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Las empresas pueden contribuir a revertir la pérdida de naturaleza

Este año el Premio BIBO reconoció nueve acciones desarrolladas por empresas e instituciones comprometidas con el medio ambiente. Aquí les presentamos los tres proyectos ganadores en cada una de las categorías.

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03 de noviembre de 2022 - 03:15 p. m.
  Cerrejón, ISA y la Universidad del Norte fueron los tres ganadores del Premio BIBO 2022. / Archivo
Cerrejón, ISA y la Universidad del Norte fueron los tres ganadores del Premio BIBO 2022. / Archivo
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La crisis de pérdida de biodiversidad está agudizando la pobreza, desigualdades y seguridad alimentaria, poniendo en riesgo los medios de vida de millones de personas y la oportunidad de avanzar hacia un desarrollo sostenible y equitativo. Además, el covid-19, a su vez, demostró que nuestra salud depende de la salud de la naturaleza.

Por eso es fundamental que los actores de la sociedad implementen acciones que ayuden a revertir la pérdida de biodiversidad. En este sentido, BIBO y El Espectador reconocieron las iniciativas encabezadas por las empresas e instituciones que aporten un grano de arena a la solución de estas problemáticas.

La edición 12ª de los Premios BIBO recibió 180 iniciativas en las tres categorías: “Naturaleza en positivo”, “Apuesta por un hábitat sostenible y sano”, y “Protegiendo los corredores hídricos”. El Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, The Natura Conservancy y la Fundación Natura fueron los jurados encargados de elegir los nueve finalistas y los tres ganadores en cada una de las categorías. Estos son los proyectos que recibieron la distinción:

Viveros para el bosque seco tropical en La Guajira

Hace 20 años Cerrejón, una de las empresas mineras que explota carbón a cielo abierto en la Media Guajira, inició un proceso de recuperación y conservación del bosque seco tropical, a través de la consolidación de viveros alrededor de la mina. Este proceso les permitió sembrar hace cinco años 50.000 árboles en 12 meses y proponerse la meta de sembrar 500.000 en 2022.

El apoyo de las comunidades del resguardo indígena de Provincial, en el sur de la mina; Paladines, en la cuenca del arroyo Paladines; la Horqueta y Campo Herrera, en el norte, y Los Remedios, en el occidente de la mina, fue clave para superar esa meta y sembrar 600.000 árboles este año.

“El reto principal era, ¿cómo hacemos para que este conocimiento quede en la región? Suena fácil trabajar en un vivero con tres o cuatro especies, pero trabajar con 44 especies de plantas nativas era un reto mayúsculo. En ese sentido, lo que hicimos fue traer diferentes comunidades y comenzar a capacitarlas en las técnicas de vivero”, explica Luis Madriñán, gerente de gestión ambiental de Cerrejón.

En materia ambiental, este proyecto aporta a la recuperación de especies forestales. “Trabajamos con 10 especies que tienen algún grado de amenaza o están en peligro de extinción. Una de ellas es el árbol Carreto, una especie que no se encuentra en el Magdalena, está prácticamente extinta, porque la han acabado al ser madera tan fina. Hoy en día hemos logrado generar bancos de germoplasma de estas especies en peligro de extinción y estamos reproduciéndolas masivamente”, explica Madriñán.

(Lea también: Impuesto al carbono volvería al “bolsillo” del sector ambiental, pero quedan dudas)

Este proyecto, ganador en la categoría “Naturaleza en positivo”, se propuso que dentro de siete años las comunidades puedan producir productos no maderables del bosque, como el aceite de olla de mono, utilizado en la industria cosmética y que proviene de la semilla del árbol Lecythis minor.

Además, esperan sembrar un millón de árboles el próximo año y duplicar esta cifra en 2026. “En una industria que está atacada, como la minería, este tipo de reconocimiento lo que nos permite es mostrar que las cosas pueden hacerse bien, y que si hay un compromiso real por parte del sector empresarial, las comunidades se pueden beneficiar, empoderar”, dice el gerente de gestión ambiental.

