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Un problemático cangrejo que se metió hasta en las alcantarillas de Bogotá

El cangrejo rojo americano, que en Estados Unidos se convirtió en un popular ingrediente, está causando serios problemas en Colombia, donde se ha convertido en una pesadilla desde que se le escapó incidentalmente a un empresario. Un grupo de científicos acaba de hacer la primera estimación de su población en el Parque Simón Bolívar, en Bogotá, y sus resultados los dejó muy inquietos. Puede ser una amenaza para otras especies.

Juan Pablo Correa

16 de abril de 2022 - 09:00 p. m.
El cangrejo rojo americano tiene un tamaño promedio en adultos de 12 cm, aunque hay registros de hasta 20 cm. / Ada Acevedo-Alonso
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Si hay que pensar en una especie que haya conquistado el mundo, esa podría ser el cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii). Aunque es originario del sur de Estados Unidos y el noreste de México, está presente en la mayoría de los continentes, excepto en la Antártida y en algunas partes de Oceanía, como Australia. Se extendió por todo el globo porque los seres humanos pensaron que era una gran idea para satisfacer la demanda de proteína.

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A Colombia llegó en 1985 porque la empresa Agropecuaria Heliodoro Villegas Sucesores S. A. lo introdujo como especie experimental con el permiso sanitario del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) O. N. 867-85t. Su objetivo era observar la reproducción del cangrejo rojo en cautiverio. “La especie llegó por su crecimiento veloz, su aporte de proteínas y su resistencia a condiciones ambientales adversas. Se quería fortalecer la seguridad y la soberanía alimentaria con este animal”, recuerda Vladimir Rojas, biólogo marino e investigador en Wildlife Conservation Society (WCS).

Sin embargo, tres años después de su ingreso al país, empezaron los problemas. Como quedó consignado en un artículo publicado en 2011 en la revista Biota Colombiana escrito por Pablo Emilio Flórez-Brand y Javier Ovidio Espinosa-Beltrán, hubo una fuga accidental que desencadenó una tragedia que hoy tiene muy inquietos a quienes estudian a esta especie. “Se regó porque el Valle del Cauca ofrece condiciones perfectas para su reproducción, como la red de interconexión de drenajes, ríos y quebradas y condiciones de temperatura homogéneas”, dice Rojas.

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El asunto hoy es tan grave que las Corporaciones Autónomas Regionales aseguran que el cangrejo rojo ya está presente en los departamentos de Cundinamarca, Boyacá y Valle del Cauca. Incluso, les preocupa que pueda estar hasta en las alcantarillas de Bogotá, pues han llegado a ver ejemplares en las actuales construcciones de la avenida 68. El otro punto que los tiene nerviosos es que, además, este espécimen podría desencadenar un problema de salud pública.

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Es difícil saber con precisión la cantidad de individuos que hay ahora en algunos puntos del país, que pueden estar afectando a otras especies y a varios ecosistemas, pero un grupo de investigadores ya tiene los primeros indicios. Sus resultados, como era de esperarse, son alarmantes.

“Nosotros hicimos las primeras estimaciones poblacionales de esta especie en el país. Aunque tenemos que hacer la salvedad de que son datos que obtuvimos de supuestos, esta información nos permitió concluir que en el Parque Simón Bolívar, en Bogotá, la abundancia del cangrejo, dependiendo de la temporada del año, puede estar entre 229.000 y 461.000 animales. Es un número elevado para una especie invasora que está en un parque. Si para nosotros es crítico, que no tenemos los valores de biodiversidad de un humedal, lo que puede estar pasando allí es impresionante”, dice Patricia Bejarano.

Bejarano es bióloga y una de las científicas que se instaló en el laboratorio que construyeron en el Parque Simón Bolívar para conocer cómo se comporta esta especie en el lago y las medidas que podrían implementar para ejercer un adecuado control. Se ubicaron allí, con la ayuda del Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IRDR), para evitar transportarlos y eliminar cualquier riesgo de fuga y dispersión. Este proyecto hace parte de una iniciativa que busca convertir el Simón Bolívar en el primer parque carbono neutro de América Latina.

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Según las investigaciones que se desarrollan en el laboratorio, en los momentos de lluvia hay un aumento significativo de cangrejos. “Sus épocas reproductivas están marcadas por estaciones, pero en Colombia no hay; entonces tienen más tiempo para reproducirse, y eso es un gran problema”, dice Bejarano. Un problema que se replica en varias partes de Colombia.

