La Tierra se aproxima a su punto de no retorno

En una prestigiosa revista científica, investigadores advierten que las acciones humanas están conduciendo al planeta a un límite irreversible que tendrá serias consecuencias en las sociedades y en los ecosistemas.

-Redacción Medio Ambiente
10 de agosto de 2018 - 11:54 p. m.
El Amazonas será uno de los ecosistemas que más puede sufrir alteraciones.  / Wikimedia - Creative Commons
El Amazonas será uno de los ecosistemas que más puede sufrir alteraciones. / Wikimedia - Creative Commons

Las advertencias sobre las consecuencias del cambio climático ya las han dicho los científicos hasta el cansancio. Pérdida de biodiversidad, aumento del nivel del mar y migraciones son algunas de las más inquietantes. Un grupo de científicos, sin embargo, acaba de lanzar una alerta que resume los problemas que se avecinan. La Tierra se está acercando a su punto de no retorno, sentencian. (Tortuga en peligro de extinción muere atrapada en basura)

Publicado en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), el estudio advierte que en caso de no cumplir los acuerdos de París, que indican la necesidad de evitar que la temperatura no sobrepase los 2º Celsius, el planeta se enfrentará a una situación irreversible. Su capacidad para cobijar a la población humana se reducirá. (Lea Samoa, el país que funcionará con energías 100% renovables)

“Cruzar el umbral llevaría a una temperatura promedio global mucho más alta que la de cualquier interglacial en los últimos 1.2 millones de años y a niveles del mar significativamente más altos que en cualquier momento en el Holoceno”, escriben los autores en el documento publicado en PNAS.

Más adelante advierten: “Si se cruza el umbral, la trayectoria resultante probablemente cause serias interrupciones en los ecosistemas, la sociedad y las economías. Se requiere acción humana colectiva para alejar el Sistema de la Tierra de este umbral potencial”.

A lo que se refiere el grupo de científicos es a que, luego de sobrepasar ese límite, puede generarse una cascada de eventos que tendrán serios impactos en las sociedades y en los ecosistemas. Un calentamiento de 3º, por ejemplo, podría conducir a la desaparición del 40% de la superficie boscosa del Amazonas. Los incendios y las plagas podrían acelerar aún más este proceso liberando aún más toneladas de dióxido de carbono. O, dicen los autores, el derretimiento del suelo helado de Siberia, Canadá y el Norte de Europa, liberará grandes cantidades de CO2 y el proceso se acelerará.

“En nuestro estudio, señalamos elementos de la maquinaria planetaria que, una vez pasado cierto nivel de presión, podrían cambiar uno a uno de una forma fundamental, muy rápida y quizás irreversible”, dice Joachim Schellnhuber, uno de los coautores, en un comunicado citado por el diario ABC de España. “Esta cascada de eventos podría llevar al sistema planetario a un modo completamente nuevo de funcionar”.

¿Cómo evitarla? La respuesta la escriben los investigadores al final de su artículo: “Evitar este umbral creando un camino de una Tierra estabilizada, solo puede lograrse y mantenerse mediante un esfuerzo coordinado y deliberado de las sociedades humanas para gestionar nuestra relación con el resto del sistema terrestre, y reconociendo que la humanidad es un componente integral e interactivo del sistema. La humanidad ahora se enfrenta a la necesidad de decisiones y acciones críticas que podrían influir en nuestro futuro durante siglos, sino milenios”.

En otro párrafo apuntan: “Sugerimos que se requiere una profunda transformación basada en una reorientación fundamental de los valores humanos, la equidad, el comportamiento, las instituciones, las economías y las tecnologías”.

A sus ojos, los cambios que se avecinan necesitarán estrategias para construir sociedades más resilientes. Algunas “sociedades están iniciando algunas de las transformaciones necesarias. Sin embargo, estas transformaciones todavía están en etapas iniciales”, sentencian.

Entre quienes lo firman, se encuentra Will Steffen y Johan Rockström, de la Universidad de Estocolmo; Katherine Richardson, de la Universidad de Copenhague; Anthony D. Barnosky, de la Universidad de Stanford, y Ricarda Winkelmann, de la Universidad de Potsdam.

Por -Redacción Medio Ambiente

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