Una vida en la calle es el resultado de un proceso social complejo que, generalmente, empieza en casa.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Aunque en el imaginario público la habitabilidad en calle suele asociarse a la dependencia de sustancias psicoactivas o al resultado de decisiones individuales, un estudio reciente de la Secretaría de Planeación muestra que la realidad es más compleja y tiene una raíz profundamente social, que muchas veces va más allá de una determinación personal.
En contexto: Rehabilitación de basuco en habitantes de calle: entre la represión y el castigo
El informe Prevención y atención de la habitabilidad en calle en Bogotá revela que la expulsión de los hogares, ya sea por violencia intrafamiliar, rechazo o abandono, es uno de los factores más determinantes para que miles de personas terminen malviviendo en las calles de la ciudad. La investigación combina datos del censo de habitabilidad en calle de 2024 con entrevistas cualitativas en zonas de alta concentración de personas en condición de habitabilidad de calle y con funcionarios de los servicios de atención del Distrito.
La intención fundamental del estudio es la de construir un instrumento de consulta para la toma de decisiones, que pueda ofrecer una visión integral de los detonantes y las dinámicas que perpetúan la permanencia en la calle de cientos de personas.
Familia: el primer detonante de la calle
Uno de los hallazgos más contundentes del estudio señala que el 38,94 % de las personas habitantes de calle inició esa vida debido a conflictos y casos sistemáticos de violencia intrafamiliar, mientras que apenas el 9,66 % recibe algún tipo de apoyo emocional o afectivo, generalmente de sus familias, particularmente de las madres.
Esta fractura de las redes de apoyo se profundiza con el tiempo: quienes llevan más años en calle tienen menor contacto con sus familias y enfrentan mayores dificultades para reconstruir vínculos.
Liliana Narváez, coordinadora del Observatorio Poblacional, Diferencial y de Familias de la Secretaría de Planeación, señala que “la calle no es un fenómeno individual. La salud mental y la habitabilidad en calle deben entenderse desde un enfoque social. No se trata solo de malas decisiones personales; el entorno, las violencias y la discriminación influyen directamente”.
Así, la violencia intrafamiliar afecta especialmente a las mujeres, con un 42,29 % de los casos, mientras que el rechazo por identidad de género u orientación sexual es una causa frecuente de expulsión del hogar entre jóvenes LGBTI. Solo un 14 % de este grupo recibe apoyo de sus familiares, frente a un 16 % que lo obtiene de instituciones, lo que evidencia una discriminación estructural, además de familiar, que incrementa su vulnerabilidad.
Le puede interesar: Son Callejero, otra historia de la salsa en una casona de La Macarena
Salud mental y consumo de sustancias: decisiones personales que vienen desde casa
Contrario al imaginario común, el consumo problemático de sustancias psicoactivas no siempre precede a la llegada a la calle. La hostilidad de las dinámicas del asfalto propicia que muchas personas comiencen a consumir como mecanismo de supervivencia.
Narváez explica: “Hay personas que llegan a la calle y solo después, para sobrevivir, empiezan a consumir. La sensación constante de hambre, frío, enfermedad y exposición, con el tiempo, muchas personas la empiezan a apalear con drogas. La sedación como vehículo de escape y desnaturalización de la realidad. Y en ese vaivén de circunstancias adversas y redes de apoyo ausentes, aflora el consumo problemático”.
En efecto el estudio confirma que el 49 % de la población en calle mantiene consumo problemático de sustancias, mientras que un 22 % permanece por decisión propia y un 10,6 % por falta de trabajo, quiebras y, en general, por factores económicos, muchas veces ligados al entorno familiar.
“Los hallazgos nos hacen insistir en una idea que se viene fortaleciendo en los últimos años: que la permanencia en calle es multicausal y que los factores sociales, económicos y familiares tienen un papel central que no tienen que ver solamente con la decisión de alguien de entregarse a las dinámicas de un vicio y lo que ello conlleva para su vida”, señala la líder del Observatorio Poblacional, Diferencial y de Familias
En ese sentido, la salud mental se revela como un eje central para comprender la habitabilidad en calle. La investigación demuestra que los problemas de salud mental no deben entenderse únicamente como consecuencia de decisiones individuales, sino como fenómenos sociales que interactúan con la discriminación, las condiciones de vida precarias y las distintas formas de violencia que se han expuesto líneas atrás.
