El planeta cada vez es más consciente de que la manera en que se han venido fabricando los diferentes productos y servicios, tanto en el sistema alimentario como en el de transporte o energía, no ha sido la más amigable con el medio ambiente.
Por esto, desde 2005, la Unión Europea adoptó formalmente el término “bioeconomía” como una alternativa que pretende ayudar a reemplazar los productos que provienen de los combustibles fósiles -como el carbón y el petróleo- y gestionar de forma eficiente los recursos biológicos. Esto busca generar progreso económico y bienestar para la población. (Lea; Carrera contra el tiempo para salvar los bosques y ríos del país)
Hacer ese cambio en la forma de producir no ha sido una tarea fácil, pues requiere diferentes factores, entre ellos impulsar la ciencia y la innovación, algo en lo que es posible que Colombia se está quedando corto, de acuerdo con Felipe García Cardona, gerente del Centro de Economía y Finanzas de la Biodiversidad del Instituto Humboldt, con quien hablamos sobre la bioeconomía en el país.
¿Cuándo empezamos a hablar de bioeconomía en Colombia?
El país se unió al boom de este concepto en 2018. Si bien antes también se hablaba de este tema en ambientes más académicos, en especial en el de la biotecnología, fue hasta ese año que se aprobó el Conpes de crecimiento verde, 3934, que dio apertura oficial al concepto de bioeconomía en la política pública colombiana.
Allí se planteó una definición que tomó muchos elementos de la normativa de la Unión Europea y de la que tiene la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD), pero que también se diferencia de ellas en un elemento: en Colombia se incluye el concepto de biodiversidad. De esta manera, se dice que la bioeconomía “es una economía que gestiona eficiente y sosteniblemente la biodiversidad y la biomasa para generar nuevos productos y procesos de valor agregado basados en el conocimiento y la innovación”. (Lea: Los pasos a seguir para que Colombia proteja sus humedales)
Desde entonces, ¿cómo se ha llevado a la práctica?
Al crear una política pública y quedar planteada una propuesta estratégica, se propuso un camino para su aplicación a partir de una serie de metas en los Planes de Desarrollo. En 2021, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación presentó una misión de bioeconomía para el país, donde quedó incluido el aprovechamiento sostenible de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos como uno de sus cinco componentes. También se incluyó la meta de un agro productivo y sostenible, así como la importancia de generar productos relacionados con la salud y el bienestar, entre otros temas. El actual Gobierno incluyó igual el desarrollo de una misión de bioeconomía y territorio, que aún están trabajando.
¿Cuál es el potencial de Colombia en este tipo de economía?
El país tiene una dotación increíble de recursos biológicos, especialmente con dos elementos que para mí son fundamentales. Primero, tenemos más de 314 tipos de ecosistemas y el 52 % del territorio está cubierto de bosques tropicales, que son aproximadamente 60 millones de hectáreas. Lo otro es la biodiversidad, con cerca de 75.000 especies observadas en el territorio.
¿Y los ríos?
Colombia es un país de una riqueza anfibia muy grande, pero este es un ecosistema que, en función del desarrollo, se ha impactado bastante. En el río Magdalena, por ejemplo, las cantidades de pesca se han reducido en más de un 75 % desde los años 70, y esto ha sucedido por toda la presión que los humanos hemos ejercido sobre esta cuenca. Le hemos apostado a una explotación de recursos pesqueros con especies introducidas, es decir, especies que hemos traído como la basa, la trucha o la tilapia, teniendo en nuestro territorio bagres, bocachicos y especies con grandes potenciales.
En el país tenemos reportadas más de 1.600 especies dulceacuícolas, de las cuales 400 son endémicas, solo están acá en Colombia, eso deriva en posibilidades bioeconómicas no solo con la pesca, sino con los peces ornamentales y el turismo de naturaleza en espacios acuáticos. (Lea: Santanderes, a sumar esfuerzos para no quedarse sin agua)
¿Hay negocios que les apuesten a estas alternativas en el país?
