El presidente Gustavo Petro acaba de firmar los decretos que formalizan las primeras Entidades Territoriales Indígenas (ETI) del país, las cuales quedaron contempladas en la Constitución Política de 1991, junto con los departamentos, distritos y municipios. Sin embargo, 34 años después, eran las únicas que faltaban por consolidarse.
Ahora, con el aval del mandatario, ocho territorios indígenas, a lo largo de casi 9,5 millones de hectáreas en los departamentos de Amazonas y Vaupés, pasan a gozar, oficialmente, de autonomía política, administrativa y fiscal. Además, la cartografía oficial del país se transforma, y los mapas que aprenden los niños y niñas en los colegios incluirán las siguientes ETI: PANI, Bajo Río Caquetá, Río Tiquié, Mirití Paraná, Yaigojé Apaporis, Arica, Uitiboc-Asoiantam y Ríos Cotuhé y Putumayo - Cimtar.
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Arley Cañas Jamijoy es una de las tantas personas que estaban esperando, con ansias, el visto bueno del Gobierno. En entrevista con El Espectador, este líder de la ETI Uitiboc-Asoiantam habla sobre los retos a los que se enfrentaron durante más de tres décadas para, finalmente, marcar este hito en la historia de Colombia.
Cuéntenos un poco sobre usted y sus procesos de liderazgo en este territorio indígena...
Soy indígena del pueblo Inga, del territorio Uitiboc. Mi vida ha girado en torno a los procesos organizativos. En todo el universo, el mundo indígena, he acompañado siempre a los gobiernos propios de nuestros territorios.
Ha sido una trayectoria en trabajos organizativos para construir procesos en el marco del diálogo con el Gobierno. Siempre he estado vinculado al movimiento indígena, tanto desde lo local y lo regional, como en lo nacional. Acompaño permanentemente a nuestras autoridades territoriales, al Consejo Indígena.
¿Cuál ha sido la trayectoria del territorio indígena Uitiboc-Asoiantam para llegar a dónde están hoy?
Ha sido un proceso largo. Mucho antes de la Constitución Política de 1991, nuestros padres, abuelos y payés (autoridades tradicionales), hombres y mujeres en algunos territorios, ya hilaban el pensamiento de que teníamos que avanzar hacia este tipo de estructuras. Nosotros, como territorio Uitiboc, vemos esto como una apuesta que trasciende el Estado moderno actual; es parte de la lucha y resistencia ante ese desencuentro que viene desde hace 534 años.
En la constituyente del 91 logramos, a través de nuestros delegados y representantes, un marco normativo que se ha desarrollado hacia afuera, pero también permanentemente hacia adentro. Es decir, ejercemos gobiernos basados fundamentalmente en nuestros principios y marcos epistémicos y políticos, sin desconocer la otra sociedad y que debemos avanzar en un diálogo intercultural.
Esta formalización, este relacionamiento con el Estado, va más allá de simplemente una inclusión y de adaptar las normas escritas; es reconocer plenamente la diversidad, lo pluriétnico y multicultural que puede ser este país. Es un salto grandísimo, un salto histórico. Se ha recurrido a mecanismos judiciales, pero también a diálogos permanentes. Ha sido largo el camino, no ha sido fácil, pero hemos escuchado siempre la palabra con la que nos guían nuestras autoridades espirituales, nuestras autoridades tradicionales.
¿Cuáles han sido los mayores retos u obstáculos que se han presentado en este camino?
La mirada uniforme que han tenido muchos gobiernos en la historia del país. Tenemos una Constitución que llama a que no seamos odiosos con la diversidad. Los territorios indígenas y las estructuras del gobierno indígena, a través de los sistemas de conocimiento, aceptamos que no estamos solos, que hay otra sociedad. Y esa otra sociedad, de manera formal, en la Constitución, aceptó que hay más formas de organizarse, de pensar, pero en la práctica no se ha logrado plenamente.
También hay una redistribución del poder centralizada en el país, lo que en ocasiones no ha permitido que se aporte a gobernar, a construir el Estado social de derecho democrático de Colombia desde las distintas miradas que tiene cada territorio. En general, esa imposición colonialista, de una sola forma de ver el mundo, ha sido uno de los obstáculos que terminan siendo materializados en el legislativo.
