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Bogotá tiene agua hasta 2033: planes para garantizar la seguridad hídrica a futuro

La variabilidad climática es sinónimo de incertidumbre con el agua. El ciclo de recuperación de los embalses está alterado. ¿Qué se debe hacer para recuperar la normalidad y evitar de forma más acertada una nuevas crisis?

Camilo Tovar Puentes

13 de abril de 2025 - 09:09 p. m.
Embalse de San Rafael, uno de los más secos en la región, según el Acueducto.
Foto: Acueducto de Bogotá
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Si la ciudad sigue creciendo, como lo proyecta el DANE, y la Empresa de Acueducto de Bogotá (EAAB) sigue atendiendo la demanda en los municipios de la región, sin nuevas áreas de prestación, hay capacidad de abastecimiento de agua hasta 2040. Sin embargo, si se amplía el área de prestación del servicio y en los municipios donde hoy se vende agua en bloque, la empresa pasa a ser el prestador directo del servicio, solo habrá capacidad de abastecimiento hasta el 2033.

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El cálculo lo hizo Natasha Avendaño, gerente de la EAAB, en entrevista con El Espectador en julio del año pasado, y su frase, desde entonces, da cuenta de la urgencia de establecer lineamientos que le pongan la lupa a la expansión urbana, la relación ciudadana con el agua, la urgente protección de los humedales, sumar esfuerzos a la protección de la Amazonia, la exploración de aguas subterráneas, las licencias a privados y ampliar el uso de las aguas del río Bogotá, entre otros puntos fundamentales.

Para ello, tal vez, lo primero que se debe entender es que, en este punto, con la incidencia del cambio climático y el crecimiento poblacional, no se trata de “volver” a lo que fuimos en términos de abastecimiento y riqueza hídrica. El escenario que viene, a mediano y largo plazo, es el de la adaptación al cambio climático. El momento histórico exige encontrar nuevas maneras de abastecimiento, consumo y relación con el agua, o el panorama, con la agudización progresiva de los efectos del cambio climático, podría llegar a estadios impensados.

La decisión de terminar el racionamiento, que anunció el viernes 11 de abril el alcalde Carlos Fernando Galán, se fundamenta en el comportamiento de las lluvias en la zona de los embalses y la próxima entrada en funciones de infraestructura fundamental como la obra de ampliación de la planta de Tibitoc.

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La estrategia

Días antes de anunciar el fin de la medida, el Distrito y el Banco Mundial convocaron a expertos en temas ambientales y miembros de entidades de cooperación internacional para definir estrategias a mediano y largo plazo que garanticen el abastecimiento y permitan maniobrar ante los futuros retos hídricos. Concluida la mesa de expertos (integrada por peritos del Bando Mundial, que hicieron parte de los equipos que atendieron crisis similares en países como Sudáfrica, Bolivia y España, así como agencias de cooperación de Corea, Japón, Dinamarca y Suiza), se establecieron seis líneas de acción que buscan garantizar la seguridad hídrica.

Entre ellas, la modelación de alternativas de abastecimiento, que integre variables como el crecimiento poblacional, el cambio climático y la expansión urbana, permitiendo evaluar opciones de abastecimiento sostenible para los próximos 50 años, así como realizar estudios de aguas subterráneas, contemplar planes para reutilizar aguas residuales tratadas, gestionar las enormes pérdidas de agua, crear un protocolo de sequías y desarrollar la gobernanza del agua, con base en un estudio apoyado por la OEA.

La idea, cuenta la gerente Avendaño, es reunir a varios actores para tener una lectura global del problema: saber cómo se toman las decisiones de abastecimiento, qué cuencas son las más afectadas, las concesiones a privados, los riesgos por contaminación, la discusión por Chingaza 2, la protección urgente de la Amazonia y las soluciones en infraestructura necesarias para garantizar el abastecimiento en Bogotá y la región, que suman unos 10 millones de usuarios.

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Pero no todas las estrategias tienen seguidores. Es clave advertir, por ejemplo, que varias de ellas, en caso de no tener un manejo ideal, podrían agravar la crisis. Al menos, es lo que argumentan investigaciones lideradas por Isaac Dyner y Andrés Chavarro, profesor del área de Administración Pública y Gestión Ambiental del Politécnico Grancolombiano, que analizaron los riesgos y soluciones ante la crisis, donde advirtieron que en el tema de las aguas subterráneas, por ejemplo, podría resultar peor el remedio que la enfermedad.

“La explotación de agua subterránea hay que manejarla con pinzas. Tenemos miles de millones de metros cúbicos almacenados bajo tierra, que deberían ser la última opción. ¿Por qué? Cuando usamos los acuíferos se baja el nivel freático (profundidad a la que se encuentra el agua subterránea en relación con la superficie del suelo), hecho que produce una descompensación geológica y puede generar, entre otras cosas, derrumbes y grandes remociones de tierra. Por otro lado, los acuíferos tienen alta concentración de metales, lo que complica su potabilización. Hay que hacer las exploraciones. El punto es cómo y cuando explotarlas”, advierte Chavarro.

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El docente complementa diciendo que la situación se hace más compleja cuando se suele extraer más agua que la tasa de recarga de la fuente. “Cuando llueve, toda el agua no va a parar a los ríos. Mucha se escurre por el suelo, se infiltra y llega a los ríos subterráneos, que van a dar a los acuíferos. Cuando se saca más agua que la tasa de recarga, vienen los problemas graves. Y teniendo en cuenta que las estimaciones señalan que, por acción del cambio climático, en los próximos años no va a llover en los mismos puntos en los que siempre ha llovido, esto puede ser muy peligroso”.