Sí, pero no han sido vistos desde una política realmente fuerte, pensando en la bioeconomía como la posibilidad de generación de ingresos para las comunidades locales y para la inversión de otro tipo de industrias. Por mencionar un ejemplo: en Colombia se ha hecho aprovechamiento de recursos hidrobiológicos que son muy interesantes, uno son los peces ornamentales, que tenemos especialmente en la Orinoquia y que se exportan a mercados como el de Japón. Pero tenemos todavía mucho por investigar y desarrollar.
El turismo de naturaleza asociado a los ecosistemas acuáticos me parece muy importante, porque Colombia en sus cinco grandes regiones, además de la belleza natural de estos espacios, cuenta con una gran cantidad de especies de tortugas, cocodrilos, aves, mamíferos y plantas acuáticas, que hacen que tengamos un potencial tremendo para este tipo de turismo.
¿Qué hace falta para potenciar esa biodiversidad?
Se requiere mucha inversión. La definición de bioeconomía incluye la ciencia y la innovación, lo que no hace referencia a “enviar un hombre a la Luna”, esto consiste en buscar la posibilidad de hacer cosas con los recursos que tenemos en el país, pero de manera eficiente. Desde los territorios tendríamos grandes oportunidades, pero hay que entender que cada departamento es muy distinto el uno del otro, y eso implica que las estrategias deben ser diferentes porque las posibilidades de generar productos y servicios de valor son distintas. Por eso, la bioeconomía debe tener definitivamente un enfoque territorial.
Se habla que la bioeconomía es una herramienta de conservación y uso responsable de la biodiversidad, ¿por qué?
Para responder a eso prefiero partir de un ejemplo. Miremos los bosques, aunque tenemos una gran extensión, al año perdemos una gran cantidad de hectáreas: solo el año anterior perdimos 123.000. Eso representa una muy baja valoración de nuestros bosques, porque hay un gran desconocimiento de las oportunidades que tenemos en ellos, a partir de su aprovechamiento sostenible.
Hay algo que se ha posicionado mucho a nivel global, que son los llamados productos no maderables del bosque, y esto parte de una pregunta: ¿cómo cosechar los bosques sin destruirlos? Estos ecosistemas tienen una gran posibilidad para explotar sus frutos, semillas, resinas, hojas, etc., y de ahí obtener también una gran cantidad de ingredientes naturales que pueden servir para diferentes industrias como la de alimentos, bebidas, nutracéutica, fitoterapéutica y cosmética.
Por mencionar algo más, Colombia tiene aproximadamente 37.600 especies de plantas observadas, de las cuales 7.400 tienen reportados algún tipo de uso. Las comunidades indígenas han vivido de los bosques por siglos, trabajándolos de una manera sostenible sin destruirlos. En el Pacífico, por ejemplo, los bosques han sido una despensa para las comunidades negras de esta región, porque allí sacan alimentos, bebidas, materiales y medicinas. Eso es lo que busca la bioeconomía. (Lea: Manglares: el tesoro de las comunidades del Pacífico colombiano)
¿Qué proyección tiene la bioeconomía en el país?
En la misión de bioeconomía de 2021 se fijó algo muy importante, y es que para 2030 la bioeconomía debe hacer un aporte al Producto Interno Bruto (PIB) de un 10 %. El Ministerio de Ciencia empezó a aterrizar esa meta en las regiones a través de diferentes convocatorias, con un interés muy importante en la generación de empleos basados en esta economía y en el desarrollo de bioproductos.
¿Cómo van los demás países de la región?
Si lo miramos desde unas características similares a las de Colombia, definitivamente Costa Rica, siendo un país tan pequeño, viene trabajando durante décadas desde una visión cercana a lo que es hoy la bioeconomía. Hace un par de años lanzaron su propia estrategia nacional. Es un país que tiene progresos en temas de restauración y conservación que lo hacen un referente, desde mi punto de vista.
Si miramos más las estrategias y el desarrollo de políticas públicas, Argentina es un caso muy interesante. Ellos han hecho adaptaciones institucionales, tienen una Dirección de Bioeconomía en su Ministerio de Agricultura, eso es muy importante a nivel institucional. Brasil también es interesante porque tiene un desarrollo de ciencia e innovación avanzado, y una riqueza enorme tanto de su sector agrícola como del forestal.