Las cifras de depresión, ansiedad, suicidio y otras afectaciones emocionales siguen en aumento en el mundo, impulsadas por contextos de desigualdad, violencia, crisis climática, estrés urbano, soledad y precariedad, circunstancias que la pandemia potenció. En Bogotá, por ejemplo, a uno de cada diez habitantes le diagnosticaron depresión, y el 20 % presenta riesgo de desarrollar un trastorno depresivo o ansiedad generalizada.
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Por eso, la salud mental se ha convertido en uno de los grandes temas de salud pública, alrededor del cual las ciudades están llamadas a liderar respuestas que no solo atiendan los síntomas, sino que transformen las causas. En ese camino, Bogotá ha dado pasos importantes hacia un modelo que pone en el centro el bienestar colectivo, el cuidado comunitario y la atención digna y capacitada, con un enfoque más amplio, preventivo y empático.
Y no es para menos. Según el Estudio de Salud Mental de Bogotá 2023 (que analizó los efectos de la pandemia y sirve como insumo para las políticas de salud pública), el 12,4 % de la población percibe su salud mental como regular, mala o muy mala; es decir, casi 900.000 personas. La ansiedad, la depresión y el estrés emocional afectan de forma sostenida a miles de bogotanos, y las mujeres, los jóvenes y las personas en condiciones de vulnerabilidad reportan los niveles más altos.
Estas cifras evidencian que el sufrimiento psicosocial es una realidad cotidiana que requiere atención, recursos y sensibilidad institucional. Octubre, declarado Mes de la Salud Mental, se convierte en un punto de inflexión para mostrar lo que se ha construido y lo que falta.
Más atención, más diagnósticos, más desafíos:
Un informe reciente de la Veeduría Distrital confirma un panorama de alerta: entre 2021 y mayo de 2024 Bogotá registró 6,2 millones de atenciones en salud mental para 2,1 millones de personas, con un promedio de 2,7 atenciones por paciente. Los diagnósticos más comunes fueron trastornos del estado de ánimo, ansiedad, sueño-vigilia y del desarrollo neurológico. Las cifras reflejan un aumento del 26 % respecto al periodo prepandemia, señal tanto del deterioro del bienestar psicosocial como de una mayor demanda de servicios.
Las Rutas Integrales de Atención en Salud Mental (RIAS) han sido clave en esta respuesta, aunque enfrentan retos en articulación interinstitucional y cobertura. Solo en el primer semestre de 2024 se activaron 56.863 casos en estas rutas, de los cuales el 76 % accedió a servicios y acompañamientos en entornos como el hogar y el trabajo. Según Saludata, este año la cifra disminuyó a 41.432 atenciones en el primer semestre: 15.313 hombres y 26.118 mujeres.
Las localidades con más reportes fueron Usaquén (7.100), Chapinero (6.900), Santa Fe (6.627) y Teusaquillo (4.000). Llama la atención que en localidades grandes como Usme y San Cristóbal las atenciones no superaron los 15 casos, lo que evidencia que en algunos sectores persisten el tabú y la falta de promoción de los servicios.
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El informe también advierte sobre el impacto persistente del suicidio y la ideación suicida. Si bien los casos consumados bajaron un 17 % entre 2023 y 2024 (de 419 a 347), los intentos de suicidio siguen siendo altos, con 5.769 reportes entre enero y agosto. Las localidades con mayores registros fueron Suba, Kennedy, Engativá, Ciudad Bolívar y Bosa, zonas con amplias áreas marginadas. Además, preocupa el aumento sostenido de la ideación suicida entre personas consumidoras de sustancias psicoactivas, que pasó de 343 casos en 2021 a más de 1.080 en 2024.
La Veeduría reconoce avances, pero subraya la necesidad de fortalecer los sistemas de información, mejorar la interoperabilidad de datos y reforzar la coordinación entre la Secretaría Distrital de Salud, las EPS y las IPS. “La implementación efectiva de las rutas no depende solo de una entidad, sino de una red articulada que garantice atención oportuna y digna para quienes más lo necesitan”, concluye el informe.
Un dato que marca un hito: el suicidio va a la baja
Por primera vez en varios años, Bogotá registra una caída significativa en los casos de suicidio: de 439 en 2023 a 347 en 2024, lo que representa una reducción del 20,95 %. Este descenso se observa en todos los grupos poblacionales, pero es más notorio en mujeres (38,7 % menos) y jóvenes entre 20 y 24 años (25 casos menos). Las localidades de Kennedy, Suba y Ciudad Bolívar fueron las que más reflejaron este cambio.
