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Gestión al caos: así funciona el cerebro de la movilidad en Bogotá

Las dinámicas de movilidad en Bogotá hacen que viajar por la ciudad sea una experiencia compleja. Trancones, obras, siniestros y eventos masivos se atienden desde un fuerte que nunca se detiene. Nos adentramos en él para ver cómo funciona.

Miguel Ángel Vivas Tróchez

21 de septiembre de 2025 - 01:00 p. m.
Instalaciones y funcionarios de este centro, que monitorea el tránsito de la ciudad de Bogotá
Foto: Óscar Pérez
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Dicen que quien se adapte al tránsito de un día normal en Bogotá, sin importar el medio de transporte, puede hacerlo en cualquier parte del mundo. Y si viene desde un municipio aledaño, sorteando el caos de los accesos a la capital, tiene máster en la materia.

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Parece exagerado, pero no lo es: basta recordar que esta es una de las capitales con el peor tráfico del mundo, en la que sus habitantes a diario enfrentan retos como la modesta oferta de transporte público, eternos trancones, bloqueos, accidentes y ni hablar de los desvíos y las calles cerradas, producto de las obras de infraestructura que avanzan en la ciudad (hay 1.500 frentes de obra activos).

Las cifras alrededor de la movilidad reflejan esa situación y la elevan de un mero fenómeno de percepción a una realidad tangible e innegable. Hoy, según el índice internacional Tom Tom, Bogotá ocupa el lugar número 40 a nivel mundial y el número nueve en Latinoamérica en el listado de ciudades con el peor tráfico. Además, tiene el 68 % de congestión en sus horas más críticas, donde recorrer 10 km tarda más de media hora.

Más información sobre Bogotá: Dos puentes vehiculares menos: comienza la reconfiguración de la calle 13.

De ahí la necesidad de contar con un equipo capaz de buscar el equilibrio entre todas las variables previsibles alrededor del tránsito y tener la capacidad de reaccionar ante las extraordinarias como siniestros, inundaciones, protestas y hasta caídas de árboles, que requieren el despliegue de una logística de gestión y capacidades que esté a la altura del dinamismo y el movimiento de la capital.

Y Bogotá lo tiene. Se trata del Centro de Gestión del Tránsito, que opera en un recinto de casi 90 metros cuadrados, ubicado en el corazón de la vieja zona industrial de la ciudad, en la calle 13. Al fondo del edificio de la Secretaría de Movilidad, donde los conductores llegan a tramitar diversos asuntos como multas y renovaciones de licencia, se esconde el cerebro que gestiona todo el maremágnum de variables que influyen en las vías de la ciudad.

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Allí dentro, el sonido de los computadores se mezcla con el de las señales de transmisión de los radios y las instrucciones que intercambian los 40 guías de tránsito que vigilan cada rincón de Bogotá. Sus ojos desde que comienza su turno se posan en la proyección de un mapa repleto de puntos rojos, que señalan los lugares más críticos del trancón, y en la transmisión de 8.135 cámaras ubicadas en cada extremo de la ciudad. Cualquier siniestro, incidente, maniobra de tránsito, equívoca y manifestación se contempla desde este panóptico tecnológico. El Espectador visitó las entrañas de este complejo para escudriñar sus detalles de funcionamiento y los de las personas que lo manejan.

Manejando lo imprevisto

Hay aspectos de la movilidad en Bogotá que se pueden planificar. Por ejemplo, un evento masivo que requiere desvíos o una aglomeración inusual. En el Centro de Gestión del Tránsito lo conocen con anticipación, lo que permite tomar decisiones como enviar agentes de tránsito, rastrear cualquier anomalía y sobre todo articular con las otras entidades del Distrito como salud, seguridad, ambiente, etc. Para lograrlo, sus comunicaciones se interconectan con el Centro de Comando, Control, Comunicaciones y Cómputo (C4) de la ciudad y, a su vez, con las instancias de decisión de otras entidades.

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Instalaciones y funcionarios de este centro, que monitorea el tránsito de la ciudad de Bogotá
Foto: Óscar Pérez

Pero en el día a día el trabajo es complejo y obliga a una combinación de precisión, paciencia y reacción entre quienes tienen la tarea de analizar todas las imágenes del tránsito, que pueden ver desde paquidérmico flujo de vehículos hasta los más insólitos siniestros, muchos con desenlaces fatales. En cada turno, el centro recibe al menos 400 llamadas de distinta índole, en su mayoría relacionadas con los 92 siniestros vehiculares que en promedio ocurren cada 24 horas en la red vial, la caída de árboles (sobre todo en épocas invernales), y al menos dos plantones diarios que bloquean corredores.

