Los esfuerzos de Colombia y Brasil por conservar al jaguar en un gran corredor

Hoy se conmemora el Día Internacional del Jaguar, una especie clave para la conservación de la Amazonia y otros ecosistemas que van desde México hasta Argentina. Aunque la extensión de la ganadería y la minería ilegal amenazan a los jaguares en Colombia y Brasil, en ambos países se están concentrando grandes esfuerzos por protegerlos.

María Paula  Lizarazo
29 de noviembre de 2022 - 11:06 p. m.
Un jaguar en el Pantanal, Brasil. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), ya ha desaparecido en un 46 % en sus territorios originales.
Un jaguar en el Pantanal, Brasil. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), ya ha desaparecido en un 46 % en sus territorios originales.
Foto: 20 - Y.J. Rey-Millet - WWF

A unos dos mil kilómetros de Leticia, entre los Estados de Mato Grosso y Mato Grosso del Sur, en Brasil, se ubica la región del Pantanal, que alberga la mayor densidad de jaguares en el mundo. Este felino, que es el más grande de América y el tercero más grande del planeta, habita en 18 países del continente, por lo que puede vivir en bosques tropicales, bosques montanos, sabanas tropicales y hasta manglares.

En Colombia, se encuentra en el Caribe, la Serranía de San Lucas, el Chocó Biogeográfico, la Orinoquía, los Andes y la Amazonia; el 90 % de esta última región está poblada por jaguares (Panthera onca). Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), ya ha desaparecido en un 46 % en sus territorios originales. En Uruguay y El Salvador ya se encuentra casi extinto. Y en el país, el área de distribución de esta especie se ha reducido en un 39 %.

Hoy se conmemora el Día Internacional del Jaguar, un animal muy importante en la cosmogonía de diferentes pueblos indígenas de la Amazonia. Se trata de una “especie sombrilla”, por lo que, su protección implica la conservación de varios hábitats conectados. Al estar en la cabeza de la cadena alimenticia y no tener depredadores naturales, su función es mantener el equilibrio de los ecosistemas. Por cuenta de la pérdida de hábitat y los “conflictos humanos”, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha declarado que es una especie “Casi Amenazada”, lo que significa que no está en las categorías “En Peligro” o “Peligro Crítico”, pero sí cerca de estarlo. (Lea: Desde 2018, menos colombianos se creen responsables de proteger la biodiversidad)

La pérdida de conectividad, causada -entre otros motivos- por la deforestación, la ganadería y la minería en los bosques, es una de las principales amenazas que tienen los jaguares, pues los corredores por los que circulan, que van de México a Argentina, se empiezan a fragmentar y no tienen cómo desplazarse para alimentarse. Pero es importante entender a qué nos referimos con conectividad. Es la característica de un paisaje que permite o no la dispersión de flujos ecológicos en un espacio.

Esos flujos comprenden desde el desplazamiento de animales hasta ciclos bioquímicos (como el del agua), entonces, al perderse la conectividad entre un paisaje y otro y reducir las posibilidades de desplazamiento de los animales, afectando sus flujos genéticos (la reproducción).

En 2013 la bióloga estadounidense Abigail Martin llegó a Mato Grosso. “Quería entender a esta especie y no leer libros sobre ellos”, cuenta. La científica llegó con una idea clara: un proyecto de identificación de jaguares en el Pantanal, con un enfoque que denomina “ciencia citadina”, apoyada en el ecoturismo local y los habitantes de la región. Pero no fue fácil al principio. “Mucha gente tardó un tiempo en aceptarme, no solo porque soy mujer, sino también porque no soy brasileña”, agrega la bióloga.

En 2015, fundó el Jaguar Identification Project (Proyecto de identificación del jaguar) o Jaguar Id Project con el fin de elaborar una base de datos sobre individuos en la región norte del Pantanal. Con ayuda de fotografías tomadas por guías turísticos, el proyecto ha podido identificar jaguares individuales, lo ayudó para crear la Guía de campo del Jaguar, que ahora utilizan guías turísticos y turistas que visitan la región de Porto Jofre (en el Pantanal). “La guía proporciona al espectador directrices de observación de jaguares, que, si se siguen, permiten la menor cantidad de estrés para el animal y la mayor cantidad de seguridad para el espectador” en los casos en los que hay avistamiento de jaguares, comenta la científica.

Junto a Martin trabaja el veterinario Paul Raad. Martin está ubicada en Porto Jofre y Raad en la región de Pocone, un área de Mato Grosso que hasta antes del proyecto no había sido estudiada. Raad explica que la deforestación, la ganadería y la minería ilegal de oro también son las principales amenazas a la conservación del Pantanal, una de las reservas más grandes del mundo de agua dulce, considerado como un hotspot de biodiversidad. En lo que respecta específicamente a la ganadería, ha ocasionado “grandes conflictos entre las personas y los jaguares en los últimos años”. De hecho, uno de los abordajes del proyecto es conversar con las personas de la región sobre la necesidad de conservar el jaguar y no reaccionar en los casos en que ataca al ganado. (Lea: Transformar la ganadería, la tarea de Colombia para reducir las emisiones de metano)

Raad se vinculó en 2022 al Jaguar Id Project, a través de su proyecto de maestría en la Universidad de Sao Paulo. Al llegar a Pocone se esforzó por crear “un vínculo cercano con diferentes propietarios para que formaran parte de un área de estudio, crear un corredor ecológico e instalar diferentes cámaras trampas”, explica Raad. Los investigadores están apostándole a conservar un corredor de 150 kilómetros entre Porto Jofre y Pocone, que hace parte de la “ruta transpantaneira”. Les han pedido permiso a los finqueros de la zona para entrar y poner cámaras trampa en ciertos puntos de la selva. En 25.000 hectáreas ya han instalado alrededor de 50 cámaras que adquirieron por donaciones de turistas en talleres brindados en la Posada Piuval (en Pocone), desde donde trabaja Raad; la Posada es una finca que pertenece a la familia Eubank de Campos desde hace 130 años y en donde, en los últimos 30, han abierto un albergue de observación de vida silvestre.

