Existen miedos propios y miedos aprendidos o adquiridos. Como cuando alguna caricatura en la televisión nos convenció sobre el mal sabor del brócoli y, de pequeños, le huíamos sin haberlo probado antes.
Los miedos hacen parte de nuestra arquitectura emocional y psicológica como seres humanos, pero a veces crecen tanto que derivan en ansiedad o fobias que nos alertan más de la cuenta: nos hacen imaginar mil escenarios ante esa sensación de peligro o poca seguridad.
El embarazo es uno de esos terrenos desconocidos que puede generar más preguntas que respuestas, sobre todo si se es mamá primeriza. Y el temor más mencionado —aunque haya otros mil— es el del momento del parto.
¿Por qué se genera el miedo al parto?
Las razones más comunes se relacionan con el dolor del proceso de dar a luz, con la posibilidad de que el bebé no nazca sano, con historias (a veces bastante delicadas) que otras mamás comparten y con esas responsabilidades que aparecen y se convierten en culpas, como si de alguna forma la salud del bebé dependiera únicamente de la mujer en ese instante.
También puede surgir por pensar que no se hará “bien”, que el proceso será muy largo. Y, en el escenario más drástico —que además aparece en nuestra cultura, sobre todo en películas y series—, por pensar en la muerte de la madre o tener que elegir entre su vida y la del bebé.
Cuando este miedo se vuelve desmedido, se denomina tocofobia, y puede provocar niveles de ansiedad elevada, ataques de pánico, mayor riesgo de depresión o incluso evitar el embarazo aunque exista un deseo genuino de ser mamá.
María García (matrona, profesora de yoga gestacional, enfermera) y Elena Pajuelo, también matrona y mamá de tres niños, compartían en un episodio de su podcast La revolución madre —que dejaré al final de esta nota y en el que se escuchan sus propias reflexiones como profesionales que acompañan procesos de parto respetuoso— que el ejemplo para explicar lo que sucede puede ser el de una ratoncita en el campo.
La ratoncita embarazada comienza a sentir las contracciones y busca un sitio para tener a sus bebés, pero, si aparece un depredador, el proceso de dar a luz se desregula y se frena. El mecanismo de supervivencia pone todo en pausa porque “el cuerpo y la mente entienden que no es un lugar seguro”, como aseguran ambas.
En el caso humano, el depredador es la angustia, la ansiedad. Durante el trabajo de parto, hace que la oxitocina que debería aumentar, baje, y permite que la adrenalina suba. También se activa el neocórtex, responsable de los pensamientos, y si no pueden ordenarse, bloquean la reacción del cuerpo.
Entonces… ¿qué puede ayudar?
1. Poner en palabras aquello que asusta
Elena propone darle un nombre a esos pensamientos intrusivos que revolotean en la cabeza. Después, imaginarlos como si fueran una figura: darle color, forma, peso. Y luego, en un ejercicio de respiración guiada, visualizar que todo se lanza al mar y desaparece. Aunque parezca simple, ayuda a sentir que la gestión emocional es propia.
Las matronas explican que las palabras de afirmación —aunque suenen alejadas de lo científico— y los ejercicios conductuales permiten que la futura mamá sienta control y más tranquilidad.
2. Revisa algunos detalles del parto con anticipación
El portal El parto es nuestro, en España, dice que una forma de reducir temores es conocer bien cómo se desarrolla el proceso. Además de entender el cuerpo, sus puntos débiles y su umbral de dolor, también ayuda tener una noción del lugar donde se dará a luz, cuánto se demora el trayecto de la casa al hospital o clínica, qué debe ir en la maleta, los números de emergencia, si la pareja puede entrar para hacer compañía, etcétera.
De alguna manera, esto aporta una sensación de seguridad y permite percibir que la mayoría de las cosas están bajo control. Es una forma de disminuir parte de la presión existente. Sin embargo, es un ejercicio que debe hacerse con calma, ítem por ítem. Sobrepensar cada detalle podría producir el efecto contrario al deseado.
3. Buscar ayuda psicológica
Cuando el temor toma un tamaño que ya no deja avanzar, recurrir a profesionales de salud mental no es exagerar ni anticiparse, mucho menos un signo de debilidad. Entre más herramientas se tengan desde el inicio del embarazo, algunos miedos se irán disipando; otros no, porque sigue siendo humano sentir incertidumbre, pero al menos podrán manejarse con apoyo externo.
La terapia también ayuda si el origen del temor tiene lugar en experiencias pasadas que aún no se han trabajado.
4. Practicar yoga prenatal y técnicas de relajación
Además de los beneficios físicos, estas prácticas ayudan a controlar el aire, no solo para pujar, sino para que los nervios no hagan olvidar funciones básicas como respirar, cosa que puede ocurrir cuando la ansiedad se dispara. El cuerpo recuerda las sensaciones de tranquilidad si se han trabajado con frecuencia. Y ya en el proceso, explican las matronas, es más fácil identificar qué activa la ansiedad y usar la herramienta que ya se practicó antes.
A propósito, compartimos información que complementa este último punto: Beneficios del yoga en mujeres: ¿para qué sirven sus ejercicios?
🎙️ (Aquí el episodio del que les hablé para que, quienes deseen, puedan escucharlo):
Cada mujer vive el embarazo de manera distinta. Hacer preguntas, apoyarse en información confiable y buscar ayuda hace que la experiencia no se sienta tan desbordada y evita normalizar el miedo cuando empieza a ocupar demasiado espacio en la mente. Con las herramientas adecuadas, es posible transitar la maternidad con más seguridad y menos ansiedad frente a lo desconocido.
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