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Sobrevivir al devastador tsunami que azotó el sureste asiático en 2004, inspiró a Claudia Tangarife Castillo, una ejecutiva con más de 25 años de liderazgo en empresas multinacionales de la industria de la salud, a transformar su vida, a preguntarse sobre sus prioridades y a recorrer otros caminos de esperanza y encontrar una poderosa luz interior.
El 26 de diciembre de 2004, Claudia se encontraba de vacaciones en las islas Phi Phi, un archipiélago de Tailandia. Esa mañana tenía agendado un viaje en ferry, que debía tomar temprano junto a su hijo Daniel. Pero, por cosas de fuerza mayor, ese día no abordaron el ferry. Daniel llegó tarde esa madrugada y debían tomar otro barco. Y mientras se preparaban para salir, un ruido indescriptible los detuvo.
La primera ola tocó la costa de la isla y Claudia y su hijo sabían que debían huir del hotel. “Esquivamos la primera y fuimos a buscar nuestras maletas”, recuerda. Sin embargo, para Claudia este es quizás el error más grande que ha cometido en su vida. “Por buscar las maletas casi pierdo lo más valioso que tenía”, cuenta.
Mientras corrían, Claudia, visiblemente agotada, cargaba su morral, pero era evidente que estaba siendo una carga. “Yo estaba muy cansada de correr y mi hijo me dijo que me llevaba la maleta. Ese morral era parte de mí, no se me ocurría soltarlo. Se lo dí y seguí corriendo”, recuerda.
Pero cuando llegó a la cima, según narra, su hijo no estaba. Ella no miró para atrás y siguió corriendo. No había forma de volver a buscarlo, dado que había mucha gente. Claudia comenzó a angustiarse. “¿Por qué volví por las maletas? Pensé que había perdido a mi hijo por un morral”, dice.
Finalmente, Daniel llegó a la cima de la montaña sin las maletas. Se disculpó con su madre, pero ella lo interrumpió y le dio un fuerte abrazo. “Ese día entendí que las cosas importantes de la vida no están en lo material como una maleta, sino en la fortuna de estar vivo con quien amas”.
La cima de una montaña fue el refugio tanto de Claudia y su hijo como de otros cientos de personas. Enfermera de profesión, asistió médicamente a varias de las personas que la acompañaban en esa montaña. “En ese momento entendí que por años enfoqué mi vida de manera equivocada“, dice Claudia. “El tsunami me partió en dos y entendí que mi nueva vida debía estar centrada en ayudar a los demás”.
Luego de varias dificultades, regresaron a Colombia y Claudia volvió a trabajar en su empresa como si nunca se hubiese ido. Sin embargo, lo que ella no sabía es que su vida en esa montaña había cambiado para siempre. “Una vez llegué a Bogotá, volver a la ‘realidad’ para mí fue una farsa. Para mí lo real es lo que había vivido allá”, dice.
Claudia era una mujer exitosa. Tenía un buen sueldo, una buena posición laboral, pero algo la hacía sentir intranquila. “No dejaba de pensar en las personas que lo perdieron todo”, recuerda. La fuerza de la naturaleza la conectó con su esencia más primitiva, humana y humilde y la llevó a redescubrir el propósito de su vida. “Nunca me había sentido más viva que en esos días que estuve ayudando a los demás”.
El despertar de su conciencia interior hizo que Claudia renunciara a su antigua vida de viajes de negocios, números y resultados. Empezó a dictar charlas sobre superación y renovación espiritual y hoy, doce años después de su “viaje interior” –como lo llama ella–, le permiten hoy pararse delante de cientos de personas para contar su experiencia.
“Quiero que mi vivencia sea un ejemplo para aquellas personas que aún no definen qué quieren con sus vidas”, cuenta una entusiasmada Claudia. Porque, como lo dice ella una y otra vez, “a veces las personas necesitamos de un tsunami que nos ponga los pies en la tierra”.