En el caso de Raad, lo que hace para su proyecto de maestría es estudiar la epidemiología de los jaguares en la región, a través de muestras fecales con las que puede analizar su dieta y los posibles parásitos que tengan, relacionados con las presas que consumen que, en parte, es el ganado de la región. Para esto, la idea es utilizar una técnica denominada metabarcoding, que utiliza códigos de barras que amplifican el ADN de los organismos desde el ADN de la materia fecal, algo que no ha sido aplicado en estudios sobre la salud de los jaguares.

El análisis también sirve para aportar datos sobre la salud del ecosistema y busca hacer estimaciones sobre qué pasaría en caso de que el jaguar desaparezca y no deprede ciertas especies, como los carpinchos. “¿Aumentarían las enfermedades? ¿El ganado tendría nuevas enfermedades? El jaguar no es una amenaza para la economía, es importante porque controla poblaciones de animales. Si el jaguar desaparece, muchas especies se van a salir de control y muchas enfermedades emergentes van a afectar tanto la economía de los ganaderos como la salud humana”, comenta Raad. Ante las pérdidas de ganado que causa el jaguar, lo que Raad y Martin pretenden es vincular a las familias de la región a hacer ecoturismo. “Eso deja mucho dinero y así se podrían recuperar las pérdidas de ganado”.

Desde 2019, Jaguar Id Project trabaja en asocio con el Proyecto Ariranhas (Proyecto Nutria Gigante), para desarrollar actividades de ecoturismo en el Pantanal. “Dado que la nutria gigante y el jaguar ocupan los mismos nichos, ambos son especies en peligro de extinción y son un animal preciado para ver en la naturaleza por los entusiastas de la vida silvestre, podemos trabajar juntos para lograr el mismo objetivo”, dice Martin. (Lea: Producción de palma aceitera pondría en riesgo la biodiversidad de África y América Latina)

La científica resalta la importancia del trabajo colaborativo, entre organizaciones y comunidades, para lograr la conservación. “Nuestra intención es asegurarnos de que la presencia del turismo no afecte negativamente a la vida silvestre, sino que a su vez la apoye tanto directa como indirectamente”, apunta. Su objetivo a largo plazo es lograr proteger un corredor que albergue el Pantanal completo. Y lo ideal, agrega Raad, es que “el jaguar logre transitar desde México hasta Argentina”. Esa es la meta del Plan Jaguar 2030, promovido por Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) y las organizaciones Panthera, Wildlife Conservation Society y WWF.

Los corredores del jaguar en Colombia

Colombia hace parte del gran corredor del jaguar que va del norte al sur del continente. Aquí también se han desarrollado proyectos para conservar esta especie. En 2018, después de firmado el Acuerdo Intergeneracional por la Conservación del Jaguar, comunidades campesinas gestionan un corredor en las sabanas del Yarí (Meta y Caquetá), que alberga 150 mil hectáreas y conecta los Parques Nacionales Naturales (PNN) Tinigua, Serranía de La Macarena y Chiribiquete. Desde entonces, cuarenta familias campesinas trabajan en la restauración de más de 60 mil hectáreas de este corredor. Ya han sembrado más de 50 mil árboles y tienen proyectado sembrar 80 mil más.

Esta iniciativa se dio en el marco del proyecto Amazonía Sostenible para la Paz, financiado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (Gef, por sus siglas en inglés) y ejecutado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) y otras organizaciones aliadas, como WWF Colombia.

En 2021, la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico (CDA) recibía quejas de la comunidad sobre ataques de jaguares al ganado en el Guaviare, que conforma la principal economía del departamento, por lo que las mismas organizaciones acudieron a replicar la iniciativa del Yarí. Se diseñó un corredor de unas 100 mil hectáreas que conecta al PNN Sierra de La Macarena con la Zona de Reserva Forestal Protectora Serranía de La Lindosa – Angosturas II, las Sabanas de la Fuga, los humedales del río Guaviare y limita la Reserva Nacional Natural Nukak.

Para esto, las organizaciones campesinas Fantasías de Cerro Azul – Puerta del Chiribiquete, Corporación Corredor del Jaguar, Asoflofagu, Comguaviare, Econare y firmantes del Acuerdo de Paz empezaron a monitorear los bosques con cámaras trampa, registrando no solamente individuos de esta especie, sino otros felinos como el león (Puma concolor), perro de monte, yaguarundi (Herpailurus yagouaroundi) y dos especies de tigrillos (Leopardus pardalis y Leopardus wiediicolomb).

Según WWF Colombia, con estos corredores se busca no sólo conservar los jaguares sino garantizar su supervivencia en el tiempo, por lo que las iniciativas incluyen un enfoque para “reducir los conflictos entre humanos y jaguares, abordando soluciones prácticas, como instalar cercas eléctricas para cuidar al ganado”.

Con los datos recolectados con el monitoreo buscan que los residentes desarrollen actividades de ecoturismo, algo similar a lo que ocurre en el Pantanal. En últimas, el objetivo es el mismo que tienen Martin y Raad en Brasil. “Este trabajo en Guaviare hará parte de los esfuerzos paralelos por un corredor más amplio que se extiende desde México hasta Argentina”, señala WWF.

*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team

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