En estos momentos, cuando se muestra la cara menos amable del azar, el centro de monitoreo emula la respuesta del cerebro humano ante una señal de dolor: se centra en resolver lo que causa el malestar. Y es cuando emite una señal que reciben las 1.359 personas—agentes civiles, policías de tránsito y contratistas— a través de sus radios, quienes dependiendo de su cercanía al lugar de las emergencias salen desde sus posiciones a resolver el caos.

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Instalaciones y funcionarios de este centro, que monitorea el tránsito de la ciudad de Bogotá
Foto: Óscar Pérez

“Tenemos medidas específicas que implementamos a diario como los carriles escolares de la calle 80, el de la Autonorte o el contraflujo de Las Américas, que buscan justamente atender esa criticidad en una ciudad de 12 millones de viajes diarios, donde la mayoría se moviliza en horarios muy similares a sus trabajos o lugares de estudio. Tenemos unas condiciones de hora pico bastante críticas y lo que buscamos es llegar a los puntos más complejos, bien sea con personal o con mejoras en temas de iluminación, señalización o semaforización, que permitan mejorar la fluidez”, explica Nataly Patiño, directora de Gestión de Tránsito.

Nelson Antonio Hermosa, líder de operaciones del centro, describe la otra cara de la labor: turnos de ocho horas; vigilancia ininterrumpida, y la necesidad de “nervios de acero”. La Secretaría de Movilidad ofrece acompañamiento psicológico, pero la presión de mirar de frente los choques, algunos mortales, nunca se disipa del todo. Por eso, recalca Hermosa, se precisa de una concentración extrema y de una tranquilidad difícilmente perturbable. “La mayor cualidad de un guía de tránsito es la proactividad y, sobre todo, mucha energía y concentración. Hay diferentes roles que requieren estar enfocados en la información que presentan los sistemas y la de la línea 123”.

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Funcionaria de la Secretaría Distrital de Movilidad.
Foto: Óscar Pérez

Los valiosos PMT

Regresando a la dimensión de lo previsible, en donde es clave la planeación de diferentes entidades (en el caso de una obra, por ejemplo, la Secretaría de Movilidad, el IDU y hasta el Acueducto), los planes de manejo de tránsito (PMT) son un instrumento vital para reducir el impacto en el tránsito. Su formulación surte varias etapas. Para empezar, es el contratista de la obra o el organizador del evento masivo el encargado de formularlo, según las necesidades del corredor intervenido. Luego, la propuesta la recibe Movilidad, donde lo evalúan expertos y deciden si cumple los requisitos. En varias oportunidades, los PMT se devuelven al formulante y el proceso se complica.

Las últimas semanas, el caos más crítico se produjo en el suroccidente de la ciudad, donde se programó la demolición de los puentes de la carrera 50 con Av. Américas, que por 43 años conectó el occidente con el oriente de Bogotá. Allí se construirá una intercepción mutinivel que promete acabar con los trancones del tráfico mixto y el transporte público. El problema es que mientras se demuele y se finiquita la obra, este cruce neurálgico estará cerrado y lleno de maquinaria pesada, lo que obliga a la administración a crear media docena de desvíos, más estrechos y menos directos, con el fin de minimizar el impacto de la obra en el flujo del tránsito.

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Director de ingeniería de tránsito de la Secretaría Distrital de Movilidad.
Foto: Óscar Pérez

El resultado, a pesar de la pedagogía previa, fue el de una serie de trancones, molestias, y al menos 40 minutos más de viaje para los usuarios. Juan Camilo Rodríguez Cárdenas, director de ingeniería de tránsito y uno de los encargados de aprobar los PMT, dice que el instrumento es útil porque “garantizar un paso seguro para los actores viales más vulnerables”. Aun así, los ciudadanos reclaman por desvíos mal socializados y demoras en las revisiones. La Secretaría responde con mesas de seguimiento junto a contratistas, el IDU y las empresas de servicios públicos, mientras expertos proponen endurecer el pico y placa como medida temporal. Frente a esto, Cárdenas responde que su equipo evalúa constantemente los PMT aprobados y despliega una avanzada pedagógica, con los medios de comunicación de por medio, para socializar cada cambio en el delicado equilibrio de tránsito en la ciudad.

Aunque Bogotá se despierte temprano, vibre con los conciertos o se torne caótica por la impredecible furia de la cotidianidad bogotana, este centro no se detiene. Las cámaras siguen registrando la vida en las avenidas: un taxi que se varó en la Caracas, una ambulancia que busca paso en la Boyacá, una retroexcavadora que bloquea la Autopista Norte. Desde la Calle 13, el corazón de la movilidad capitalina late sin pausa para que, cada amanecer, Bogotá vuelva a moverse de la mejor manera.

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Por Miguel Ángel Vivas Tróchez

Periodista egresado de la Universidad Externado de Colombia interesado en Economía, política y coyuntura internacional.juvenalurbino97 mvivas@elespectador.com
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