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En el norte del Cauca, el amanecer tiene un aroma distinto. No es solo el del café recién tostado: es el olor de una transformación silenciosa que nace entre los cafetales y los bosques húmedos que aún respiran. Allí, 390 familias campesinas —en su mayoría indígenas Nasa y Misak—, agrupadas en la cooperativa Comepcafé, han logrado lo que durante años parecía imposible: exportar 26,630 toneladas de café al Reino Unido cumpliendo con los más altos estándares internacionales de trazabilidad ambiental.
El hito no es menor: ahora, cada grano de ese café puede rastrearse hasta una finca que conserva su bosque en pie o que no ha deforestado. Detrás de esa trazabilidad hay familias que decidieron producir sin deforestar, proteger el agua y demostrar que el desarrollo rural puede ser sostenible, rentable y justo. Su historia es un símbolo de lo que el país puede alcanzar cuando la sostenibilidad deja de ser un discurso y se convierte en una práctica cotidiana.
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Un mercado que cambió las reglas del juego
El café colombiano sigue siendo una de las principales fuentes de ingreso rural del país. Entre octubre de 2024 y septiembre de 2025, Colombia ha tenido una producción histórica de 14,9 millones de sacos de 60 kg, con un precio promedio de $2.700.000 pesos por carga. Esto ha beneficiado a más de 557.000 familias caficultoras, que en promedio cultivan 1.5 hectáreas. Siendo así que la dinámica internacional ya no se define solo por la calidad, sino que la trazabilidad ambiental es ahora un requisito para entrar —o permanecer— en los mercados premium.
Es por esto, que, a partir de 2026, la Unión Europea exigirá trazabilidad completa en la cadena del café bajo la norma 1115/2023 de “cero deforestación”. Lo que se traduce en que cada lote de café debe contar con un soporte técnico verificable sobre su origen, uso del suelo, riesgo de deforestación y cadena logística. Para los pequeños productores, ese requisito puede parecer inalcanzable. Pero en Colombia, se está transformando en una oportunidad de oro.
“El riesgo era claro: que miles de familias cafeteras quedaran por fuera del mercado europeo por no tener acceso a herramientas para demostrar la conservación de sus bosques. Pero la historia tomó otro rumbo. En lugar de excluir, la transición hacia cadenas libres de deforestación se convirtió en una oportunidad para modernizar el campo, fortalecer organizaciones y mostrarle al mundo que el café colombiano está preparado para competir con criterios ambientales de alto estándar”, explica Jimena Puyana, gerente del Área de Desarrollo Sostenible del PNUD en Colombia.
Durante décadas, los bosques colombianos fueron vistos como una frontera que debía ampliarse para producir más. Pero ese modelo llegó a su límite. Y hoy, ese paradigma empieza a cambiar. El futuro del desarrollo rural se mide no por cuántas hectáreas se talan, sino por cuántas se conservan mientras se produce. En esa transición, el PNUD Colombia, a través de sus proyectos como ONU REDD, ha impulsado el piloto de Cadenas Cero Deforestación: una iniciativa que une tecnología, política pública y saberes locales para asegurar que los productos colombianos —como el café, el cacao o la ganadería— puedan cumplir con las nuevas exigencias globales de sostenibilidad.
MonBo: la inteligencia artificial al servicio del bosque
Con el apoyo técnico y financiero del PNUD, nació MonBo, una plataforma digital de código abierto y libre acceso, que permite a las cooperativas rurales analizar en tiempo real si sus fincas presentan alertas de deforestación. El sistema, apoyado en inteligencia artificial y datos satelitales, cruza la ubicación de cada predio con mapas oficiales de cobertura boscosa y alertas tempranas.
Si una parcela muestra pérdida de bosque, el sistema permite identificar las causas: puede tratarse de una renovación de cafetales o de un evento real de deforestación. Con esa información, los productores y sus organizaciones toman decisiones preventivas —replantear el manejo del suelo, ajustar prácticas agrícolas, o intervenir antes de que la tala afecte la certificación—.
Lo innovador es que esta herramienta pone el poder de la trazabilidad en manos de los productores locales. Ya no son simples eslabones al final de la cadena, sino protagonistas de una transformación digital y ambiental. MonBo les permite demostrar que su café proviene de paisajes conservados, y abrir así las puertas a mercados que valoran la sostenibilidad.
La herramienta integra:
- Datos satelitales de alta resolución
- Inteligencia artificial para identificar alertas de pérdida de bosque
- Georreferenciación de predios
- Rutas de acopio y transporte
- Protocolos de debida diligencia
- Y un sistema de registro que permite rastrear el café desde la finca hasta la exportación
Su diseño es simple: las cooperativas cargan las coordenadas de cada finca, y el sistema cruza esa información con mapas oficiales de cobertura boscosa y alertas de deforestación. Si se detecta pérdida de vegetación, MonBo identifica si se trata de renovación del cultivo —permitida— o si corresponde a un evento que puede comprometer la certificación ambiental.
