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¿Qué es la agorafobia? Los síntomas y causas más comunes, según expertos

El miedo intenso a ciertos espacios o situaciones puede ir más allá de la simple ansiedad. Malas experiencias, pasar por situaciones incómodas o genética, son algunas de las causas.

Diana Marcela Restrepo Cortés

19 de julio de 2025 - 08:00 a. m.
Proviene del griego ágora (plaza pública) y phobos (miedo). Se usó originalmente para describir el temor irracional a espacios abiertos o concurridos. // Pixabay.
Foto: Pixabay
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La agorafobia es el “miedo a estar en lugares o situaciones de los cuales pueda ser difícil o embarazoso escapar o en los cuales pueda no disponerse de ayuda en el caso de tener un ataque de pánico o síntomas similares a los del pánico”, así la define la American Psychiatric Association.

De acuerdo con el doctor Arturo Bados López, psicólogo clínico de la Universidad de Barcelona y experto en TCC (Terapia Cognitivo-Conductual), la agorafobia generalmente es una consecuencia de la crisis de pánico en la que el sujeto, al no ser capaz de explicar por qué le sucede, termina asociando los ataques con la situación actual en que se halla y comienza a evitarla.

“No solamente pueden ser sitios públicos, sino también, específicamente, el transporte público o ciertos lugares que, incluso para las personas, ya se puede convertir como lugar de trabajo”, señaló Juliana García Bernal, psicóloga clínica del consultorio Psicólogo en Bogotá.

En muchos casos, la agorafobia se manifiesta luego de episodios repetidos de ataques de pánico. De hecho, según la psicóloga, “antes de ser agorafobia, se traslada a tener ataques de pánico”, lo que lleva a desarrollar conductas evitativas que afectan significativamente la vida diaria y la toma de decisiones, generando incluso sentimientos de vergüenza o aislamiento.

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El Estudio Nacional de Salud Mental de Colombia (ENSM) identificó que la agorafobia se manifiesta a edades tempranas, con una edad promedio de inicio de 16 años. Además, se ha encontrado una alta comorbilidad entre la agorafobia y otros trastornos como depresión, fobia social e incluso, en algunos casos, ideación suicida.

Por otro lado, Duvan Steven González Aristizabal, psicólogo con especialidad en psicología clínica de la Universidad Cooperativa de Colombia, comenta que muchas veces se confunde la agorafobia con la fobia social. Mientras esta se relaciona con el miedo a la evaluación negativa de los demás, la agorafobia está centrada en la sensación de vulnerabilidad y falta de control ante un posible episodio de angustia en espacios abiertos o cerrados, pero ajenos al entorno seguro del hogar.

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¿Cuáles son las causas más comunes de la agorafobia?

Según los profesionales en psicología clínica, las causas de la agorafobia pueden estar relacionadas con múltiples factores, tanto biológicos como psicológicos y sociales.

De acuerdo con García, se trata de un trastorno con raíces biológicas, psicológicas y sociales, que interactúan entre sí. “No solamente se trata de un componente que sea social o psicológico, hay una carga también biológica importante”, explicó, haciendo énfasis en que este aspecto suele ser poco conocido o subestimado.

En el plano psicológico, los detonantes pueden incluir experiencias traumáticas, niveles altos de estrés o antecedentes de ataques de pánico. Asimismo, ciertos rasgos de personalidad, como una alta sensibilidad a la ansiedad, pueden hacer que una persona sea más propensa a desarrollar conductas evitativas. “El estrés desarrolla ciertos estados de ansiedad y puede sufrirse por situaciones como accidentes o eventos muy traumáticos”, añadió la psicóloga.

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Desde el punto de vista biológico, la especialista mencionó la influencia de los neurotransmisores, particularmente la serotonina, en el desarrollo de este tipo de trastornos. “Nuestra actividad cerebral tiene componentes neuroquímicos, por ejemplo, la serotonina no segrega de la misma manera y esto permite que pueda darse un proceso ansioso”, explicó la experta.

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La pandemia, en su opinión, también ayudó a visibilizar estos trastornos, que muchas veces venían repitiéndose en silencio de generación en generación.

González añade que también influyen aspectos de la personalidad, como estilos evitativos, dificultad para manejar emociones o falta de habilidades sociales. Es importante diferenciar entre síntomas ocasionales de ansiedad y un trastorno como la agorafobia: si el miedo a estar en espacios públicos se prolonga por más de seis meses y afecta la vida cotidiana, ya no se habla solo de ansiedad, sino de un trastorno específico.

Por eso, los psicólogos clínicos evalúan tanto la duración como el impacto emocional y conductual del síntoma antes de diagnosticarlo.

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Aunque algunas personas la asocian con espacios abiertos, la agorafobia también puede manifestarse en lugares cerrados, como centros comerciales, ascensores o transporte público. // Pixabay.
Foto: Freepik

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¿Cuáles son los síntomas de la agorafobia?

De acuerdo con González, los síntomas de la agorafobia se evalúan a partir de tres componentes fundamentales: el cognitivo, el fisiológico y el conductual.

El cognitivo se manifiesta a través de pensamientos distorsionados, exagerados y difíciles de justificar frente a la realidad del entorno.