El profesor resalta que Irán, por ejemplo, se quedó sin ese recurso por la sobreexplotación. Ciudad de México, que usó agua subterránea durante años y hoy se está hundiendo varios centímetros al año, y para frenar eso ahora están reinyectando aguas residuales, “hecho con implicaciones sanitarias evidentes”, apunta. Así las cosas, el agua subterránea, que se presenta como una de las herramientas más viables para mitigar futuras crisis hídricas, la cual además está siendo explorada a escala departamental por la CAR, tendría que ser el último salvavidas y no una de las primeras opciones.

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¿Hay otras opciones?

Por fortuna sí. Y varias. Expertos coinciden en que estas debe ir encaminadas a no depender solo de las lluvias. Por un lado, el aprovechamiento de aguas residuales, que hace parte de las estrategias presentadas por Galán, es fundamental “Las plantas de tratamiento de aguas residuales Salitre y Canoas tendrán un papel preponderante. En este momento, la que está funcionando, que es la de Salitre, trata 5,7 m3/s. El problema es que el agua que están tratando la vierten de nuevo al río, o sea, se mezcla otra vez con el agua sin tratar. Es un potencial abrumador que no se está aprovechando como debería, que podría ser usado en la parte pecuaria de la cuenca del río Bogotá”, advierte Chavarro.

Por otro lado, tras el consumo domiciliario en Bogotá, el segundo gran consumidor es el sector ganadero. No es tanto lo que bebe el animal, sino el agua necesaria para regar los campos, que consumen fácilmente 5 m3/s, lo que incentiva la gran demanda. En ese sentido, el agua residual tratada podría servir para regar pastos y evitaría, además, depender del clima. Cuando entre en funciones la PTAR Canoas (se espera que en 2030), cuyo caudal será de 18 m3/s, se completaría un caudal enorme que no existe hoy, destinado para reúso. Este esquema, sumado a los reservorios de agua de 120 m3 que está instalando la CAR en zonas rurales del departamento (se planean construir 5.000 en el cuatrienio) completarían un esquema importante que no depende exclusivamente de las lluvias.

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Entre otras opciones urgentes, es clave avanzar en el sistema de riego y drenaje en los alrededores de la cuenca del río Bogotá. Las investigaciones de Chavarro y Dyner señalan que sistemas de riego actuales, ubicados en la cuenca del río, como La Ramada y Fúquene, no tienen el potencial que deberían. “Tienen un porcentaje de capacidad muy baja y sus instalaciones no potabilizan el agua, entonces, ¿qué hacen los agriculturores? Toman agua del río Bogotá para regar cultivos, agua evidentemente contaminada”.

Y agrega: “En nuestras indagaciones hallamos que si se emplea un sistema de riego por goteo, por ejemplo, se logran eficiencias y cifras de ahorro hasta del 90 %. Este punto, el reúso de aguas residuales y los reservorios sumarían a una de las misiones principales: no depender de las lluvias”, insiste el profesor, mas estas alternativas no tendrán un impacto real mientras no se legisle para ordenar y proteger el uso de los suelos que rodean la cuenca del río Bogotá y la sabana.

El uso de los suelos está orientado hacia la explotación agropecuaria, pero la expansión urbana y la ganadera avanzan sin un control riguroso; las políticas de protección son débiles, y los ecosistemas fundamentales en la regulación del ciclo hidrológico se siguen diezmando para urbanizar o engordar vacas. Además, sin la protección urgente y decidida del Amazonas (cuyas cifras de deforestación aumentaron 30 % en 2024 en comparación con 2023) y de la Orinoquia (de cuya salud dependen las lluvias que alimentan los ríos y afluentes de los embalses de los que bebe la región), las estrategias a largo y mediano plazo no tendrán ningún asidero, porque el agua no será suficiente.

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En contexto: ¿En qué nivel están los embalses tras fin del racionamiento? Distrito entregó balance de la medida

Pequeñas acciones para grandes resultados

El estudio “Modelo de simulación para evaluar dispositivos de ahorro de agua en los hogares de Bogotá”, realizado por Dyner y Chavarro, demuestra el impacto positivo que pueden tener pequeñas acciones en la reducción del consumo.

La investigación modeló el efecto de dispositivos eficientes en el ahorro de agua y encontró que el uso masivo de grifos de bajo flujo podría ahorrar hasta 78 millones de m3 al año, cifra que representa más de la mitad del suministro confiable del sistema norte de la ciudad.

Asímismo, las lavadoras ecoeficientes (con un ahorro de hasta el 70%)y los inodoros de bajo consumo permitirán reducir significativamente el desperdicio de agua en los hogares. (para su uso masificado de proponen políticas de financiamiento y subsidios para su adopción).

Potencial el uso de aguas residuales

Actualmente la ciudad descarga al rededor de 567 millones de m3 de agua al año, de los cuales solamente el 31% recibe un tratamiento primario.

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Si se implementaran sistemas adicionales de tratamiento, sería posible reducir el consumo total de la cuenca del río Bogotá hasta en 809 millones de m3 anuales, es decir, el 40% del consumo total. Con esta cifra se cubriría la totalidad de los requerimientos de la industria y el consumo de las superficies de pastos para la ganadería.

Sin embargo, tenga en cuenta que el éxito de estas estrategias depende, en gran medida, de los hábitos de consumo y de la relación de la ciudad con el agua, de ahí la importancia de las labores de pedagogía y sensibilización: simplemente no podemos darnos el lujo de esperar a que venga otra crisis para entender, a las malas, la importancia de cuidar el agua en nuestra cotidianidad, más allá de las irresponsabilidades y malas planeaciones de gobiernos que minimizaron la gravedad del problema.

Lea además: Escasez de agua en Bogotá ¿cómo llegamosa este punto?

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