Proteger el jaguar y la naturaleza en Latinoamérica

ISA Interconexión Eléctrica, además de ser el mayor transportador de energía eléctrica en América Latina, se ha convertido en un aliado para las comunidades y empresas que quieren emprender proyectos que contribuyan a la conservación de la biodiversidad asociada con el jaguar y el desarrollo de comunidades rurales.

“Con financiamiento económico y apoyo técnico ayudamos para que proyectos de conservación en Latinoamérica puedan certificar y emitir créditos de carbono. La gente cree que cuidar 200 hectáreas de bosque es conservar, pero no necesariamente emites créditos de carbono sobre ese bosque, porque hay que demostrar que existen amenazas para que ese bosque se mantenga en pie y que la labor que haces está garantizando que las amenazas no se materialicen”, explica María Adelaida Correa, directora de sostenibilidad de ISA.

Los créditos de carbono son uno de los tres mecanismos internacionales de descontaminación que sirven para reducir las emisiones contaminantes al medio ambiente. Cada crédito o bono de carbono representa una tonelada de CO2 reducida o removida de la atmósfera.

(Lea: Encuentran una nueva especie de búho en África)

Este proyecto está activo en Colombia, Brasil, Perú y Chile. “Cuando se estaba planeando el programa nos dimos cuenta de que el corredor del jaguar en América Latina coincidía con la infraestructura de ISA en los diferentes países donde estamos, menos en Chile, donde trabajamos con el puma. El jaguar tiene una importancia muy grande desde el punto de vista de los ecosistemas, porque es considerado una especie sombrilla. Si él está bien, el ecosistema que los rodea está bien”, agrega Correa.

Para 2030, ISA espera tener 20 proyectos de carbono andando. Actualmente hay nueve. Asimismo, esperan que estos puedan aportar, durante su ciclo de vida, una reducción de nueve millones de toneladas de CO2.

Tratamiento de aguas grises, una alternativa para el manejo sostenible de estos residuos líquidos

Apoyar el desarrollo de las comunidades del Atlántico, a través de una alternativa para que las personas puedan reutilizar las aguas grises que durante años se han vertido en diferentes cuerpos de agua, generando impactos ambientales negativos, ha sido el principal objetivo del proyecto “Humedales artificiales: una técnica verde para el tratamiento de aguas grises”, desarrollado por la Universidad del Norte, en cabeza de la microbióloga Andrea Monroy Licht y el ingeniero civil Carlos Pacheco.

“Vimos que uno de los problemas directos son las descargas de agua residual. Estas se hacen por muchas razones, una, por ejemplo, porque no hay una cobertura de la recolección de estas aguas en un 100 %, no hay control sobre esas descargas que se hacen en los cuerpos de agua y la falta de educación sobre los impactos que generan esas acciones”, explica la microbióloga.

Partiendo de esta situación, Carlos y Andrea crearon un bioprototipo para el tratamiento de aguas domésticas grises. “Los objetivos del prototipo son dos: no utilizar ningún tipo de energía ni costo alterno al proceso como tal. El otro es partir de un concepto de “economía circular”, enfocado en que las personas puedan reusar lo que tienen en la zona rural para implementarlo. La cantidad de tanques depende de la capacidad de agua que se quiera tratar”, indica Carlos Pacheco.

El proceso, que ya pasó las pruebas de tratar 600 litros de agua, necesita elementos básicos para su funcionamiento: tanques para almacenar el agua, plantas y cloro, lo que permitirá tratar el agua para que pueda ser reutilizada, por ejemplo, en huertas.

“Más allá de lo científico, queremos que el proyecto llegue a todas las personas que sea posible. Por eso pensamos en que los materiales fueran asequibles para todos, porque la ciencia apoya, pero si no está al alcance de todos se pierde su esencia”, señala Monroy. Para el próximo año los investigadores tienen planeado hacer pilotos con las comunidades de los municipios de Baranoa y Puerto Colombia. Esperan que, luego de obtener recursos, puedan instalar el prototipo en 30 casas.

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