Destinada a mudar de piel, como lo han hecho las grandes urbes del mundo a través de la historia, Bogotá ha sido epicentro de un cúmulo de hitos urbanos que la han llevado a reinventarse. En el país no solo ha sido la puerta a todas las transiciones a la modernidad, sino un referente en transporte y en acceso a vivienda, factores que la han llevado a cambiar su lógica y su funcionalidad.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Más información sobre Bogotá: El ocaso de la tradición: la competencia desigual amenaza a los tenderos de barrio.
Hoy, producto de los cambios demográficos y la composición familiar (cada vez más, pero con menos miembros), la ciudad viene creciendo hacia las alturas, reemplazando al barrio tradicional y sus grandes casas (que albergaron por décadas la estirpe de un apellido y su descendencia) por imponentes edificios que albergan hasta 600 familias. Tendencia que seguirá, sin duda, pues a pesar de que la población de Bogotá (7,9 millones de habitantes) empezó a decrecer, la realidad es que cada día hay más hogares. De hecho, según el DANE, las familias con menos de tres habitantes representan casi el 70 % de los hogares y, con el paso de los años, crecen en número las de un solo miembro, con una mascota.
Este panorama ha llevado a que se abra un álgido debate sobre la tendencia de la vivienda actual y la dignidad. En especial, porque los constructores les apuestan a colosos de hasta 20 pisos (tanto en zonas de renovación urbana como de desarrollo), con centenas de apartamentos, cada vez más pequeños (no suelen superar los 40 m²), eso sí, dotados con amplias áreas comunes como piscinas, gimnasios, zona de BBQ y parques.
Era de conjuntos residenciales
La construcción en alturas es una figura habitacional que se remonta a principios de la década de los 50. Tras los desmanes del 9 de abril de 1948, gran parte del mobiliario de la ciudad sucumbió a las llamas y a la ira de los indignados. En respuesta, y como política de reconstrucción, se optó por la construcción de edificaciones más altas, en donde pudieran convivir varias familias, con el fin de dar una solución de vivienda a los hogares damnificados tras el histórico episodio.
Pese a que el despliegue de esta directriz fue más bien tímido y dio unos primeros pasos sin mucha relevancia, en 1952 la capital dio a luz un proyecto que, por aquel entonces, revolucionó todas las lógicas de habitabilidad: el Centro Urbano Antonio Nariño, hoy todavía vigente y hogar de unas 5.000 familias, fue el primer exponente de la lógica de propiedad horizontal, que posteriormente se tomaría gran parte de la ciudad.
Se trató de un complejo de viviendas cerca de un colegio, una iglesia y un supermercado, que instaló el concepto de una pequeña ciudad dentro de Bogotá. Las primeras construcciones fueron 14 edificios, ocho de trece pisos y seis de cuatro.
Mercedes Castro, hoy residente del complejo que queda a pocas cuadras de la Av. Américas y Corferias, menciona que compró la vivienda en los albores de los 80, cuando el proyecto tenía 30 años de construido. Hoy, con poco más de 70 años de antigüedad, la residente dice que ha rechazado hasta 15 ofertas de compradores. “Estos edificios son hechos a la antigua. Los apartamentos tienen casi 70 m² y no son cajas de fósforos, como los hacen ahorita. Esta ubicación es privilegiada y un arriendo vale casi $3 millones. Me siento contenta aquí, en donde crié a mis hijos y ahora a mis nietos. Es un ejemplo de cómo deberían seguir siendo los conjuntos”, menciona Mercedes.
Tras el éxito de Centro Nariño, la ciudad se fue llenando poco a poco de estas miniciudades. Para 1968 se registraron en Bogotá menos de 150 iniciativas de este tipo, para finales de los 80 fueron 2.770, para principios del milenio, 12.000, y hoy, según el último censo catastral, son casi 36.000 conjuntos, ubicados en 999.000 predios, con capacidad para dos millones de apartamentos. Esto equivale al 70 % de los inmuebles residenciales en la ciudad. De hecho, solo en 2024, según datos del Catastro, este tipo de inmuebles incrementaron su presencia 0,5 % en la ciudad.
La presencia de propiedades horizontales se evidencia por casi todas las localidades, salvo Sumapaz. Por ejemplo, en localidades como Chapinero, Usaquén y Teusaquillo esta participación es igual o superior al 91% de todos los predios residenciales. Para entender cómo la construcción de edificios ha cambiado con el tiempo, es oportuno hacer la comparación en un período mayor a un año. En ese orden de ideas, las localidades que han mostrado mayor crecimiento entre 2010 y 2024, son puntualmente Bosa, Usme y Ciudad Bolívar, que registraron aumentos de 20, 15 y 13 puntos porcentuales.
Para Óscar Hernández, sociólogo experto en planeación urbana y que ha estudiado el fenómeno de la propiedad horizontal, el auge de esta tendencia en Bogotá responde, efectivamente, al cambio demográfico y a la tendencia de los hogares de no más de tres personas. Sin embargo, existen otras variables, como “el precio de los apartamentos frente al costo de construir una casa como las de antes. El otro enfoque corresponde a una ciudad donde cada vez hay más inseguridad, los conjuntos con seguridad privada son concebidos como un oasis de tranquilidad. Y, finalmente, el hecho de que estos conjuntos son construidos en zonas con vías y otro tipo de equipamientos, que los convierten en activos de inversión interesantes”.
Bogotá continuará modificando su razón de ser, su apariencia y las formas en las cuales se habita. La urbe deberá ajustarse a realidades demográficas, pero también al cambio climático y a otros retos que no son ajenos a nadie, sin importar su tipo de vivienda. Eso sí, con la mira puesta en el espejo retrovisor, para recordar las enseñanzas del pasado y, de esta manera, lograr que la modernidad no se convierta, necesariamente, en el olvido de las buenas prácticas.
Información relacionada: Los detalles detrás del edificio angosto de la calle 26 con carrera 30.
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.