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Un refresco en la imagen de EE.UU.

El combate al terrorismo seguirá y debe seguir, pero con métodos legítimos.

Rafael Pardo Rueda
05 de noviembre de 2008 - 04:44 a. m.

Mucho se ha hablado en los días anteriores a las elecciones del significado de la presidencia de Obama en la política exterior norteamericana y de lo que este hecho implicaría para nuestro país. La vigorización de la democracia norteamericana ante el mundo después de lo que significó Bush será el primer gran efecto de la elección de Obama. La lucha contra el terrorismo y la invasión de Irak y Afganistán fueron una marca que por sus consecuencias y excesos resultó funesta en el gobierno Bush.

Ni el terrorismo de Al Qaeda fue derrotado, ni estas dos naciones se estabilizaron. Aún más, se desestabilizó Pakistán, nación que se encuentra entre los pocos que pertenecen al club nuclear. La salida de los Talibán del poder en Afganistán no consolidó la democracia, pero sí este país pasó de producir 64 toneladas de heroína cuando los fundamentalistas gobernaban a 6.000 toneladas en el país más militarizado de la región.

La guerra de Irak tumbó no sólo a Hussein, sino a los aliados de Bush, a Aznar en España y a Blair en Gran Bretaña. La llamada guerra contra el terrorismo de Bush desacreditó la democracia norteamericana en el mundo. Torturas, cárceles y vuelos secretos se revelaron, mientras el Departamento de Estado, sin sonrojarse, seguía emitiendo calificaciones y descalificaciones sobre Derechos Humanos para otros países.

Obama será sin duda un refresco en esta deteriorada imagen. Por supuesto el combate al terrorismo seguirá y debe seguir, pero con métodos legítimos y sin el carácter de cruzada que ha alienado a parte del mundo musulmán en contra de Estados Unidos. La política frente a América Latina de Obama tiene un anuncio específico que puede ser relevante. Anunció en un discurso de campaña en la Florida que designaría a un delegado personal, o asesor especial, para atender los temas críticos de esta subregión, lo que dará visibilidad a asuntos clave por encima de las prioridades usuales de la burocracia de Washington.

El segundo cambio que puede darse se deriva del resultado electoral de ayer. Obama tuvo el abrumador respaldo de los hispanos de todos los orígenes y ese apoyo fue importante en ganar varios estados. Esto podrá llevar a otorgar una mirada más humana en cuanto al trato a los inmigrantes. Además, y este podrá ser un efecto de largo alcance, Obama no le debe su triunfo a la colonia cubana de Florida que ha dominado por lustros la política de Estados Unidos frente a América Latina.

Este “desamarre” de los intereses de los cubano americanos permitirá construir una nueva relación en el hemisferio que no esté atada a los fantasmas (y también a las realidades) de la Guerra Fría y que más bien proyecte para el futuro otro tipo de vínculo.

Para Colombia los cambios pueden ser varios. El TLC con Colombia fue enterrado por el senador McCain al espetarle, en el tercer debate televisado, al senador Obama por su negativa a apoyar la aprobación del Tratado. Esto obligó al entonces senador de Illinois a expresar, de manera contundente, el por qué de su negativa. Las razones que expuso Obama ante millones de norteamericanos para no apoyar el TLC con Colombia no pueden ser resueltas a corto plazo, como es la violencia contra sindicalistas.

Esto en cierto modo ancló a los demócratas en su negativa frente al TLC. Por tanto, y si no ocurre el milagro que espera el Gobierno colombiano de que este tratado sea aprobado en sesiones extras en este mes que entra, el TLC será renegociado y su aprobación tardará bastante. Mientras tanto seguiremos con las preferencias unilaterales para acceso al mercado norteamericano.

La política antidrogas tendrá que ser replanteada, no por el triunfo de Obama, sino porque simplemente no está funcionando. Cualquiera fuera el nuevo inquilino de la Casa Blanca tendría que enfrentar los datos crudos de que lo que se está haciendo en materia antidrogas no da resultados, hay muchas esfuerzos, incontables sacrificios, muertes injustificadas, millones de dólares gastados, pero sale la misma cantidad de cocaína, el gramo vale cada vez menos en los mercados del norte, hay más adictos, más países en este pantano, más mafias, más extraditados, más presos y cada vez hay más corrupción.

Obama como senador ha votado en contra del Plan Colombia y se estima que preferirá un enfoque menos centrado en lo militar. Sin embargo, Colombia y Estados Unidos seguirán compartiendo una agenda sustantiva en la lucha contra las drogas ilícitas, pero con un replanteamiento que esperamos no sea unilateral.

También el senador Obama ha sido militante en la defensa de los Derechos Humanos y esto implicará más controles y más exigencias. Todo nuevo presidente, en todas partes del mundo, abre un panorama de esperanza. Pero en este caso la elección de ayer es un hecho histórico. Se abre entonces una nueva época para Estados Unidos y sin duda también para las relaciones de este país con el resto del continente y para con Colombia.

Por Rafael Pardo Rueda

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