Despuntan las 6:00 de la tarde y Mario Insignares, El Pony, un joven de 21 años, de mediana estatura y cabello corto, se acerca a la fachada verde de Billares Bogotá, llevando un maletín de cuero negro con diseño rojo. En él guarda su taco para jugar a tres bandas en este sitio de Toberín (Usaquén). Fue campeón panamericano en 2024 y ganó un cupo para representar al país en la Copa Mundo. Toca el timbre, suena un dispositivo que abre la puerta gris y sube al tercer piso, donde todos los martes se realiza el campeonato relámpago del club.
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Hay casa llena y los jugadores que cruzan la puerta van dejando atrás, por una noche, sus profesiones de ingenieros, diseñadores gráficos u oficinistas para convertirse en competidores de un deporte de precisión y sistema. Todos llegan con la aspiración de ganar tanto el dinero como el trofeo del título, que deberán defender quince días después. El torneo está por comenzar, suena un vallenato y ninguno de los más de 25 participantes tiene una sola botella de licor a la mano.
Wilman Cortés es el dueño del sitio y me invitó porque, entre el “gremio” (él mismo cuestiona el término), están preocupados por los efectos que tendría sobre estos clubes un proyecto de decreto de la Alcaldía de Bogotá, que establece que los establecimientos nocturnos podrán operar hasta las 5:00 de la mañana, excepto los billares. Como una mala jugada a tres bandas, la iniciativa, en su artículo 2, afecta estos establecimientos, restringiendo su operación y la venta de licor hasta las 11:00 p.m. Así lo cuenta el dueño de Billares Bogotá mientras les da la bienvenida a los jugadores, entre risas y abrazos.
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Una jugada que preocupa al gremio
Entre los participantes del torneo está Fernando Castillo, El Flaco Billarista, un youtuber que enseña secretos del juego. “Es un juego de arte y precisión, que comparan con el ajedrez. Dicen, incluso, que tiene más ciencia. ‘Eso no es carreta’”, comenta mientras desembolsa y arma su taco japonés.
Según él, el decreto desconoce lo que significa el billar para Bogotá y el país. “Podría estar seguro de que en Bogotá hay más billares que iglesias”, añade.
Según datos de 2025, en Bogotá hay más de 2.000 billares, frente a 1.544 lugares de culto registrados por la Secretaría de Planeación.
Cortés, por su parte, resalta que la Federación Colombiana de Billar señaló que Colombia ha sido el segundo país con más mesas de billar per cápita. Hoy, quien quiera puede encontrar un torneo distinto cada día en algún club, como el que se realiza en su establecimiento, el cual surgió al ver en este deporte una oportunidad de negocio.
El dueño de Billares Bogotá, economista y empresario desde hace 25 años, cuenta que desde sus días universitarios jugaba en inmediaciones de la Universidad Santo Tomás, de manera empírica.
“Siempre me pareció divertido y me pregunté si podía convertirse en negocio. Encontré este lugar, que en ese momento era solo el segundo piso, y poco a poco lo fuimos ampliando. Ahora tenemos también una sede en la avenida 19 con calle 161”.
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Desde su creación, no existe una categoría comercial específica para registrar un billar: “Nos toca registrarnos como ‘otras actividades de esparcimiento’ y, aparte, incluir expendio de bebidas alcohólicas. El reto más grande ha sido romper el estigma asociado al billar: vagancia, trago, vicios... Hoy no ves ni una bebida alcohólica aquí”, añade.
El decreto dice: “El horario de expendio de bebidas alcohólicas y/o embriagantes en supermercados, almacenes de grandes superficies comerciales, tiendas de proximidad, billares, licorerías, cigarrerías, estancos, confiterías, fruterías, panaderías, tiendas de barrio, bolirranas, galleras y canchas de tejo será desde las 10:00 a.m. hasta las 11:00 p.m. del mismo día”.
Pero si el problema no es el alcohol, ¿por qué les preocupa tanto este decreto?
El Flaco sostiene que hay que entender la historia. El licor ha estado históricamente presente, sí, pero no es el eje en todos los clubes. “El billar ha evolucionado. Es más competitivo, más técnico”, dice Wilman.