Aunque aún es pronto para atribuir causas definitivas, los expertos coinciden en que esta tendencia positiva está relacionada con una mayor conciencia pública, la mejora en los canales de atención, la identificación temprana de señales de alerta y el fortalecimiento de estrategias comunitarias de prevención.
La atención
Uno de los pilares de la estrategia distrital es el Modelo MAS Bienestar, implementado en todas las localidades con un enfoque de Atención Primaria Social. Este modelo entiende la salud mental como una construcción social y emocional que se desarrolla en comunidad: en los hogares, los colegios, los trabajos y los barrios.
Los equipos territoriales formulan planes de cuidado, desarrollan procesos de rehabilitación psicosocial, realizan visitas domiciliarias y acompañan a personas y familias con afectaciones emocionales. Lejos de un enfoque exclusivamente clínico, este modelo busca fortalecer capacidades, vínculos y redes de apoyo.
Por otro lado, el Plan Intersectorial de Salud Mental prioriza la atención humanizada, la lucha contra el estigma y la promoción del autocuidado. Reconoce que la medicalización no siempre es la respuesta y que las emociones también se gestionan desde la cultura, el entorno y la participación comunitaria.
Entender la salud mental fuera del consultorio
Una de las innovaciones más recientes en Bogotá es la prescripción social: los profesionales de la salud pueden recomendar actividades culturales, recreativas o ambientales como parte del tratamiento. Una persona puede recibir una “receta” para asistir a una clase de yoga, participar en un taller artístico, recorrer un museo o caminar entre las plantas del Jardín Botánico.
Esta estrategia se articula con iniciativas como Estar Bien Bogotá y las Terapias de Naturaleza, desarrolladas con la Secretaría de Cultura y el Jardín Botánico, enfocadas especialmente en jóvenes, personas mayores y quienes atraviesan procesos de afectación emocional.
Además, el fortalecimiento de la Línea 106, principal canal de atención emocional de la ciudad, ha permitido ampliar y agilizar la cobertura. En el último año, las intervenciones aumentaron más del 55 % por vía telefónica y un 17 % por WhatsApp. Paralelamente, psicólogos y trabajadores sociales se despliegan en entornos escolares, comunitarios y laborales para brindar acompañamiento directo.
A esto se suma el Subsistema de Vigilancia Epidemiológica de la Conducta Suicida (SISVECOS), que permite identificar casos de ideación o intento de suicidio y activar rápidamente las rutas de atención. La Red Distrital de Atención Psicosocial y Acceso a la Justicia también articula esfuerzos entre salud, protección social y justicia para ofrecer una respuesta más integral.
La salud mental como responsabilidad compartida
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que la salud mental está determinada por una combinación de factores individuales, sociales y estructurales. Condiciones como la pobreza, la desigualdad, la violencia, el desplazamiento forzado o la crisis ambiental pueden aumentar el riesgo de padecer trastornos emocionales, mientras que entornos protectores, vínculos sociales sólidos y el acceso a derechos básicos actúan como factores de protección.
Desde esta perspectiva, promover la salud mental no es solo tarea del sector salud: también involucra la educación, la cultura, la movilidad, el urbanismo y el trabajo. En Bogotá, esta visión intersectorial empieza a dar frutos. Las estrategias conjuntas están ayudando a reducir riesgos, fortalecer la resiliencia y transformar la forma en que se entiende y se vive el bienestar emocional.
Aunque hay avances importantes, el desafío está lejos de superarse. La reducción del suicidio, por ejemplo, requiere seguimiento constante, ampliación de estrategias preventivas y acompañamiento continuo a poblaciones vulnerables. También es necesario cerrar brechas en acceso, formación, atención oportuna y participación ciudadana.
En octubre, cuando Bogotá se llena de actividades, ferias, talleres y espacios para hablar de salud mental, la ciudad envía un mensaje claro: la salud mental es un derecho y una construcción colectiva. El bienestar emocional no es un lujo ni un asunto privado, sino una tarea compartida que nos involucra a todos.
En contexto: Lo que encontró la Veeduría tras indagar en el panorama de salud mental en Bogotá
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