Publicidad

Claves para que Colombia avance hacia una agricultura diferente

El desarrollo y la consolidación de la industria de bioinsumos de uso agrícola es una acción muy concreta que le permitiría a Colombia avanzar en la dirección propuesta como “potencia mundial de la vida” y por qué no, como referente global de una nueva agricultura que simultáneamente nutra y sane a las personas y a los ecosistemas.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Claudia Vásquez * y Nicolas Cock **
10 de septiembre de 2022 - 03:12 p. m.
En Colombia, el 59% de las emisiones de gases de efecto invernadero vienen del sector AFOLU, que hace referencia a la agricultura, la ganadería, la silvicultura y otros usos de la tierra.
En Colombia, el 59% de las emisiones de gases de efecto invernadero vienen del sector AFOLU, que hace referencia a la agricultura, la ganadería, la silvicultura y otros usos de la tierra.
Foto: Martin Harvey / WWF
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

* Directora The Nature Conservancy, Colombia

** Embajador FOLU y Presidente, BioProtection Global

Nuestra democracia está lejos de ser perfecta, pero funciona bastante bien. Cada cuatro años, el cambio de gobierno representa una ventana de oportunidad para incorporar nuevas visiones a las políticas públicas del país. La llegada de personas nuevas al poder trae consigo una ola de nuevas ideas y oportunidades. (Lea: El agro está desfinanciado, versión 4.578 millones)

El desarrollo y la consolidación de la industria de bioinsumos de uso agrícola es una acción muy concreta que le permitiría a Colombia avanzar en la dirección propuesta como “potencia mundial de la vida” y por qué no, como referente global de una nueva agricultura que simultáneamente nutra y sane a las personas y a los ecosistemas. La agricultura y la ganadería regenerativa son soluciones basadas en la naturaleza con gran potencial para dejar una huella neta positiva: seguridad alimentaria, re-industrializar el país, aprovechar sosteniblemente su biodiversidad, acelerar el tránsito hacia la bioeconomía, alimentar bien a nuestra población, exportar comida y productos alimenticios sanos, regenerar nuestros ecosistemas y contrarrestar el cambio climático.

El pasado 7 de agosto el presidente Gustavo Petro, en su discurso de posesión, le otorgó al medio ambiente y a la agricultura papeles protagónicos. Y es que, con el estado actual de las cosas, sería impensable que ambos no fueran co-protagonistas de las discusiones políticas del país y del mundo, en especial bajo una mirada histórica que los ha mantenido como antagonistas. Su reconciliación e interdependencia, además de ser un imperativo moral para nuestra propia integridad y supervivencia, representa una inmensa oportunidad para cerrar brechas económicas, ecológicas y sociales, en el marco de un nuevo capitalismo consciente y de las nuevas economías del bienestar.

Un concepto clave, tanto para el nuevo gobierno como para los sectores agrícola y ambiental, es el de la transición. Los cambios no dan espera, pero tampoco pueden ser abruptos ni arbitrarios, pues el resultado podría ser peor. Un buen ejemplo es la necesidad de transformar nuestras actividades agropecuarias hacia modelos más sostenibles y regenerativos. Tanto en su plan de gobierno como en otros espacios, el nuevo presidente ha mencionado que espera fortalecer las economías familiares y campesinas, y que la agroecología es la vía para lograrlo. Nosotros coincidimos.

En Colombia, el 59% de las emisiones de gases de efecto invernadero vienen del sector AFOLU, que hace referencia a la agricultura, la ganadería, la silvicultura y otros usos de la tierra. Nuestros suelos están cada vez más deteriorados y cada día son menos productivos por factores como el uso excesivo de insumos de síntesis química (en su gran mayoría importados y dolarizados), el daño de ecosistemas claves para la salud del clima y del agua, entre otros. . A pesar de algunos avances, el grueso de nuestra producción agropecuaria sigue teniendo impactos nefastos en el ambiente. Una de las prácticas que mayor impacto negativo tiene es la alta dependencia de agroquímicos importados y carbonodependientes para la fertilización y el control de plagas, enfermedades y malezas.

El 98% de la producción de alimentos a nivel global proviene de monocultivos que son altamente dependientes de estos agroquímicos. Para 2018, en Colombia se aplicaban 182 kg de fertilizantes químicos por cada hectárea cultivada, cifra que sigue estando muy por encima del promedio de América Latina y más del 96% de los insumos utilizados en la producción agrícola son de síntesis química, no renovables y altamente dependientes de combustibles fósiles en sus procesos de manufactura y transporte.

