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El fuerte aguacero del viernes 21 de noviembre fue de tal magnitud que, no solo colapsó el sistema de drenajes de la ciudad, la movilidad y hasta el techo del aeropuerto El Dorado, sino que les dio más argumentos a quienes se oponen a la operación del escenario Vive Claro, en el lote ubicado en la calle 26 con carrera 53 de Bogotá.
El Relicto de Humedal Salitre El Greco⛈️
— Mónica Naar🦋 (@MonicaNaar) November 21, 2025
¿Cómo se le hace entender a Vive Claro que ese no es el lugar para construir un estadio?🏟🚫
El POT de Bogotá dice que esos predios hacen parte de la Estructura Ecológica Principal de la ciudad... y @CarlosFGalan no hace nada. pic.twitter.com/DCKOTuL0cH
Las imágenes del predio inundado, que circularon por redes sociales, las aprovecharon para sumar argumentos en contra de la obra y recordar la advertencia que le hizo hace un par de meses el Instituto Distrital de Gestión del Riesgo (Idiger) a Ocesa (operador del escenario), en la cual resaltó que, según el mapa “Amenaza por encharcamiento en el suelo urbano y de expansión urbana” del POT, algunos sectores dentro del predio “se encuentran clasificados en amenaza alta, media y baja por encharcamiento”.
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Y, según ellos, las razones son evidentes: si bien no es un humedal en todo el sentido de la palabra, sí es un relicto que, al hacer parte de la estructura ecológica principal, se comporta humedal cuando llueve con fuerza en la ciudad, permitiendo la acumulación de agua. Esto, sumado a las características del terreno, podría aumentar los riesgos de hundimiento, lo que validaría la inconveniencia del escenario, como lo señaló el ambientalista Herman Martínez.
El vive claro en este momento @musictrendscol. pic.twitter.com/WJIRE6tZf3
— Melodicenami (@melodicena48258) November 21, 2025
Por esta razón, el Idiger le recomendó a Ocesa un soporte técnico adecuado en el diseño de manejo de aguas lluvias, en especial por la falta de conexión con cuerpos de agua, que faciliten el drenaje. “Si no se garantiza un sistema hidráulico dimensionado y probado, se incrementa el riesgo de fallas en la cimentación y, peor aún, accidentes por ahogamiento en los pondajes (pozos) de recolección de aguas”, resaltaban.
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La situación era conocida por Ocesa, el operador del escenario. Tanto que en la respuesta al informe del Idiger, mencionó las tareas que venía adelantando para mitigar la situación, como la instalación de un sistema de seis pondajes o pozos para la acumulación de agua y tuberías de 6 pulgadas para drenar el agua. Además, el cierre de los pondajes, para evitar riesgo de ahogamiento de algún asistente.
Señaló además que contrató un análisis del riesgo en caso de insuficiencia del drenaje, para plantear las nuevas medidas, y certificó que tanto los estudios de hidrología e hidráulica, así como el levantamiento topográfico para identificar los diferentes escenarios de riesgo por encharcamiento (según la intensidad de las lluvias), estaban a cargo de la firma Hidrofumen, quien debía entregar el informe completo a finales de octubre.
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Pero, al parecer, las soluciones iniciales que se instalaron en el escenario no fueron suficientes y el aguacero del viernes superó la capacidad del drenaje y los pondajes, no solo de ahí sino de gran parte de la ciudad. La inundación, sin duda, es una alerta. De insistir en el proyecto, es evidente la necesidad de medidas técnicas más extremas. De lo contrario, no valdrá esfuerzo en la lucha de la naturaleza por recuperar el terreno que antes fue suyo.
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