Desde un calentamiento récord hasta “ríos oxidados”, el Ártico está cambiando

El Informe Ártico 2025, en su vigésima edición, muestra que el Ártico está cambiando a una velocidad mayor de la prevista: temperaturas récord, un ciclo del agua más intenso y transformaciones en océanos, ríos y ecosistemas que tienen efectos más allá de la región polar.

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19 de diciembre de 2025 - 05:19 p. m.
Las temperaturas del aire superficial del Ártico durante el último año fueron las más altas registradas desde al menos el año 1900.
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En su vigésima edición, el Informe Ártico (ARC) 2025 ofrece un panorama bastante inquietante de uno de los ecosistemas más vitales del planeta. Los datos apuntan a que el Ártico se está transformando mucho más rápido y con consecuencias de mayor alcance de lo que los científicos esperaban hace apenas 20 años.

Las cifras y datos son evidentes. Las temperaturas del aire superficial del Ártico durante el último año fueron las más altas registradas desde al menos el año 1900. Esto incluyó el otoño, el segundo invierno y el tercer verano más cálidos del Ártico desde ese año, lo que refuerza el patrón ya consolidado de calentamiento regional amplificado. En los últimos 20 años, las temperaturas del aire en otoño e invierno en el Ártico han aumentado más del doble que las temperaturas globales.

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A su vez, el calentamiento del Ártico está haciendo que el ciclo del agua sea cada vez más intenso. Es decir, el agua se mueve más rápido y en mayor cantidad: se evapora más, llueve y nieva más, y aumenta el agua que proviene del deshielo de glaciares y nieve. El estudio agrega que el año hidrológico 2024/2025 fue excepcionalmente húmedo. Tanto, que registró la mayor cantidad promedio de precipitaciones tanto en el total anual como en la primavera, y estuvo entre los cinco años con más lluvias o nevadas en el resto de las estaciones desde 1950

Esto es grave por varias razones. Primero, acelera el deshielo. Más lluvias y temperaturas más altas hacen que glaciares, nieve y permafrost se derritan antes y más rápido. De hecho, el informe detalla que la extensión de la capa de nieve en junio es ahora el 50 % de lo que era en la década de 1960, lo que altera el caudal de los ríos, los procesos de la vegetación, el comportamiento animal y el riesgo de incendios. La pérdida de superficies reflectantes de nieve en junio, cuando la energía solar entrante alcanza su máximo anual, provoca una mayor absorción de calor en la superficie, lo que contribuye a las tendencias de calentamiento.

Segundo, altera ecosistemas frágiles. Muchas especies del Ártico dependen de ciclos estables de hielo, nieve y agua. Cambios bruscos en las precipitaciones afectan la disponibilidad de alimento y las rutas de migración.

Tercero, incrementa riesgos locales. Más agua de deshielo y lluvias pueden causar inundaciones, erosión del suelo y daños a infraestructuras en comunidades árticas, donde carreteras, viviendas y servicios ya están adaptados a condiciones muy específicas. Y cuarto, tiene efectos fuera del Ártico. El Ártico funciona como un gran regulador climático global. Cuando su ciclo del agua y su temperatura cambian, se alteran corrientes oceánicas y patrones climáticos, lo que puede influir en sequías, lluvias extremas u olas de calor en otras regiones del mundo.

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El océano Ártico, de hecho, no se calienta solo por el aumento de la temperatura del aire, sino también porque corrientes oceánicas transportan agua más cálida desde regiones más al sur. En particular, una parte importante de este proceso es la llamada atlantificación, es decir, la entrada creciente de agua del océano Atlántico, más cálida y más salada, hacia el Ártico. Tradicionalmente, el océano Ártico estaba estratificado: en la superficie había capas frías y menos saladas que funcionaban como una barrera, aislando el hielo marino del agua más cálida que se encuentra en la profundidad. La atlantificación debilita esa separación. Al mezclarse más fácilmente las capas, el calor del agua profunda llega con mayor facilidad a la superficie, lo que dificulta la formación y el mantenimiento del hielo marino.

Según el informe ARC 2025, este proceso ha tenido efectos claros en la última década. Por un lado, ha reducido la formación de hielo marino durante el invierno, una etapa clave para la estabilidad del sistema ártico. Por otro, el ascenso de aguas más profundas también trae nutrientes hacia la superficie, lo que favorece una mayor productividad primaria, es decir, una mayor producción de materia orgánica por parte de algas y otros organismos microscópicos marinos.

La atlantificación, explica el estudio, muestra cómo el Ártico está conectado con sistemas climáticos más amplios, en este caso el Atlántico Norte. No es un fenómeno aislado. De hecho, ya se ha detectado más allá del sector atlántico del Ártico, incluso cerca del Polo Norte, y está avanzando hacia Alaska, donde se combina con el calentamiento y la influencia de aguas provenientes del Pacífico.

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Pero no ha sido el único cambio. El calentamiento prolongado del Ártico no solo está derritiendo el hielo, sino que también está provocando cambios químicos y biológicos en sus ríos y suelos. Esto ocurre porque el permafrost —el suelo que normalmente permanece congelado— lleva décadas calentándose y ahora se está descongelando con mayor intensidad. En 2024, los sistemas de monitoreo en América del Norte y Svalbard registraron las temperaturas más altas jamás medidas en el permafrost. Cuando este suelo congelado se derrite, libera minerales y sustancias que antes estaban atrapados, entre ellos hierro. Al entrar en contacto con el oxígeno del agua, ese hierro se oxida y hace que ríos y arroyos se tornen de color anaranjado, un fenómeno conocido por la ciencia como “ríos oxidados”.

El informe documenta, mediante observaciones satelitales, más de 200 ríos y arroyos descoloridos en distintas zonas del Ártico. Este no es solo un cambio visual: esos ríos presentan peor calidad del agua, dice el informe, con mayor acidez y concentraciones elevadas de metales traza tóxicos, lo que deteriora los hábitats acuáticos y afecta a peces y otros organismos. Estos cambios generan una preocupación directa para las comunidades rurales del Ártico, que dependen de esos ríos tanto para el agua potable como para la pesca de subsistencia. Por eso, el informe resalta que se necesita más investigación continua para entender cómo evolucionan estos procesos y cómo proteger la salud humana y los ecosistemas.

“En conjunto, los hallazgos del Informe Ártico 2025 subrayan que los componentes del sistema ártico están cambiando rápidamente y están estrechamente conectados: el deshielo del permafrost influye en la química de los ríos, el transporte de calor oceánico hacia el norte remodela los ecosistemas marinos árticos y el calentamiento generalizado conduce a la borealización de las aguas y paisajes árticos”, se lee en el informe. Se trata de un efecto en cadena: cuando el Ártico se calienta, el suelo congelado se derrite y cambia la composición de los ríos; el océano lleva más calor hacia el norte y modifica la vida marina; y especies propias de climas más templados empiezan a ocupar espacios que antes eran árticos.

“El Ártico se enfrenta a amenazas que van más allá del cambio climático; también es una región donde la preocupación por la salud de los ecosistemas y los contaminantes cobra una gran relevancia. En este sentido, el Ártico ofrece una posición estratégica para abordar la triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación", escriben tres autores del informe, , y , en The Conversation. “Los próximos 20 años seguirán transformando el Ártico, con cambios que se sentirán en las comunidades y las economías de todo el planeta”.

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