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Yolanda Ruiz, periodista del año

Soñaba con ser escritora, pero su camino fueron los medios de comunicación. Trabajó con los grandes maestros de la radio y acaba de recibir el Simón Bolívar por su trabajo, sus valores éticos y su pasión por el oficio.

El Espectador
31 de octubre de 2015 - 02:30 a. m.
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Fue elegida por el jurado del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar como periodista del año. ¿Qué sintió en el momento de recibir el reconocimiento?Primero, sorprendida, porque no lo esperaba. Pero luego emocionada, porque creo que es un premio a un proyecto y a un concepto, a un convencimiento de un estilo de hacer periodismo que tenemos en RCN La Radio. Un periodismo que quiere ser equilibrado, riguroso, que escucha todas las voces y las opiniones.

¿Qué les imprimió a las mañanas de RCN La Radio desde que llegó?A las mañanas y al día, porque estoy al frente de todas las noticias de RCN. Siempre he mencionado que es periodismo en el sentido más sencillo y más profundo de la palabra. El periodismo es buscar la verdad, buscar la información, tratar de acercarse a ella, porque no hay una verdad absoluta, confirmar antes de publicar, contrastar las fuentes, dudar de toda la información, respetar tanto a las fuentes como a los oyentes.

¿Hace falta salir más a la calle?

Falta más. No soy nostálgica de tiempo idos, pero sí creo que hay un elemento esencial del periodismo y es la búsqueda de la información. La fuente directa no la reemplaza. Sé que estamos en una era de nuevas tecnologías y Google produce toda la información que se requiere en segundos. Pero nada reemplaza el cara a cara del periodista con las fuentes, el tocar, sentir, oler, tener los sentidos metidos donde pasan las cosas. Eso no lo reemplaza nadie. Hoy cualquiera puede poner información y contenidos en las redes o en internet. Lo que hace la diferencia con un buen periodista o con un buen medio de comunicación es que ese periodista decanta, da contexto, da otros elementos, entiende lo que pasa, va más allá de una fotografía, de un titular.

¿Los medios de comunicación siguen siendo el cuarto poder?

El poder más grande que tiene la prensa es que son muy influyentes en la agenda pública. La agenda pública se mueve al calor de lo que pasa muchas veces en los medios de comunicación, por eso es tan importante la decisión que tomamos los directores sobre los temas, hacia dónde apuntamos la agenda pública. La búsqueda de audiencia, la búsqueda de lectores o de “rating” no tiene que ser el único ingrediente que nos mueva; lo que nos tiene que mover es la responsabilidad de saber cuáles son los temas en términos de agenda pública, qué necesita el país.

Hay una tendencia en los noticieros de radio de la mañana y es tener en la mesa de trabajo personas que representan una ideología política o algún experto en un tema. ¿Se comete un error al abrir los micrófonos a todo aquel que dice ser especialista en un tema?

En términos de abrir los micrófonos, sí. Hay mucha gente que no solamente habla en radio, también en televisión, y no tiene mucho que decir. Los periodistas tenemos que ser profundamente responsables para saber a quiénes ponemos al aire y a quiénes entrevistamos, porque hay gente que es muy mediática y conoce el lado débil de los medios. Los medios somos de frases hechas, de frases escándalo. A veces el matoneo vende, muchas veces la gente les pide a los medios una dosis de circo.

¿Se considera exigente?

Soy exigente, pero también siento que se pasa mucho tiempo en el trabajo y por eso hay que pasarla bien. Entonces tengo una máxima fundamental en la sala de redacción y es que exigimos profundo respeto por los periodistas. Tú aquí no vas escuchar un matoneo ni una mala manera. Sé que eso se instauró en muchas salas de redacción, particularmente de la radio en Colombia, es como una especie de tradición, y aquí la rompimos. Ni matoneo al aire ni fuera del aire.

¿Extraña salir a la calle y estar en el lugar de la noticia?Un poco. Pero no fui reportera mucho tiempo. Los últimos diez años han sido de dirección de medios; antes de eso estuve haciendo televisión. Pero la esencia del oficio es buscar información, y eso lo hago todo el tiempo. Mucho trabajo de fuentes, ya no reportería de calle, pero sí viajamos.

¿Cómo es su rutina de información?Me levanto muy temprano a monitorear medios, a mirar los reportes que dejan los periodistas que están de turno, porque este es un trabajo que no termina nunca. Consulto fuentes, voy y visito fuentes.

Ha pasado por varios medios: prensa, radio y televisión. ¿Cuál es el que más le apasiona?Son distintos, pero la radio tiene algo especial, que es la inmediatez y la emoción del momento. Es un medio muy emocional, muy cercano al oyente, y es un poquito enviciador. El que prueba la radio se quiere quedar en la radio. Me encanta: los últimos diez años he hecho radio. Al comienzo de mi carrera hice radio aquí en RCN y fue una gran escuela, pero también me encanta escribir.

¿Cuál ha sido la noticia más triste que ha dado?Todas las que tienen que ver con violencia contra los niños. Me golpean en lo más profundo. Pero no tengo una, porque como mecanismo de defensa intento borrarlas, por eso intento no ver cine violento. Digo que, para truculencia, con mi trabajo tengo.

¿Y la más agradable?La liberación de Íngrid Betancourt y la de Clara Rojas. En general, todas las liberaciones en las que hemos podido informar. Es algo impresionante.

¿Una imagen que la haya impactado?

La fotografía de “Timochenko” y el presidente Santos en La Habana, con todos los peros que hay, es impactante. Otra es la del tanque entrando al Palacio de Justicia. Acababa de terminar mi carrera.

¿Cómo le ha ido como columnista en El Espectador?Es una gran etapa. Hacía mucho tiempo que no escribía y es un reto impresionante. Sufro cada vez que tengo que escribir la columna, le tengo que dedicar horas y horas, debatimos con la mesa de trabajo, muchas veces es una creación colectiva, pero así me reencuentro con una de mis pasiones. Estudié periodismo porque quería ser escritora.

¿Cuál fue su mentor?Dos mentores. Aprendí mucho al estar sentada en una mesa de radio con Hernán Peláez. Es impresionante. De él aprendí el ritmo de la radio. Y Rafael Manzano, periodista español, por la mirada más universal. He tenido la fortuna de trabajar con los más grandes de la radio: Julio Nieto Bernal, Darío Arizmendi, Juan Gossaín y Yamid Amat. A mis 50 años estoy aprendiendo.

¿Un regaño memorable?Muchos. Recuerdo los regaños de Yamid. Alguna vez tuvimos discrepancia de opiniones, cuando dirigía Noticias Caracol fin de semana y él era el director general de noticias. Tuvimos un debate sobre con qué tema abrir. Pero esos son los debates interesantes del oficio, porque esto no es dos más dos son cuatro.

¿La primera noticia?

Con Francisco Tulande, quien me dio indicaciones. Me dijo: la radio es ya, en el momento, en el instante, el ayer no existe para la radio.

¿Un libro que esté leyendo y uno que recomiende?

Estoy leyendo un libro de Juan Villoro de historias y crónicas que se llama “Hay vida en la tierra”, “La cena secreta” de Javier Sierra y “El hambre” de Martín Caparrós, que lo recomiendo bastante, así como recomiendo “Pedro Páramo” de Juan Rulfo, cualquiera de Cortázar y cuentos de Álvaro Cepeda Samudio.

¿Va al estadio cuando juega el Pasto en Bogotá?

No, soy pésima hincha. Adoro mi equipo, trato de hacerle fuerza, pero nada más. Lo mismo pasa con la selección; muy de vez en cuando los veo.

Por El Espectador

 

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