Si hay un elemento que puede definir a Colombia, ese tiene que ser el agua. Los datos que revela el más reciente Estudio Nacional de Agua (ENA) del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) dan una imagen no solo de la riqueza hídrica del país, que es uno de los que tiene más reservas de agua dulce en el planeta, sino de la variedad de los ecosistemas en donde origina este recurso.
Según lo detalla este informe, en el país hay más de 123.412 hectáreas de lagos y lagunas, siendo el más grande el de Tota, en Boyacá, con una extensión de 5.598 hectáreas. Por su parte, la escorrentía anual, que se refiere a la cantidad total de agua que escurre por la superficie de un territorio en un año —producto de la lluvia y otras formas de precipitación—, es 1.963 kilómetros cúbicos de agua por año.
Estos recursos hídricos, en un país que tiene costas en dos océanos, provienen de múltiples ecosistemas, como los páramos en las montañas de los Andes, en los que el agua brota de los suelos, o de las selvas de la Amazonia, con sus ríos voladores responsables de la estabilidad de estos recursos en las diferentes regiones del país, por solo mencionar dos de las complejas relaciones ecosistémicas que se han consolidado durante miles de años.
Esta riqueza, sin embargo, no siempre se ve acompañada de un uso sostenible de estos recursos ni de bienestar para las comunidades locales, que de hecho están en riesgo. . Según estudios de la Unesco, se proyecta que la población urbana que experimenta escasez de agua se duplique en las próximas décadas, pasando de alrededor de 930 millones en 2016 a entre 1.700 y 2.400 millones para 2050.
Esto ya está ocurriendo en Colombia. Pese a que el país tiene cerca del 5 % del agua del planeta, alrededor del 60 % de su población rural no cuenta con acceso seguro al recurso.
Esta situación es particularmente crítica en la región de los Andes, en particular en la macrocuenca Cauca-Magdalena, que, como contamos en esta nota, es una de las zonas en las que más está en juego el manejo de estos recursos, pues allí se encuentran ecosistemas clave, pero también la mayor presión de las principales ciudades de Colombia. Se estima que en la cuenca Magdalena–Cauca, que alberga ecosistemas de páramos, bosques secos, bosques húmedos y ciénagas, se encuentra el 77 % de la población del país.
Y es en esta zona del país en donde la Fundación Grupo Argos ha desarrollado durante los últimos diez años un modelo en tres cuencas estratégicas: río Claro y río Cartama (Antioquia) y río Saldaña (Tolima), todas dentro de esta macrocuenca.
“Tenemos muchas amenazas considerables en ecosistemas del país que son estratégicos, como, por ejemplo, el registro de cifras de deforestación en el país, que afectan también la estabilidad del agua”, expresa María Camila Villegas, directora de la Fundación Grupo Argos. “Frente a esto, en el país hay varios esfuerzos importantes como el nuestro que, en la última década, viene trabajando con las comunidades para atender esta situación. Ante la magnitud de los retos, no hay otra opción que realizar labores en proyectos de varios años, de mano de las comunidades. Y los resultados de esto ya se ven en los territorios”.
La discusión sobre el modelo que viene desarrollando la fundación cobra relevancia tras la reciente cumbre climática de Naciones Unidas, que dejó varios pendientes en materia de restauración ecosistémica y abrió interrogantes sobre las acciones que deben emprender los distintos sectores para garantizar la protección y el bienestar de los recursos naturales en el largo plazo.
Restauración de ecosistemas vivos y de la mano de las comunidades
Como lo explican los expertos de la Fundación Grupo Argos, el modelo de protección que se ha venido tejiendo en los últimos años es un sistema que integra la restauración de bosques, la recuperación de manglares, la materialización de acuerdos de conservación con campesinos y el rol de la ciencia e investigación en la producción de ciencia y material vegetal.
“Es fundamental entender que como país todavía estamos aprendiendo: proteger el agua no es intervenir ríos, sino cuidar las cuencas como sistemas vivos donde bosques, fauna, comunidades y clima conversan entre sí. Y esa visión integral, compleja, profundamente territorial, está transformando silenciosamente la manera como nos relacionamos con el recurso más esencial del país”, puntualiza la fundación a la hora de abordar el enfoque de su estrategia.
En concreto, las iniciativas de la fundación se han concentrado en el agua y la biodiversidad, y en cómo asegurar un uso sostenible de estos dos elementos. Se trata de una estrategia que abarca tanto la protección de sistemas montañosos hasta las costas marinas, en particular en la región Caribe.
