Durante una expedición reciente a las fosas de Kuriles-Kamchatka y Aleutianas, en el Océano Pacífico, un grupo de científicos liderado por la Academia China de Ciencias descubrió extensos ecosistemas marinos a profundidades que superan los 9.500 metros. En estos ambientes extremos, donde no llega la luz solar y la presión es mil veces superior a la atmosférica, la vida prospera gracias a un proceso conocido como quimiosíntesis.
A diferencia de los ecosistemas que dependen de la fotosíntesis, las comunidades quimiosintéticas se sostienen por bacterias capaces de transformar compuestos químicos como el metano y el sulfuro de hidrógeno en materia orgánica. Este tipo de vida se había observado anteriormente en fuentes hidrotermales y filtraciones frías a profundidades menores, pero su existencia en zonas hadales (por debajo de los 6.000 metros) era casi desconocida.
El hallazgo, publicado en Nature, documenta comunidades dominadas por gusanos poliquetos de la familia Siboglinidae y moluscos bivalvos, distribuidas a lo largo de 2.500 kilómetros en ambas fosas oceánicas. Estas especies simbióticas albergan bacterias en sus tejidos que les suministran nutrientes esenciales. A cambio, los animales proporcionan un ambiente estable para estas bacterias en las condiciones extremas del fondo marino.
Los investigadores utilizaron el sumergible tripulado Fendouzhe, que alcanzó profundidades de hasta 9.578 metros, y recolectaron datos sobre temperaturas, concentraciones de metano y sulfuro, y muestras de fauna bentónica. Su análisis reveló que los fluidos que alimentan estos ecosistemas se originan en fallas geológicas profundas, donde la materia orgánica depositada es transformada microbianamente en metano.
Hasta ahora, solo se habían identificado dos pequeños ecosistemas de este tipo en zonas hadales: uno en la fosa de Japón, entre los 7.300 y 7.400 metros, y otro a 6.400 metros de profundidad. Incluso se había observado material biológico posiblemente quimiosintético en la fosa de las Marianas, a 10.677 metros, pero sin comunidades animales asociadas. La nueva evidencia sugiere que este tipo de ecosistemas podría ser mucho más común en las profundidades extremas de lo que se creía.
Geológicamente, ambas fosas (formadas por la subducción de la placa del Pacífico bajo las placas de Okhotsk y del mar de Bering) son regiones sísmica y volcánicamente activas. Estas condiciones favorecen la aparición de filtraciones de metano y sulfuro, claves para sostener estas formas de vida.
“Este descubrimiento redefine lo que consideramos como los límites de habitabilidad en la Tierra”, señalaron los autores. Además, ofrece pistas clave sobre cómo se comporta el carbono en los sedimentos oceánicos profundos y cómo podría estar conectado con la productividad marina superficial, dado que estas fosas se encuentran en una región del Pacífico Norte especialmente rica en nutrientes.
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