Orfa Guerra, campesina y lideresa social, cuenta cómo creció al mismo ritmo que se expandían los cultivos de café en la Sierra Nevada de Santa Marta. Sus padres llegaron a la zona en plena ‘bonanza marimbera’ en los años 70, en la que cientos de hectáreas del ecosistema montañoso fueron transformadas para cultivar marihuana. Luego de su declive, otra actividad empezó a dominar el paisaje: el café.
“Yo nací en la Sierra, que, a final de cuentas, es un territorio de migrantes nacionales que huyeron de la violencia partidista en las regiones del país. Y en medio de ese asentamiento, crecimos con el café, que ha sido una forma de ganarnos la vida y de darnos a conocer”, explica Orfa.
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La actividad a la que se refiere Orfa se ha constituido en un ‘cinturón’ productivo en el lado occidental de la Sierra —también conocido como la zona colona— en el que, según cifras de la Federación Nacional de Cafeteros, hay más de 5.000 familias dedicadas al cultivo de una de las bebidas más populares de todo el mundo y que marca el inicio del día de millones de personas en el planeta.
Esta actividad económica ocurre en un ecosistema clave para la seguridad hídrica de la región. La sierra es la principal fuente de agua para los departamentos del César, La Guajira y Magdalena. De sus montañas nacen más de 10.000 millones de metros cúbicos de agua al año, es decir, 317 metros cúbicos por segundo. Para ponerlo en perspectiva, se estima que el consumo promedio por persona en Bogotá, la capital del país, es de alrededor 10,76 metros cúbicos al mes.
Con esta configuración de ecosistemas clave y de actividades humanas, la Sierra Nevada de Santa Marta es uno de los escenarios más críticos en el país para lograr el desarrollo sostenible en Colombia, en el que es necesario un modelo en el que se protejan los ecosistemas, y se garanticen los medios de vida a comunidades ya afectadas por la compleja historia del conflicto armado.
Con este objetivo, durante los últimos años en Ciénaga, Aracataca y Fundación, tres municipios del cinturón cafetero en Magdalena, el proyecto Paisajes Sostenibles – Herencia Colombia (HeCo) ha realizado acciones, desde 2022, para consolidar la producción sostenible de café en la sierra.
“Hemos realizado capacitaciones, talleres, intercambios, y entregas de materiales para el beneficio del café, entre otras actividades que buscan que los campesinos, que conocen sus ecosistemas, tomen mejores decisiones en sus fincas y que tengan las herramientas para producir sosteniblemente y con los mayores estándares de calidad”, cuenta Martín Gaona, experto en Iniciativas Económicas Sostenibles en FAO Colombia.
El proyecto Paisajes Sostenibles – Herencia Colombia, es una iniciativa coordinada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ejecutado por Invemar y WWF y financiado por Unión Europea. Este busca, en parte, impulsar emprendimientos con el objetivo de contribuir a la protección de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos en las zonas Caribe y Andes Centrales de Colombia.
En sus intervenciones en la Sierra Nevada de Santa Marta (en cuanto a la cadena de valor del café) se han beneficiado a más de 350 familias y 23 organizaciones locales, que ahora tienen más herramientas para adaptarse a un cambiante mercado global del café y para que lideren esfuerzos de conservación en uno de los ecosistemas más únicos y biodiversos de Colombia y el mundo.
Las Escuelas de Campo para mejorar la sostenibilidad y la calidad
Los cultivos de café que crecen en la Sierra Nevada de Santa Marta son, en su mayoría, orgánicos. Esto quiere decir que no se les aplican fertilizantes artificiales y se busca minimizar el impacto en el medioambiente durante el proceso de producción. De hecho, como lo cuenta Richard Almanza, coordinador técnico de la RedEcolsierra, organización de segundo nivel que agrupa a más de 20 organizaciones y más de 300 productores y que es el aliado local en la Sierra Nevada del proyecto Paisajes Sostenibles – Herencia Colombia, “la mayoría de los sistemas cafeteros en la región son sistemas agroforestales, es decir cafetales integrados con especies para generar sombra en los cultivos y aumentar la biodiversidad. De hecho, si usted pasa en un avión no se ven tantas zonas despejadas en los lugares de producción, sino que parecen zonas de monte o rastrojo”.
A pesar de esto, los cultivos de café tienen subproductos, como es el caso de las ‘aguas mieles’, que son los residuos que se generan al momento de lavar el café, que pueden ser altamente contaminantes para el suelo y para las cuencas hidrográficas. Por lo que se requiere de ciertos procesos para mitigar por completo su impacto en los ecosistemas.
Lo cierto es que, si bien la cadena cafetera de la Sierra Nevada de Santa Marta se encuentra bien conectada con mercados internacionales que buscan café orgánico, un diagnóstico de la FAO encontró que estaba teniendo retos para diferenciarse de otras producciones en el mundo
“El problema es que hoy en día que el café sea cultivado de manera orgánica no es suficiente diferenciación para un comprador internacional, sino que además tiene que ser un café de calidad constante y única. Eso requiere de sofisticación de los procesos y capacidad instalada para hacerlo bien”, explica Gaona, de la FAO.