En los últimos años, la sostenibilidad de estos clubes también pasa por el consumo, aunque la actividad central sigue siendo el juego, los torneos y la técnica.
“Aquí, por ejemplo, está Mario Insignares, campeón panamericano juvenil. Tenemos nuestra Universidad del Billar, con clases virtuales y presenciales. Esto tiene física, geometría, memoria. Un competidor con cervezas encima no resuelve igual las carambolas”.
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“En el billar usted siempre encuentra una persona que juega más que otra. Hay mucha gente que juega más que el campeón nacional, pero no le interesan los títulos. Está metido en cualquier billar, de cualquier parte de Colombia”, añade El Flaco.
Sus más de 33.000 seguidores han escuchado la historia que ha documentado sobre cómo evolucionó el deporte en el país y en Bogotá. “Eso es una historia no comprobada, porque hay una disputa si fue por el Valle o en Antioquia por donde llegó el billar. Este es un juego de origen francés, de la élite, pero aquí es otra cosa”.
El Flaco recuerda a El Pote González, primer referente nacional, y a Raymond Ceulemans, belga conocido como Mr. 100 o el Pelé del Billar, a quien González llegó a vencer. “Ceulemans cambió el formato de juego porque lo ganaba todo. Cambiaron las reglas y lo seguía ganando. Este man, El Pote, le ganó”.
También menciona a Mario Criales, el rey sin corona, virtuoso que nunca ganó títulos, pero es leyenda viva entre los jugadores bogotanos.
Capital del billar
En 2024, Bogotá fue sede de la Copa Mundo de Billar a tres bandas, y este año volvió a serlo, en el Palacio de los Deportes, del 24 de febrero al 2 de marzo.
“Hoy se practica un billar más agresivo, más técnico, más deportivo. Pero tampoco es que nos haya ido muy bien: a nivel mundial, somos tabla media. A los colombianos los pelan en la primera ronda. Y el que pasó a segunda, no pasó a tercera, porque el billar dio pasos agigantados a raíz de los coreanos”, narra El Flaco.
Eso explica por qué en Billares Bogotá, como en tantos otros, los televisores que están cerca de cada mesa reproducen juegos de coreanos en todo momento.
El Pony, una de las jóvenes promesas del billar profesional en la capital, también le cogió cariño al juego en un billar de Barrios Unidos. “El papá de un amigo tenía un billar y jugábamos cuando lo dejaban solo para hacer el aseo. No me gustó el juego al principio, hasta que un profesor me enseñó los sistemas y empecé a cogerle cariño”, cuenta el joven boyacense, que se formó y entrena regularmente en Billares Bogotá.
Una foto del Pony cuelga en una pared del club, de cuando se consagró campeón panamericano en Buenos Aires, en 2024, lo que le dio un cupo a la Copa Mundo de noviembre de ese año, en la cual fue derrotado en segunda fase… por un coreano.
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Él reconoce que el decreto no lo afecta directamente, pues no toma cerveza para entrenar. Pero entiende la afectación que supone para los clubes.
Más que licor
Cortés explica que cuatro horas de restricción de licor en fines de semana representan hasta el 50 % de su ingreso. Ese dinero sostiene la operación: mantenimiento de paños, compra de mesas Jimar (que cuestan $35 millones), pagos a proveedores de gaseosas, snacks y, por supuesto, cerveza.
Viviana Cano, única mujer en el torneo del martes, también lo respalda. Tuvo su propio billar, pero lo cerró por razones económicas. Hoy apoya el deporte desde otro frente: diseña camisetas con motivos de billar. El ganador del torneo se lleva una.
“Esto es más grande que el alcohol. Es un mundo que ha avanzado y debería ser reconocido por lo que es”.
El 19 de mayo, empresarios y jugadores se reunieron para presentar sus preocupaciones ante la Alcaldía. A la fecha, el decreto está en fase de recepción de comentarios, abierta hasta el 30 de junio. Después, entrará en debate en el Concejo de Bogotá.
El Pony no juega esta noche, pues su nivel lo exime del torneo. Baja las escaleras y sale del lugar que permanece encendido pasada la medianoche, mientras los finalistas siguen jugándose el trofeo… y el futuro del juego.
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