El ejercicio fundamental aquí es reconocer que hay pensamientos distintos y que puede haber una suerte de justicia cognitiva, que se respeta al otro desde todo lo que significan los sistemas de pensamiento propio indígenas, y cómo eso también le aporta a construir este país. Eso requiere acciones transformadoras, procesos de liderazgo político. La diversidad no hay que esconderla en el patio trasero del Estado, sino hay que estar orgullosos de esa realidad para avanzar en el bienestar de todos los colombianos.
¿Cuáles son las implicaciones para el país de que se formalicen las ETI?
La Entidad Territorial Indígena (ETI) es un vehículo, una apuesta. Realmente, lo que estamos formalizando es un relacionamiento con el resto del Estado, de Latinoamérica y del mundo. Hay que comprender que los sistemas de conocimiento propio indígenas son estructuras vivas de pensamiento y de gobierno. Los marcos de valores y principios van en línea con la espiritualidad, el territorio, la medicina, los procesos de formación, de producción, que no son temas separados, sino que se entrelazan.
Es necesario que esos conocimientos indígenas ocupen un lugar central en la gestión pública, ambiental y social. No es algo simplemente cultural, sino que debe ser un criterio legítimo para poder planear, decidir y ejercer autoridad en estos territorios, que tienen que estar siempre en un diálogo y en una coordinación intercultural. Eso es lo buscan las Entidades Territoriales Indígenas; se vuelven el mecanismo más sofisticado, más pertinente, para poder montar una ruta concreta y convertir ese derecho en realidad.
Es el vehículo institucional para implementar nuestros planes de vida, nuestros ordenamientos propios, consolidar el ejercicio de este gobierno propio. Y uno podría decir también que eso sirve para cerrar la brecha entre la norma y la práctica.
¿Cuáles son algunas de las prioridades que ustedes, desde este territorio indígena, han acordado en esos planes de vida?
La prioridad es gobernar de acuerdo con los fundamentos culturales. En esto, hoy en día se requiere potencializar lo que venimos haciendo desde la cultura, pero también se necesitan unas apuestas políticas que van a generar unos instrumentos basados en conocimiento propio. También, poder irradiar esos los bienes y servicios que el Estado colombiano no ha podido hacer llegar a esos territorios o que, cuando llega el Estado, llega con unas miradas desde afuera, donde hay solo un pensamiento, y eso choca muchas veces con el ordenamiento de los territorios, tanto en procesos de formación o de salud.
El camino que se dispone, en adelante, es distinto para cada ETI y está contemplado en su respectivo Acuerdo Intercultural. Tras la firma de los decretos por parte del presidente Gustavo Petro, ¿qué sigue para la ETI Uitiboc - Asoiantam? ¿Cómo será la ruta de implementación?
Cada territorio tiene una autonomía, un ejercicio de gobierno. Lo que sigue, y que va a ser permanente, es un diálogo con el Estado, e ir, de manera progresiva, haciendo los ejercicios de descentralización. Esta apuesta no se centra meramente en asuntos financieros o económicos, sino es cómo verdaderamente transformamos la mirada y el ejercicio de gobierno, avanzando en cada uno de los temas sectoriales, lo que se puede hacer con los recursos, impactando con acciones positivas a la gente, a los ecosistemas, a toda la vida como se da en el territorio.
Va a haber un camino de diálogo intercultural, horizontal, estable, para poder lograr todas esas apuestas. Aquí estamos logrando el mandato constitucional, que es positivizar ese relacionamiento con lo de afuera y lo de adentro. Estamos, con este vehículo, entrando a la autopista material de lo que es la interculturalidad.
Esto sienta un precedente, por ser las primeras ETI y que están ubicadas en la Amazonia, pero los territorios indígenas en el resto del país también tienen esta puerta abierta para formalizarse, ¿verdad?
Sí, claro, es un cúmulo de esfuerzos, no solo en las estructuras indígenas locales, sino también de toda la lucha que ha hecho el movimiento indígena de la Amazonia y el movimiento indígena a nivel nacional. Es un logro de todos los que le han aportado, tanto los que estamos en el presente como los que nos antecedieron, e incluso desde los escenarios de acompañantes y aliados permanentes que han estado en este proceso.
El movimiento nacional, con la movilización a finales de abril y comienzos de mayo, logró una batería de decretos, la cual abre la puerta a toda la Colombia indígena que quiera caminar hasta allá (hasta la formalización) con principio de voluntariedad, de progresividad, de gradualidad. Es decir, esto puede ser un camino y un ejemplo también de gobierno, basado en otros marcos epistémicos y políticos para Latinoamérica y para el mundo.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
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