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De un ingrediente a un problema en Colombia

Al popular cangrejo rojo americano también lo conocen como el cangrejo rojo de Luisiana, el camarón rojo, el camarón diablo o la langostilla de río. Su fama la ganó por su capacidad de adaptabilidad en países como España, Japón, Hawái y República Dominicana, y por convertirse en una proteína indispensable en el menú.

La producción de estos animales para el consumo humano, explica el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por su sigla en inglés), está centrada en un 93 % en el estado de Luisiana. Para que darse una idea, en 2018, de las 482 granjas de cangrejos de río del país, 449 estaban ubicadas en ese estado, y una gran parte eran del “Procambarus clarkii”.

En 1987, la época en la que fue introducido a Colombia, Luisiana cultivaba el 90 % de los cangrejos de río que se consumían en el mundo. Dos décadas después, en 2007, generaron un total de 55.000 toneladas y varios millones de dólares. Esto explica por qué muchos “emprendedores” intentaron introducirlo a sus países.

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Este cangrejo, que parece una langosta, tiene la habilidad de hacer galerías (huecos) de 1,5 metros de profundidad y hasta un km de largo, desovan entre 200 y 700 huevos al año, pueden habitar cuerpos de agua y caminar hasta cinco km por fuera de ella y son, como los llaman los biólogos, “omnívoros oportunistas”; es decir, capaces de comer casi cualquier especie animal o vegetal que se le atraviese.

Tienen otra característica que los hace poco controlables. En la ecología existe la teoría de supervivencia r/K. La “r” se caracteriza por la reproducción numerosa de descendientes y la dedicación de poco tiempo y energía en ellos; y la “K” consiste en crías dependientes de sus padres por largos períodos de tiempo para completar su desarrollo, como ocurre con la mayoría de mamíferos. En el caso de este, aunque tienen una estrategia tipo “r”: rápida y de numerosas crías, también existe un cuidado parental, lo que asegura mayor supervivencia y un gran problema para el control de su población.

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Esa particular característica ha hecho que el cangrejo rojo haya invadido Colombia a una gran velocidad. Para Ada Acevedo Alonso, bióloga de la Corporación Autónoma de Boyacá, la situación es muy grave. Si bien, hay reportes oficiales del cangrejo desde 2005 en Cundinamarca y desde 2012 en Boyacá, Acevedo cree que el cangrejo rojo lleva más tiempo habitando estas zonas. “Se nota porque están muy cómodos y se adaptaron bien, y eso lleva tiempo”, añade.

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En Bogotá, por ejemplo, además de los registros en los parques Simón Bolívar, hay en los parques Timiza y Tunal, así como varios humedales como el Juan Amarillo. Su presencia allí es preocupante, porque son ecosistemas que albergan múltiples especies endémicas y se comportan como reservorios de agua y agentes contra el cambio climático, así como los ríos y lagunas que están afectando en los departamentos de Valle del Cauca y Boyacá.

Según John Sánchez, profesional del grupo de Biodiversidad de la Dirección de Recursos de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), el cangrejo rojo americano está presente en la cuenca del río Sumapaz y en la cuenca del río Bogotá, en los municipios de Fusagasugá, Cajicá, Chía, Chocontá, Gachetá, Guatavita, Guasaque, Saboyá, San Miguel de Sema, Sopó, Suesca, Tocancipá, Ubaté y Chiquinquirá.

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“El problema con este cangrejo es que afecta la calidad del agua, pone en peligro las especies endémicas y reduce la población de peces porque lo que no se come, lo pica y lo mata”, dice Acevedo.

En los ríos cercanos a Palmira, Valle del Cauca, se redujo significativamente el número de mojarras y buen pescado, dice Robinson Montenegro, un habitante y pescador de la zona. “Ahora solo hay ese cangrejo. Uno tira la atarraya y lo primero que sale es ese animal. Eso nos perjudica porque ya no tenemos tantos peces para consumir o vender”, dice.

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En el Valle del Cauca a los expertos les preocupa que pueden desestabilizar el sistema de producción piscícola-agrícola. Este funciona a través de piscinas al ras del suelo y con diques. El cangrejo rojo americano anida en las paredes y debilita los cimientos. “Nosotros tenemos certezas frente a esto. Este cangrejo pone en riesgo todo un ecosistema porque genera inestabilidad de infraestructura. Además, están en todo el valle geográfico en el eje del río Cauca”, explica el investigador de la WCS.

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¿Un problema de salud pública?

