Greiber Berrío, de 19 años, sufrió la semana pasada el feroz ataque de una jauría de nueve perros callejeros, a menos de 200 metros de su casa, en la carrera 90 con calle 78 sur, en el sector de Potreritos, en la localidad de Bosa. La brutal acometida, según el padre del joven, duró casi 30 minutos, en los que recibió unas 150 mordeduras. Hoy el joven se debate entre la vida y la muerte, en una Unidad de Cuidados Intensivos, tras sufrir la amputación de sus brazos y orejas. Lo preocupante es que no se trata de un hecho aislado. Días después del caso de Berrío, una joven de 27 años, residente también en Bosa, denunció que unas semanas antes los mismos perros la atacaron.
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En contexto: Tras ataque de perros callejeros en Bogotá, joven perdió sus dos brazos
La joven, que prefirió mantenerse en el anonimato, le narró a Noticias Caracol su experiencia: “Yo venía caminando y en el trayecto se me apareció un perro negro. Me quito la chaqueta, me la boto al pasto. En ese momento, salieron los otros perros y me atacaron la pierna”. A raíz de las heridas, la mujer recibió 76 puntos. Tanto el padre de Greiber como la madre de la joven herida señalan que las autoridades estaban al tanto de la situación; que había reportes de perros callejeros que estaban atacando a personas, y pese a ello la situación siguió como si nada, hasta que sucedió una tragedia.
La situación se oscurece si se tiene en cuenta que, según el Sistema de Vigilancia y Salud Pública, entre enero y agosto de 2024 se reportaron 1.188 casos de ataques de perros en jurisdiccion de la Subred Sur Occidente (de los cuales 379 fueron clasificados de graves), cifra que devela un aumento frente a los 1.145 casos reportados en 2023.
Irresponsabilidades compartidas
Se podría decir que los ataques de perros callejeros son un lío de irresponsabilidades compartidas, pues persisten por dos razones: abandono de los dueños y presencia institucional insuficiente. “Un censo de 2021 señaló que en Bogotá había 66.000 animales en condición de calle. Hoy hay que sumar factores como la falta de esterilizaciones, que multiplica la población, y el hecho de que a Bogotá llegan animales a diario de distintas partes del país”, resalta Julio César Piedra, presidente de la Corporación Nacional de Protección y Bienestar Animal. Las cifras de abandono, aunque desactualizadas, dan idea de la complejidad del tema. Según la concejala María Clara Name (Alianza Verde), en Bogotá se abandona un promedio de 32 animales al día, lo que se traduciría en una alarmante cifra de 11.600 al año.
Las razones son tan tristes como variadas. “Por ejemplo, quienes trabajamos con animales sabemos que enero es el mes del abandono, con animales que fueron ‘regalo’ de Navidad. También ocurre cuando deja de ser cachorro, ladra mucho o rompe algo. Pasa con parejas que se separan o por cambios de vivienda, donde el perro ‘no cabe’. Lamentablemente, hay quienes consideran juguetes a los animales, accesorios o símbolos de estatus y cuando esa lógica pierde el ímpetu, los abandonan”, agrega Piedra.
En este punto es preciso aclarar que no todos los animales callejeros comparten las mismas circunstancias de comportamiento y entornos. “Esto suele entenderse como una cadena. En primer lugar, tenemos al perro que nació en la calle, hijo de perros abandonados, que es andariego, no tiene un lugar de hábitat definido y, por lo general, es solitario. Luego, en la segunda generación de esta cadena, están los llamados ‘perros de la cuadra’, que son de todos y de nadie. Generalmente están en grupos y ocasionalmente reciben atenciones de algunas personas, pero no tienen un hogar”, dice Piedra.
También hay perros asilvestrados, que han crecido al margen de los humanos, pero comparten su cotidianidad. Generalmente, están en zonas rurales o en extremos urbanos alejados. Y finalmente están los perros ferales, que forman jaurías y viven en bosques o, en el caso de Bogotá, en humedales o zonas de reserva ambiental y no necesitan del humano para sobrevivir: cazan y, en algunos casos, pueden llegar a atacar personas.
En el caos de la localidad de Bosa, las autoridades adelantan la investigación para determinar las circunstancias en que estos perros vivían en la zona; si se trata de razas de manejo especial, si tenían antecedentes de agresión y si son portadores de enfermedades transmisibles con las mordeduras. Cuatro de los nueve animales “los entregó voluntariamente su tenedor a la Secretaría de Salud y están en la Unidad de Cuidado Animal, donde reciben atenciones de especialistas y etólogos”, señaló el Distrito en un comunicado que emitieron en conjunto las secretarías de Ambiente y Salud, y el Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal (Idpyba). De momento, se desconoce la situación de los otros cinco animales involucrados.
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Los vacíos en las atenciones
Para la atención de esta población, el Idpyba ideó el estrategia Captura, Esteriliza y Suelta (CES), cuyo objetivo es atender a los animales callejeros, en especial, perros y gatos, aunque también atienden animales de compañía de los habitantes de calle, carreteros o recicladores. El grueso del trabajo consiste en identificar puntos críticos de animales que han formado colonias, para capturarlos, esterilizarlos, brindarles los cuidados posteriores a la operación y devolverlos al lugar donde fueron hallados. El Instituto explica que se devulven, porque en su gran mayoría no crearon vínculos con los humanos y, en ese sentido, “desarraigarlos generaría más traumas que beneficios”.