Para poner en perspectiva estos esfuerzos, en los últimos cinco años se han sembrado más de 5,8 millones de árboles nativos, incluyendo especies para bosques andinos, bosques secos y zonas costeras. Por su parte, en los manglares del Caribe, la fundación se ha consolidado como el restaurador de manglar más grande del país, con más de un millón de plántulas sembradas y más de 250 hectáreas de este ecosistema estratégico impactadas.
¿Cómo se han logrado estos resultados? Según detalla la fundación, uno de los elementos clave han sido los acuerdos de conservación, con más de 27.420 hectáreas restauradas y protegidas mediante esta figura voluntaria con campesinos y comunidades rurales. Con estas acciones se ha contribuido a la protección del agua en 23 cuencas hídricas.
“Desde 2018 se han firmado más de 390 acuerdos de conservación con familias campesinas, que aseguran la protección de bosques andinos, húmedos y secos tropicales”, precisa la Fundación Grupo Argos.
Por su parte, en el caso de la costa Caribe, como contamos en una transmisión de BIBO de El Espectador, se ha impulsado un modelo de economía azul en el que, entre otras cosas, se han consolidado emprendimientos verdes tanto para la limpieza de cuerpos de agua como para la siembra de material vegetal y, entre otras cosas, el reciclaje.
“Hoy en día, gracias al apoyo de la fundación y al liderazgo de nuestras familias, tenemos una estación de clasificación y aprovechamiento, una ECA, en la que ya contamos con maquinaria para el manejo de residuos sólidos en las playas de Barú, cercanas a Cartagena, con lo que contribuimos a la protección de estos ecosistemas y a mejorar la calidad de vida de las comunidades”, cuenta Berlis Caraballo, coordinadora de la ECA de Playa Blanca-Cartagena. “Estamos agradecidos y tenemos el sueño de convertirnos en grandes transformadores”.
La innovación detrás de la restauración
Además de los procesos en el terreno y el impulso sostenible a las comunidades locales en estos territorios, también se ha desarrollado un componente de innovación en las apuestas de protección de ecosistemas por parte de la Fundación Grupo Argos.
Uno de estos elementos tiene que ver con el desarrollo de capacidades en los territorios para asegurar la efectividad del proceso de siembra. Esto se logró a través de la construcción en Antioquia del Centro de Investigación de los Bosques del río Cauca (CIRCA), que produce 33 especies nativas y generó 195.500 plantas de bosque seco tropical, uno de los ecosistemas forestales más afectados en Colombia, en su primer año.
El CIRCA se propone producir cada año 500.000 plántulas de especies nativas, fortalecer la conciencia sobre la importancia del bosque seco tropical y otros ecosistemas del río Cauca, y promover la investigación y la educación mediante alianzas con universidades.
Además de esto, la Fundación Grupo Argos también viene adelantando labores para impulsar los procesos en el terreno a través del acceso a las finanzas climáticas disponibles en el país.
En concreto, en alianza con la organización global y acelerador climático Terraformation, inició la operación de su proyecto de bonos de carbono, con el objetivo de acelerar la restauración ecológica en Colombia y contribuir a la mitigación del cambio climático mediante la captura de carbono a gran escala.
El proyecto se desplegará en 1.150 hectáreas donde se sembrarán 2,3 millones de árboles pertenecientes a 88 especies nativas. Esta intervención busca recuperar ecosistemas estratégicos del Suroeste antioqueño y el norte de Caldas regiones que han sufrido pérdida de cobertura boscosa y degradación por distintos tipos de presión humana.
Además de restaurar estos territorios, la iniciativa generará bonos de carbono certificados, lo que abre una vía innovadora para la compensación de emisiones y fomenta la participación del sector privado en la transición hacia una economía baja en carbono.
“No es un proceso que haya sido fácil y nos ha dejado muchos aprendizajes, pues es un mercado que exige bastante. En este momento, tenemos un proyecto en 30 acuerdos de conservación en Antioquia, no solo con comunidades, sino con instituciones públicas y privados, precisa Villegas, de la Fundación Grupo Argos. “Esto es un gran cambio, pues los acuerdos se firman por 40 años y eso implica una consolidación de la sostenibilidad a largo plazo. Esto es solo el inicio, pues también soñamos con consolidar créditos de biodiversidad para fortalecer esta tarea”.
Con esta visión, la Fundación Grupo Argos busca abrir una discusión en torno a cómo proteger las cuencas hídricas en Colombia y lograr una mayor sinergia entre los diferentes actores en el territorio para el bienestar humano.