“Por ejemplo, una persona puede asistir a un concierto y comenzar a imaginar que algo terrible va a ocurrir: que va a desmayarse, tener un infarto, hacer el ridículo o sufrir un colapso sin que nadie la ayude. Estos pensamientos son repetitivos, anticipatorios y siempre están centrados en lo peor que podría pasar”, explicó el experto.

Estos pensamientos, que generan miedo anticipado, son el primer indicio de que puede estar ocurriendo un episodio de agorafobia. La persona interpreta el entorno como una amenaza constante, aunque objetivamente no lo sea.

En el fisiológico, las personas con agorafobia experimentan una serie de síntomas físicos que acompañan esos pensamientos catastróficos. Algunos de los más frecuentes son:

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  • Taquicardia.
  • Mareos.
  • Náuseas.
  • Dificultad para respirar.
  • Temblores.
  • Sensación de hormigueo.
  • Despersonalización (sentirse “fuera de sí mismo” o desconectado de la realidad).

“Muchos pacientes describen la sensación de quedar en un limbo o de actuar como si estuvieran en piloto automático. Esta sintomatología física es común y suele presentarse con intensidad creciente en lugares públicos o espacios percibidos como inseguros”, añadió el especialista González.

El componente conductual tiene que ver con el comportamiento que adopta la persona para protegerse del supuesto peligro. Esto incluye:

  • Evitar espacios públicos o concurridos (centros comerciales, transporte público, eventos sociales).
  • Buscar siempre compañía para salir (amigos, familiares).
  • Llevar objetos de “seguridad” (bolsos con agua, comida, medicamentos, botiquines).

“Aunque estas conductas buscan aliviar la ansiedad, en realidad la refuerzan. Entre más se evita una situación, más se alimenta el miedo y mayor es el malestar cuando se presenta una exposición inesperada”, explicó el psicólogo.

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Por otro lado, García comenta que los síntomas suelen confundirse con estados comunes de ansiedad o estrés, pero se caracterizan por una ansiedad intensa y persistente ante lugares o situaciones específicas que la persona percibe como difíciles de evitar o escapar.

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“Estos síntomas siempre están relacionados con situaciones puntuales, con ciertos lugares específicos que incluso a veces no identificamos, pero que pueden funcionar como detonantes”, menciona la psicóloga clínica.

El contexto social también influye significativamente. La especialista señaló que la pandemia fue un ejemplo claro de cómo el aislamiento forzado alteró nuestra rutina social y emocional. Estar alejados de lo cotidiano incrementó los niveles de ansiedad al momento de retomar la vida pública.

“Nos quitaron todo este componente social y nos dejaron en un aislamiento que al inicio era temporal, pero luego resultó ser más prolongado”, explicó García. Ese cambio repentino, según ella, sigue teniendo efectos visibles en consulta.

Además de los factores traumáticos y sociales, la experta hizo énfasis en el impacto de la crianza sobre el desarrollo de este tipo de trastornos. Un entorno sobreprotector, con mensajes constantes de peligro, puede dejar una huella emocional duradera. “Siempre he dicho que todo lo que tú le des a un ser en la infancia y en la adolescencia impacta a largo plazo”, afirmó la psicóloga, y agregó que este tipo de crianza puede generar adultos con patrones de evitación, ansiedad generalizada o incluso agorafobia.

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¿Qué tratamientos existen para tratar la agorafobia?

González comenta que el tratamiento de la agorafobia depende de la intensidad, duración y el impacto que tenga el trastorno en la vida de la persona.

“En primer lugar, se realiza una evaluación clínica para determinar qué tan afectadas están sus áreas de ajuste personal, familiar, social y laboral. Si el caso es severo o de larga duración, puede ser necesaria una remisión al psiquiatra para valorar la posibilidad de iniciar tratamiento farmacológico", explica el experto.

Sin embargo, en muchos casos se trabaja desde la psicología a través de la terapia cognitivo-conductual (TCC), considerada la estrategia más eficaz para abordar este trastorno.

García destacó también la terapia cognitivo-conductual (TCC) como una de las más efectivas, ya que “se ha demostrado y es científicamente comprobado que se obtienen muy buenos resultados dentro de un periodo de tiempo muy corto”, asegura la experta.

Esta metodología trabaja con técnicas como la exposición gradual al miedo y la reestructuración cognitiva, que ayuda a modificar pensamientos automáticos que desencadenan la ansiedad.

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Sin embargo, la especialista insistió en que no se trata de una solución rápida ni automática: el compromiso del paciente es clave. Comparó el proceso terapéutico con asistir al gimnasio: “Las personas creen que solo es ir a consultar, pero también es tener un proceso donde haya una conciencia de que debo ser constante”, aclara García.

En ese sentido, la adherencia al tratamiento y la disposición para construir herramientas emocionales juegan un papel fundamental.

Además, en casos moderados o graves, puede ser necesario recurrir a tratamiento psiquiátrico y medicación, como ansiolíticos o antidepresivos, siempre bajo supervisión profesional. Para la psicóloga, esto debe verse como una parte más del tratamiento y no como un reemplazo de la terapia.

El especialista también mencionó la importancia de contar con una red de apoyo, ya sea familiar, social o de grupos terapéuticos, así como implementar cambios de hábitos que promuevan una mejor calidad de vida emocional.

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Por Diana Marcela Restrepo Cortés

Comunicadora social y periodista en formación. Enfocada en temas de estilo de vida. Apasionada por los viajes y aventuras. drestrepo@elespectador.com

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