Si bien en el laboratorio del Simón Bolívar están intentando crear una harina con la biomasa de este cangrejo para el consumo de mascotas, este grupo de científicos se aseguró de revisar que el alimento estuviese libre de patógenos y confirmó su valor nutricional, procesos que requieren tiempo e inversiones económicas que en otras partes del país no se están cumpliendo.

Martha Rocha Campos, carcinóloga (bióloga experta en crustáceos) y profesora de la Universidad Nacional, alerta que esto se puede convertir en un problema de salud pública en cualquier momento. Como le contó a El Espectador, en un experimento descubrieron la inmunidad del cangrejo rojo a un hongo que podría ser peligroso para la salud de las personas.

“Pusimos en contacto en un laboratorio al cangrejo rojo americano y al cangrejo sabanero (Neostrengeria macropa), una especie endémica de Bogotá. Al otro día todos los cangrejos sabaneros amanecieron muertos. Cuando revisamos qué había pasado, observamos una capa blanca y nos dimos cuenta de que era un hongo. El problema es que el cangrejo rojo es inmune y consumirlo podría ser un riesgo sin las pruebas necesarias”, explica Rocha.

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En 2018 un grupo de científicos publicó un artículo en la Revista Colombiana de Ciencias Pecuarias que corrobora la situación que observó la profesora Rocha. Según los investigadores, la presencia de un hongo llamado Paragonimus en el cangrejo rojo americano fue de 36,4 % en comparación con el cangrejo sabanero, que fue solo del 17,2 %.

Este endoparásito (que habita dentro de su huésped) tiene la capacidad de infectar humanos en todo el mundo y la principal forma de transmisión es mediante el consumo de crustáceos crudos. Los síntomas incluyen tos crónica, dolor torácico, disnea y hemoptisis. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año es la causa de la pérdida de dos millones de años de vida por discapacidad y muerte en todo el mundo, junto con un grupo de parásitos transmitidos por alimentos zoonóticos.

“La preocupación de la autoridad ambiental no es solo porque afecte el hábitat, sino que se sabe que esta especie es objeto de consumo humano. En especial como brebajes afrodisíacos que muchas veces se consumen crudos. También hay que revisar si poseen metales pesados”, explica John Sánchez.

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Otras autoridades están intentando controlar la especie, como la Corporación Autónoma del Valle (CVC) y la Corporación Autónoma de Boyacá (Corpoboyacá), pero coinciden en que la alerta debe ser nacional.

Más y más problemas

Para terminar con este cultivo de problemas, según la profesora Rocha, Colombia es el segundo país más biodiverso en especies de cangrejos de río. “Tenemos un 80 % de especies endémicas; es decir, son exclusivamente nuestras. Hay algunas que no hemos vuelto ni siquiera a ver”, dice.

En Bogotá, habita una de esas especies endémicas que está en categorizada “en peligro”, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), no solo por su consumo indiscriminado, sino también por la contaminación en la cuenca del río Bogotá y la amenaza de la especie invasora Procambarus clarkii. Se trata del cangrejo sabanero.

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Además, dice la bióloga Ada Acevedo, los cangrejos de río son bioindicadores de la calidad del agua porque filtran sedimentos, ayudan a procesar la hojarasca y son presa de varios animales, situación que contribuye a las cadenas tróficas. “También son un recurso valioso en los bosques, porque tienen un pseudopulmón que les permite habitar estos ecosistemas. Cualquier amenaza para estos animales es una pérdida indispensable en todos los ecosistemas del país”, añade.

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En definitiva, dice Bejarano, al cangrejo rojo americano hay que capturarlo porque es una especie que acaba con todo y afecta la calidad del agua, siempre y cuando sea en condiciones éticas de sacrificio para que la especie no sufra. “Además, cuando se presiona una especie invasora con capturas, una de las respuestas es que se dispare la reproducción. Por eso, hay que ser cuidadosos, no se pueden capturar en masa, debe ser a partir de ajustes y en debida proporción”, explica.

Por su parte, el Ministerio de Ambiente está adelantando la gestión para incluir al cangrejo rojo americano en el libro de especies invasoras, que está próximo a ser publicado para consulta pública. Hasta la fecha, la CAR ha avanzado en el Plan de Prevención, Control y Manejo del Procambarus clarkii.

Por Juan Pablo Correa

Periodista y antropólogo de la Universidad Javeriana, con énfasis en temas en medio ambiente y salud.@jpablocorreapjcorrea@elespectador.com
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