El resultado es terrible: mayor erosión de los suelos, menos diversidad biológica, más contaminación del agua, más emisiones de carbono, más residuos tóxicos en los alimentos, mayores costos y menor productividad en el campo. Esto sin contar el impacto que puede llegar a tener en la salud de los colombianos el consumo frecuente de alimentos altamente contaminados con pesticidas químicos. (Puede leer: Diego Bautista es designado como presidente de la Agencia de Desarrollo Rural)

Por eso, resulta urgente transitar hacia el uso de bioinsumos. Pero, ¿qué es eso?

Los bioinsumos son soluciones basadas en la naturaleza, obtenidos a partir de organismos vivos (hongos, bacterias, virus, levaduras, o insectos benéficos) o de biomasa (extractos de plantas o de algas) no modificados genéticamente y que ofrecen las mismas y mejores funciones que los agroquímicos: fertilizar, manejar plagas y enfermedades agrícolas, etc. pero sin efectos nocivos para el ambiente ni para la salud humana, derivados además de nuestra mayor riqueza: la biodiversidad. Colombia puede avanzar hacia una agricultura diferente, que aplique los principios de la agroecología y que fortalezca a nuestros campesinos y productores agrícolas en general si se logra escalar la adopción de estas tecnologías.

Este cambio no puede darse de la noche a la mañana. Basta con mirar hacia Sri Lanka, donde la prohibición de los fertilizantes químicos desató recientemente una grave crisis social. Es necesario hacer una transformación gradual, en la que se proponga el reemplazo progresivo de los agroquímicos más tóxicos y contaminantes (aquellos incluso ya prohibidos en los países donde fueron desarrollados o en los destinos de nuestras agroexportaciones) por bioinsumos que nos permitan una alimentación más sana, consciente y sostenible.

El rol del Estado, liderado por el nuevo presidente, es fundamental. Hoy, los agroquímicos están subsidiados. El pasado gobierno retiró los aranceles para la importación de 39 agroinsumos, entre ellos múltiples fertilizantes químicos. Dejar de subsidiar estos elementos es un paso clave para lograr la transición y para internalizar sus externalidades. Fortalecer la industria colombiana de bioinsumos y permitir la entrada de bioinsumos cuya inocuidad y bajo riesgo para la salud y los ecosistemas ha sido demostrada en múltiples países, será determinante para la competitividad de nuestra agricultura y para acelerar la transición hacia una verdadera revolución verde.

Actualmente, poco o nada se hace cumplir la normativa del Codex Alimentario relacionada con los límites máximos de residuos de pesticidas permitidos y presentes en los alimentos que consumimos los colombianos. Hasta el momento, las únicas normas que se cumplen a rajatabla son las que exigen los países que importan nuestros alimentos, como las de la Unión Europea. Es paradójico que los alimentos que exportamos sean más sostenibles y sanos que los que consumimos los colombianos.

El Estado como gran consumidor de alimentos (a través de los PAES, los hospitales públicos, las fuerzas armadas, entre otros) tiene el poder de generar una demanda importante de productos más nutritivos, saludables y regenerativos. Si el Estado tuviera una política estricta de compra de alimentos libres de o con baja carga de agroquímicos, podría impulsar una transformación significativa en el campo. (Le puede interesar: ¿Cómo espera el Gobierno Petro solucionar el problema de la tierra en Colombia?)

Algunos críticos de los bioinsumos tienden a señalar que esto puede poner en riesgo la seguridad alimentaria mundial. Sin embargo, no olvidemos que el principal problema no es la producción de alimentos, sino que actualmente tenemos un sistema inequitativo de distribución y un alto desperdicio. La transición hacia un sistema agropecuario más sostenible debe pasar también por resolver estos dos puntos. Los bioinsumos, como tecnologías que pueden acelerar esta transición, pueden garantizar que la productividad de nuestros suelos y la salud de nuestros ecosistemas se mantengan en el largo plazo.

En Colombia tenemos condiciones habilitantes para escalar esta tecnología e impulsar esta transición. Ya contamos con una amplia cantidad de bioinsumos aprobados y múltiples fabricantes o exportadores. Ojalá el nuevo gobierno mediante marcos regulatorios pertinentes y proporcionados y políticas públicas adecuadas, aproveche esta ventana que solo se abre cada cuatro años.

🌳 📄 ¿Quieres conocer las últimas noticias sobre el ambiente? Te invitamos a verlas en El Espectador. 🐝🦜

Por Claudia Vásquez *

Por Nicolas Cock **

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.