Las luces artificiales, especialmente las que están en las diferentes ciudades, están afectando los horarios de sueño de algunas especies de aves. Así lo afirman un reciente estudio, publicado en la revista Science, que analizó más de 500 especies de aves diurnas a nivel mundial y encontró cambios importantes en sus patrones de descanso.
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Todo comenzó hace dos años, cuando Brent Pease, profesor de la Universidad del Sur de Illinois en Carbondale (SIU), en Estados Unidos, instaló una computadora con micrófono incorporado en el Centro de Educación al Aire Libre Touch of Nature, ubicado en la institución, para transmitir el canto de las aves en el Edificio de Agricultura del campus principal.
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“Empezamos a ver, en tiempo real, qué aves había en Touch of Nature, justo en nuestro Edificio de Agricultura”, dijo Pease. “Me di cuenta de que había descubierto algo realmente importante para la investigación de la vida silvestre. De repente, no solo sabemos dónde están las especies, sino también cómo se comportan las 24 horas del día, los siete días de la semana”.
Junto con Neil Gilbert, profesor en el Departamento de Biología de la Universidad Estatal de Oklahoma, decidieron centrarse en cómo las aves responden a la contaminación lumínica, es decir, a luz artificial excesiva o innecesaria en el medio ambiente nocturno, “una preocupación creciente tanto para los humanos como para la vida silvestre”, afirmó el docente de la SIU.
Para esto analizaron el comportamiento de 586 especies de aves, gracias a una plataforma llamada BirdNET, una aplicación móvil que identifica especies de aves a partir de sus cantos. Allí depositaron los datos recopilados en la computadora del profesor Pease, los cuales se unieron ha una robusta base de datos existente.
“Esta tecnología diseñada para que la gente observe las especies en sus propios jardines ha recopilado una cantidad de datos sin precedentes desde 2021: más de 1.400 millones de vocalizaciones, de más de 11.000 lugares en todo el mundo”, agregó Pease.
Después de analizar todo estos datos, descubrieron que, en general, las aves vocalizaban durante casi una hora más en presencia de contaminación lumínica. En palabras de Pease, “bajo los cielos nocturnos más brillantes, el día de un pájaro se extiende casi una hora”. Los tiempos reales variaban según la especie.
Ante estos resultados, los investigadores se cuestionaron qué impulsa esta respuesta de las aves. Su primera hipótesis fue que se debía a la sensibilidad de los fotorreceptores de una especie: la vista. Lo cual fue un factor clave, pues las especies con ojos grandes en relación con su tamaño corporal mostraron una respuesta desproporcionadamente más intensa a la luz artificial nocturna. Es decir, eran más sensibles a la luz nocturna que las especies con ojos pequeños.
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Otras aves que también son más sensibles son aquellas que tienen nidos abiertos, hábitos migratorios, amplias áreas de distribución, así como también hay mayores efectos durante la temporada reproductiva.
La pregunta que queda ahora por resolver es si el hecho de que las aves principalmente las que están en las ciudades, permanezcan casi una hora más despiertas, en comparación con las que están menos expuestas a la contaminación lumínica, es algo positivo, negativo o neutral. Los investigadores mencionan que si bien las aves podrían tener más tiempo para buscar alimento y aparearse, una hora menos de sueño podría ser perjudicial para su salud.
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