“Lo más poderoso es que la tecnología quedó en manos de los productores, no de intermediarios. MonBo les da autonomía, reduce la incertidumbre y abre acceso a mercados que pagan mejor por productos libres de deforestación”, señala Puyana.
Y añade: “Estamos demostrando que proteger el bosque no solo es vital para enfrentar el cambio climático, sino que también es un factor de competitividad para el campo colombiano”.
La trazabilidad que nace desde el territorio
El caso de Comepcafé es hoy el ejemplo más robusto y verificable de producción de café sin deforestación en Colombia.
Fundada en 2010 como una cooperativa multiétnica, la organización se enfocó desde el inicio en comercializar café especial bajo principios de justicia social y ambiental. Obtuvo certificación de Comercio Justo, mejoró su infraestructura de acopio y fortaleció su gobernanza interna. Pero fue con el apoyo del PNUD que dio el salto hacia la trazabilidad completa.
El proceso funciona así:
1. Cada finca está georreferenciada con coordenadas precisas.
2. Cada lote de café mantiene un código único, desde que sale de la finca hasta que llega al centro de acopio.
3. La plataforma MonBo verifica que la parcela no haya perdido bosque después de 2020.
4. El lote viaja con el mismo código durante toda la cadena logística.
5. El sistema genera un “pasaporte ambiental” verificable para exportación.
Este mecanismo permitió que compradores como Bailies Coffee Roasters, en el Reino Unido, validaran que su café proviene de áreas conservadas. El impacto local, además, va más allá del mercado.
Cuando producir también significa conservar
La transición hacia cadenas “cero deforestación” no es solo un esfuerzo administrativo: implica cambiar la lógica productiva. En un país donde la deforestación ha avanzado históricamente sobre zonas cafeteras, conservar el bosque alrededor del cultivo genera beneficios concretos como mantener microclimas que estabilizan la temperatura y la humedad, reducción de la aparición de plagas como la broca, aumenta la disponibilidad de agua para riego y beneficio, mejora la calidad del grano y su puntaje en taza y reduce la vulnerabilidad frente a sequías o lluvias extremas.
“El bosque no es un obstáculo para producir: es un aliado estratégico. Sin bosque no hay agua, sin agua no hay café y sin café se debilita la economía rural”, enfatiza Puyana.
El impacto del Cauca no se quedó en un piloto aislado. El PNUD está escalando el modelo hacia otros territorios.
En Nariño, región de café especial cultivado en suelos volcánicos, varias asociaciones ya adoptan sistemas de georreferenciación, fortalecen sus procesos de acopio y reciben acompañamiento para implementar MonBo. “Esta transición no se impone: se construye con la gente, con su conocimiento, sus ritmos y sus prioridades. Nuestro rol es acercar tecnología, formación y mercados”, asegura Puyana.
En Meta, donde la frontera agrícola y la conservación se cruzan con desafíos, las asociaciones de pequeños productores están empezando a integrar la trazabilidad ambiental como apuesta para acceder a mercados diferenciados.
La meta es clara: convertir a Colombia en un país pionero de cadenas agrícolas libres de deforestación, promoviendo una economía que no solo use los bosques, sino que los regenere.
Es así como el piloto de “cadenas cero deforestación” se alinea con las metas ambientales globales: Acuerdo de París, Declaración de Bosques y Clima de Glasgow y compromisos nacionales de deforestación cero al 2030. Pero, sobre todo, representa un cambio profundo en la relación entre desarrollo rural y conservación.
La apuesta es construir una economía regenerativa basada en tres pilares: 1. Tecnología accesible al pequeño productor. 2. Organizaciones rurales fuertes y democráticas 3. Mercados que valoren la sostenibilidad real, no declarativa.
Lo que está ocurriendo en Cauca, Nariño y Meta demuestra que la producción agrícola puede —y debe— coexistir con la protección del bosque. Que la sostenibilidad no es un lujo, sino una estrategia económica inteligente. Y que los pequeños productores, cuando cuentan con herramientas adecuadas, pueden liderar transformaciones junto al sector empresarial.
“El futuro del café colombiano se escribe cuidando la selva. Cada taza de café sin deforestación es una victoria por los bosques que aún respiran, por las manos que los cuidan y por un país que está demostrando que producir bien es posible”, concluye Jimena Puyana.
Y en ese camino, lo que hoy ocurre en el Cauca no es solo una buena noticia: es una señal de futuro. Una evidencia de que la transición hacia mercados sostenibles no excluye, sino que integra; no frena la productividad, sino que la potencia; no borra la identidad rural, sino que la reivindica.