Para abordar esta situación, que tiene componentes ambientales y de producción, desde la FAO se implementaron una serie de Escuelas de Campo (ECA), que es una metodología aplicada por FAO en el mundo desde 1990, con la que se busca una construcción participativa del conocimiento que tenga en cuenta las experiencias territoriales de cada comunidad. Y, en particular, se busca que los participantes, aprendan haciendo y aplicando lo aprendido en sus fincas.
Una ECA, vale señalar, no consiste en una sesión de trabajo, sino que son programas de formación integral, de los cuales se graduaron, en el caso de la sierra, cerca del 80 % de los participantes. En total, se realizaron seis de este tipo de escuelas, en seis veredas de la zona, con programas de formación para productores locales en torno a sistemas agroforestales, gestión integral del paisaje, conectividad, manejo integrado de plagas, manejo de calidad en postcosecha, entre otros puntos.
“Las escuelas fueron realmente muy útiles para capacitarnos en el tema ambiental pero también para dejar de cometer errores por falta de conocimiento. Un ejemplo de lo que empezamos a aplicar es lo que se conoce como micro lotes en las fincas para comercializar cafés especiales y venderlos a precios justos”, cuenta Orfa Guerra, quien participó en las ECA’s. “Además de eso, nos dieron talleres de cata de café para saber identificar productos de buena calidad, y tener una visión integral del negocio. La mayoría de las personas no tomaba de la producción en la que trabajaba””.
Además de esto, también se entregaron dotaciones a los campesinos para mejorar la producción, en particular se entregó un kit de elementos para mejorar los procesos de beneficio y postcosecha.
“Un ejemplo de esto son los medidores de pH, que miden la acidez de las sustancias. Antes los campesinos lavaban el café, y median al ojo cuándo el café estaba listo, ahora con estos medidores, se puede tener la certeza de que el producto está en el punto deseado”, explica Almanza, de la RedEcolsierra que acompañó la realización de los talleres de formación en el territorio.
Por su parte, en alianza con varias universidades locales, se logró formalizar a emprendimientos locales de café, a través de sus inscripciones en cámaras de comercio, el registro de su marca y fortalecimientos organizacionales. En el caso de Orfa, se formalizó la marca Mucafé, que hace alusión a las mujeres de la asociación de productoras de este producto.
“Nuestra asociación nació del tejido social roto que causó la violencia que se registró en la sierra a principio de siglo, por los combates entre diferentes grupos armados que dejaron huérfanos, madres sin hijos y familias incompletas. Ha sido un proceso tan enriquecedor que, eso que nació como un acto de solidaridad y que nos unió, ahora es una marca que podemos mostrar ante el mundo”, explica Orfa.
Además, se logró un acuerdo de comercialización entre varias asociaciones y emprendimientos locales para fortalecer sus procesos de ventas, en alianza con la RedEcolsierra.
Otra de las actividades que realizó el proyecto siguiendo la iniciativa global de FAO de “los doctores del suelo” fueron jornadas de capacitación en temas de análisis cualitativo de suelos de las fincas. En este caso, se socializaron una serie de diagnósticos con metodologías sencillas que permiten a los cafeteros tener una idea de lo que está pasando con su suelo. Además de la formación, se entregaron equipos para medir la acidez del suelo y otros factores.
“Esto les permite conocer su finca y tomar mejores decisiones, porque si bien ellos tienen un conocimiento empírico muy valioso, esto les ofrece herramientas complementarias para que sigan desarrollando sus cultivos, y para que puedan certificar estos procesos”, explica Gaona, de la FAO.
Estas intervenciones hicieron parte de las más de 240 visitas de asistencia técnica realizadas en territorio para aplicar lo aprendido en las ECA y para resolver otros desafíos en los predios individuales de cada una de las personas que participaron.
Por su parte, esta nueva capacidad instalada ha permitido nuevas exportaciones a Canadá y Estados Unidos, así como en la Unión Europea y en Taiwán, además de una mayor capacidad de negociación por el precio por el que se vende el café.
Hacia una mejor conservación
Actualmente, el proyecto Paisajes Sostenibles – Herencia Colombia terminó los procesos de formación en el territorio, pero se encuentra adelantando procesos de restauración ecológica en 35 hectáreas de ecosistemas naturales de la mano de las comunidades locales. Además de esto, se están restaurando fuentes de agua aledañas a las fincas y construyendo ‘cercas vivas’, con especies nativas, para mejorar la sostenibilidad de las fincas.
“Hay un elemento importante que tenemos en estos esfuerzos y es que todas las personas vinculadas al proyecto tienen el compromiso de no aumentar la frontera agrícola, y mejorar su producción en los predios que ya tienen”, explica Almanza, de la RedEcolsierra. “Cada miembro de la comunidad tiene el objetivo de conservar, además, dos hectáreas de ecosistemas a su alrededor.”
De esta manera, la próxima vez que se tome una taza de café, lo invitamos a que apoye a productores locales, los cuales, como en el caso de la Sierra Nevada de Santa Marta, se la están jugando por la conservación de uno de los ecosistemas más importantes del país.
