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Las lluvias regresaron con toda su intensidad a Bogotá y, con ellas, la esperanza de que la sequía y el racionamiento lleguen a su fin. No obstante, la paradoja de una ciudad en la que el agua cae por montones, mientras los embalses se mantienen en sequía, continúa siendo la tendencia incluso durante esta última temporada de precipitaciones.
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El director de la Corporación Autónoma de Cundinamarca, Alfred Ballesteros, aclaró en las últimas horas que la mayoría de las lluvias de las últimas semanas se han concentrado, sobre todo, en la cuenca media del río Bogotá, cuyo caudal es utilizado, sobre todo, para la generación de energía.
Lo anterior, debido a que la tendencia lluviosa del clima se ha concentrado, principalmente, al régimen bimodal de la Región Andina. Por el contrario, las lluvias del régimen de las cuales dependen embalses como el de Chuza, ubicado en el corazón de Chingaza, pertenecen a la región de la Orinoquía en donde, lamentablemente, las precipitaciones todavía no son las esperadas.
“Las lluvias que se vienen presentando obedecen al régimen bimodal de la Región Andina, pero las que necesitamos para que la situación mejore tanto en Bogotá como en los municipios de la Sabana, son las que provienen de la zona oriental y de la Orinoquía, precisamente donde está ubicado el sistema Chingaza”, explicó el director de la CAR, Alfred Ballesteros.
En ese orden de ideas, los embalses de los cuales se abastece de agua la ciudad: Chuza, San Rafael y Tominé, continúan con tendencia a la baja y bajo la estricta vigilancia de la autoridad ambiental. Aunque desde la Alcaldía de Bogotá se transmitió un mensaje de optimismo la semana pasada, e incluso se descartó el día cero y un posible racionamiento más estricto, la CAR mantiene un pronóstico más bien cauto.
Bastelleros sostiene que la operación de los embalses todavía continúa siendo crucial y que se está a la expectativa de que las lluvias esperadas para mayo, caigan en la zona de influencia de los embalses.
Por el momento, el sistema de Chingaza tiene un nivel global del 38 %, pero el embalse de chuza permanece en un crítico 32 %. Por los lados del norte, de donde la ciudad ahora extrae el 50 % del agua que consume, el panorama es igual. El agregado presenta un nivel global del 43 % y Tominé, el embalse clave para el líquido con el cual se alimenta Bogotá, está en el 42 %, con tendencia al descenso.
“Muchas de las aguas de los drenajes urbanos terminan llegando hacia la zona del occidente de la Sabana donde son aprovechadas para uso agropecuario, principalmente”, señaló Ballesteros, al tiempo que insistió en que la CAR sigue operando sus sistemas de regulación del Agregado Norte con responsabilidad a la espera de que se incrementen las precipitaciones y se prolonguen al menos hasta el mes de mayo, para que los embalses aumenten sus niveles.
El director Ballesteros insistió en la necesidad de mantener las medidas de ahorro y uso eficiente del agua, pues en la actualidad las afluencias, es decir, el agua que sale de los embalses es de al menos 16 metros cúbicos por segundo, lo que explica que su condición se mantenga entre estable y a la baja. “Estamos extrayendo 16 metros cúbicos cada segundo. En un minuto, en una hora, o en un día, ¿cuántos miles de metros cúbicos salen de los embalses? Entonces, aunque llueva, no es suficiente para compensar el volumen tan grande que extraemos cada segundo”, subrayó el director.
Dicho lo anterior, a los bogotanos no les queda otra que seguir esperando, asombrados en la paradoja de verse empapados y llenos de agua en la cotidianidad, mientras el grifo de las casas se seca por 24 horas, una vez a la semana.
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Por Redacción Bogotá
