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“Nos encontramos con muchas sorpresas al analizar los datos. Es una tendencia realmente sorprendente”.
La frase se la dijo al diario The New York Times, Jens Sondergaard, investigador en ciencias ecológicas de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca. Es una buena manera de sintetizar el estudio que él lideró y que fue publicado hace un par de días en Nature Comunications. En él demuestran que algo preocupante está sucediendo con el mercurio en el Ártico, una región donde habitan osos polares y ballenas dentadas.
(Lea Una mina de mercurio y una grave intoxicación de la que poco se sabía en Colombia)
Tras monitorear la presencia de mercurio en varios animales en los últimos 40 años, detectaron que, contrario de lo que esperaban, las concentraciones no estaban disminuyendo en varias especies, sino aumentando. Y eso es inquietante, como advirtió en un comunicado Christian Sonne, de la Universidad de Aarhusen y otro de los autores del estudio, porque “el mercurio afecta el sistema inmunológico, la reproducción y posiblemente las funciones sensoriales de los animales, lo que puede afectar su supervivencia”.
Para llegar a esas conclusiones, el equipo de científicos analizó más de 700 muestras, incluyendo tejidos de osos polares, focas y peces, para identificar isótopos del mercurio, que funcionan como una especie de “huellas dactilares” que permiten saber cuáles han sido las vías de transporte de mineral.
Lo que hallaron es que, todo parece indicar, que las corrientes oceánicas están llevando ese elemento hacia ese territorio que, en teoría, debería estar libre de él. De hecho, explican en el comunicado, en el océano el mercurio puede permanecer, incluso, por más de 300 años.
“El transporte de mercurio desde fuentes importantes como China hasta Groenlandia a través de las corrientes oceánicas puede tardar hasta 150 años”, dijo Rune Dietz. “Esto ayuda a explicar por qué los niveles de mercurio en el Ártico no han disminuido”.
Eso también ayuda a entender por qué motivo hay más concentraciones en esa región, pese a que desde 2013 empezaron a hacerse esfuerzos globales por abandonar el uso de mercurio, a través del Convenio Minamata. En Colombia, de hecho, quedó prohibida su utilización en el sector minero desde 2018, aunque muchos mineros ilegales continúan utilizándolo.
La otra inquietud que tienen los autores del estudio de Nature Comunications tiene que ver con las comunidades humanas que viven en el Ártico. Muchos de sus integrantes aún se alimentan de varias especies que pueden estar contaminadas con mercurio. Al llegar a los seres humanos, en forma de metilmercurio, ese metal también es altamente tóxico: hoy la Organización Mundial de la Salud lo clasifica entre las diez sustancias químicas más preocupantes para la salud pública, pues puede afectar el sistema nervioso, el sistema digestivo, los riñones, la piel o los ojos.
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