La ausencia de apoyo emocional incrementa la dificultad de afrontar las crisis personales y aumenta la probabilidad de consumo de sustancias, generando un ciclo difícil de romper, más aún teniendo en cuenta que las atenciones dependen exclusivamente de la voluntad de cada persona.
Redes de apoyo: la cuerda que evita caer más profundo
Las redes de apoyo, tanto familiares como aquellas que se crean en la calle, cumplen un rol central en la supervivencia y en la posibilidad de salir de la habitabilidad en calle. Parejas, grupos de amigos o núcleos de convivencia representan estructuras de soporte que los servicios deben respetar y fortalecer.
“Hay que trabajar con las redes que se forman en la calle, no separarlas. Romperlas aumenta la reincidencia. Muchos casos de éxito se deben, precisamente, a los grupos o ‘parches’ que forman en la calle. Si bien hay quienes prefieren estar solos e incluso negarse rotundamente a cualquier intento de ayuda o intervención, hay múltiples grupos de personas en condición de calle que se han sumado a estrategias de intervención, bien sea con el Distrito o con fundaciones, a través del voz a voz, de la experiencia cercana de alguien que acudió y a partir de su experiencia se van formando esos lazos que resultan esenciales para quienes buscan empezar una nueva vida”
El tiempo en calle también influye directamente en los vínculos. Las personas que llevan más años viviendo en la calle presentan menor contacto con sus familias y estructuras sociales, mientras que los jóvenes de 18 a 29 años mantienen vínculos más frecuentes, especialmente con la madre (37 %), lo que abre oportunidades para intervenciones preventivas y estrategias de reintegración. Esto muestra que la prevención debe comenzar en los primeros años de la habitabilidad en calle, antes de que la ruptura de redes haga irreversible la separación familiar.
Adultos mayores y personas con discapacidad: abandono como última salida
La investigación también revela que adultos mayores y personas con discapacidad cognitiva son especialmente vulnerables al abandono familiar. Durante la pandemia, muchas familias no pudieron cuidar de sus miembros más vulnerables debido a limitaciones económicas o emocionales, lo que derivó en situaciones de abandono que culminaron en habitabilidad en calle.
“En muchos hogares simplemente no había cómo cuidar a esa persona y la alternativa terminó siendo la calle”. La falta de comprensión sobre salud mental y el limitado acceso a servicios especializados agravan esta situación, dejando a estas personas en condiciones de extrema vulnerabilidad.
Entre las estrategias actuales se encuentran las unidades móviles de Idipron e Integración Social, que recorren las zonas con mayor concentración de habitabilidad ofreciendo información, atención inicial y traslado voluntario a los servicios. “Si la persona no quiere, no podemos obligarla. El ingreso a los servicios es voluntario”, aclara Narváez.
El informe enfatiza la necesidad de integrar la atención de habitabilidad en calle con políticas de salud mental y de familias, ampliando la cobertura y fortaleciendo los equipos que intervienen directamente en la población vulnerable. Además, se recomienda trabajar con las redes de apoyo que las personas ya han creado en la calle, fortaleciendo su resiliencia y reduciendo la reincidencia. Esto incluye respetar las estructuras sociales que se forman en la calle, como parejas o grupos de apoyo, y brindar acompañamiento integral que permita mantenerlas activas durante el proceso de reintegración.
Un abordaje que vaya más allá del individuo
El hallazgo central del estudio ronda una sola idea: que la habitabilidad en calle no puede abordarse exclusivamente desde el individuo. La violencia intrafamiliar, el abandono y la fractura de redes sociales son detonantes que empujan a miles de personas a la calle.
Mientras Bogotá reformula sus políticas públicas, el mensaje del estudio es claro: una vida en la calle no empieza con una decisión, sino que es el resultado de un proceso social complejo que, generalmente, empieza en casa. La salida depende de reconstruir los lazos que permitan a quienes hoy habitan el espacio público recuperar un hogar seguro y protegido, y de garantizar que los servicios sean accesibles, comprensivos y respetuosos de la realidad social de quienes los requieren.
Para muchos, la imagen cotidiana de una persona tirada en la calle, de un joven esculcando en la basura para comer, o pidiendo una moneda para financiar un vicio, es una derrota individual; el estudio propone lo que tal vez sea una obviedad: que la derrota es de todos.
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.