a través de internet.

En el caso del experimento de Liu y Ramírez, éstos manipularon el ADN de un grupo de ratones para que expresaran un gen que codifíca una proteína sensible a la luz. Una vez instalado este ‘interruptor’, que se activaba con un fino haz de luz proyectado directamente en un grupo de neuronas, y se podía desactivar inyectando un antibiótico (un derivado de la tetraciclina), sometieron a los ratones a una clásica prueba de estímulo-respuesta.

Los animales recibían una descarga y simultáneamente se hacía sonar una alarma. De este modo, asociaban el ruido al peligro inminente. Luego de jugar a activar y desactivar las neuronas en las que se había instalado el interruptor genético, los científicos demostraron que podían manipular el recuerdo de la alarma y las descargas eléctricas de los ratones. Cuando ‘apagaban’ la red de neuronas, los desprevenidos ratones olvidaban el peligro que los acechaba, pero también era posible despertar más adelante ese mismo recuerdo.

“Nuestro descubrimiento indica que activar neuronas específicas del hipocampo, que contribuyen al almacenamiento de recuerdos, es suficiente para revivir ciertos recuerdos”, concluyeron los autores.

Como lo recordó Mo Costandi, en el periódico The Guardian, los experimentos para manipular la memoria se remontan a la década de 1920, cuando el neurocirujano canadiense Wilder Penfield descubrió que, aplicando estímulos eléctricos al cerebro de sus pacientes, en un intento por tratar la epilepsia, revivían algunos recuerdos. Una mujer, por ejemplo, aseguró haber recordado de forma vívida el día en que dio a luz.

En la década de 1950, William Scoville identificó el hipocampo, escondido en la mitad del cerebro, como una parte importante del almacén de nuestra memoria. Hoy, más allá de un lugar específico, los científicos concentran sus esfuerzos en entender el trabajo en redes que ejecutan las neuronas para fabricar la memoria.

Por Pablo Correa

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