Sin embargo con el caso de Bosa quedó en evidencia que las alertas de la comunidad no siempre son atendidas con la diligencia requerida y, lamentablemente, en este caso solo se tomaron acciones cuando fue demasiado tarde. Ante este escenario, la concejal Clara Lucía Sandoval, exdirectora del Idpyba, se pregunta, “¿qué acciones concretas se tomaron tras las denuncias?, ¿cómo se manejó clínicamente a los perros si tenían antecedentes de agresión? y si hubo una articulación con el Idpyba para una intervención integral. Esta situación también responde a la reducción de cifras de esterilizaciones y la disminución de programas de prevención y cultura ciudadana”, resalta la cabildante.
En este punto es preciso señalar que, según el Idpyba, en 2024 se realizaron 29.946 esterilizaciones a perros y gatos. Sin embargo, esta cifra se encuentra lejos de la meta establecida en el Plan de Desarrollo del alcalde Carlos Fernando Galán, que proyecta alcanzar 300.000 en cuatro años de mandato, hecho que incide de manera definitiva en la expansión de las cifras de animales callejeros.
Por otro lado, el programa de adopciones del Instituto, tal vez su pilar más importante, ha sufrido una preocupante disminución. De acuerdo con las ciras presentadas por la concejal Sandoval en un debate de control político, en 2019 se reportaron 1.147 adopciones; en 2020 fueron 864; en 2021, cayó a 671 y así la cifra ha ido cayendo hasta llegar a 508 procesos en 2024. “Las adopciones son el corazón del Instituto. Si no hay adopciones, el sistema colapsa. Esta disminución evidencia los problemas internos del Idpyba”.
“Las adopciones no solo se tratan de ofrecer un hogar a los animales, sino garantizan la rotación en el sistema, lo que permite dar lugar a más gatos y perros. Si no se concretan adopciones, el proceso se ve estancado. Por ello, es crucial dar prioridad a este programa a través de campañas de concientización y sensibilización con la ciudadanía” resalta. En ese sentido, tanto las metas de esterilizaciones como de adopciones, pilares para mitigar la población de animales callejeros, no avanzan y, en consecuencia, esta población continúa creciendo sin el control necesario.
“¿Qué pasa? Que las fundaciones y los hogares de paso, cuya gran mayoría funcionan con recursos propios y se sostienen como pueden (rifas y donaciones), terminan haciendo la labor del Distrito. Y si a eso le sumamos que las alcaldías locales no tienen un lugar para la atención y que los hogares de paso no dan abasto, tenemos como resultado lo que estamos viendo: animales sin control poblacional ni comportamental, ataques en jauría y denuncias sin atender, que generan una sensación de ausencia de las autoridades”, advierte Julio César Piedra.
¿Qué hacer entonces?
La iniciativa de la concejal Name de crear un sistema único de registro e identificación de animales domésticos, que ya pasó en primer debate en el Concejo, además de ser un insumo de datos, puede ser una medida preventiva para minimizar las cifras de abandono. “Con la inscripción de caninos y felinos, la administración, en cabeza del Idpyba y en coordinación con las secretarías de Ambiente y de Salud, reglamentará y promoverá el Sistema Único de Registro de Animales Domésticos, contemplando: código de identificación, raza, color, edad, nombre del propietario, identificación, número telefónico, dirección, constancia de actualización de vacunas y el informe de control sanitario”, explica la concejal.
Esto, además de implementar las labores de pedagogía y de cultura ciudadana que propendan por una relación empática y respetuosa con los animales, entendiéndolos como seres sintientes que además son sujetos de derecho, son determinantes.
El presupuesto, otra piedra en el zapato
Para Julio César Piedra, presidente de la Corporación Nacional de Protección y Bienestar Animal, el aumento del precupuesto es fundamental para mitigar la población de animales callejeros y propiciar campañas enfocadas en la tenencia responsable y la mitigación del abandono.
“En la administración anterior lo rebajaron de $42.000 millones que tenía en la administración de Peñalosa a $3.000 millones. Ahorita se aumentó, más o menos, a $13.200 millones. Pero no es suficiente, es importante aumentar para crear programas enfocados en el apoyo al sector animalista para unificarlo y que actúe apoyando las labores del Instituto y conseguir resultados mucho más robustos, porque también es una realidad que el equipo del Idpyba tampoco da abasto. Y por último, y no menos importante, no olvidemos que el plan de seguridad, que es la bandera del alcalde, también pasa por los animales”, puntualiza Piedra.
Urge un enfoque territorial de atención
El año pasado, el programa del Distrito “Huellitas de la Calle”, que atiende a animales de personas en condición de calle, se redujó en un 56%, según reveló el concejal Julián Sastoque.
Además, según las cifras del Observatorio Ambiental de Bogotá, hay una marcada desigualdad territorial: “mientras localidades como Usme presentan una densidad de hasta 475 perros por kilómetro cuadrado, zonas como Teusaquillo registran una densidad de dos”, resalta el concejal. Los datos señalan la urgencia de atender la problemática con un enfoque territorial, que entienda las especificidades de cada punto de atención.
Entre tanto, la problemática sigue latente y hace parte del paisaje urbano de la ciudad. Para evitar que casos tan lamentables como el de Greiber vuelvan a suceder es importante, además de solucionar los líos expuestos en esta página, entender que también es un problema complejo de índole cultural en el que se refleja una sociedad que prefiere voltear la cara ante la vulnerabilidad y seguir su camino individual.
Por ahora los animales que atacaron a Greiber siguen en custodia de las autoridades distritales y tras los exámenes etológicos y comportamentales se definirá cuál será su destino, si son aptos para abrir un proceso de adopción y si deben vivir aislados debido a sus alcances violentos.
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