Opinión: Temporada de escopolamina

La recuperación de la normalidad reactivó factores de riesgo cotidianos. Algunas desapariciones recientes y ataques con sustancias tóxicas han aumentado el miedo y la sensación de inseguridad.

César Andrés Restrepo F.
10 de mayo de 2022 - 01:26 a. m.
Opinión: Temporada de escopolamina.
Opinión: Temporada de escopolamina.
Foto: Getty Images/iStockphoto - Instants

En las últimas semanas, la ciudad se ha visto atemorizada por la desaparición de ciudadanos en desplazamientos intraurbanos, haciendo uso de locales privados o del espacio público. En la mayoría de los casos, estas personas han sido encontradas desorientadas e intoxicadas con escopolamina. En otros, trágicamente han perdido su vida por esta causa.

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La escopolamina es un alcaloide con capacidad de poner a un ser humano en estado de inconsciencia e indefensión, el cual es suministrado principalmente vía oral o inhalatoria, siendo las bebidas alcohólicas, los dulces y los perfumes vehículos cotidianos para su suministro.

La también llamada burundanga tiene la capacidad de quitar la voluntad de sus víctimas, poniéndolas bajo el control de sus agresores, quienes buscan hurtarles sus pertenencias, ejercer violencia sexual y hasta ejecutar acciones de secuestro expreso. Esta sustancia deja secuelas físicas y psicológicas para sus víctimas, y las enfrenta a la muerte en caso de una exposición descontrolada.

Durante el año 2019 – año anterior a la pandemia- de los 306.847 hurtos registrados en Colombia según la Policía Nacional, solo el 0,7% de los casos estuvo asociado con el uso de esta sustancia. En el 2021, el año de reactivación de las ciudades, los casos por este delito alcanzaron el 0,84%. Observados los datos desde 2010, es posible señalar que el uso de esta sustancia se da en un promedio del 0,85% de los casos denunciados.

En 2021, el 1,2% del total de hurtos registrados en Bogotá tienen anotaciones de empleo de escopolamina. Los primeros 4 meses de 2022 ya cuentan con 484 registros, siendo el primer cuatrimestre con mayor afectación desde 2010.

La escopolamina también deja víctimas de delitos sexuales. El 1.8% de las víctimas registradas de este delito fueron atacados con esa sustancia en Colombia. Desde 2010 el año de mayor victimización fue 2018, con 322 registros. En Bogotá, el 0,1% de los casos registrados de delitos sexuales tienen anotaciones de presencia de escopolamina.

Por su parte, desde 2010 solo 5 víctimas fatales de agresiones con escopolamina aparecen en los registros de la Policía Nacional a nivel nacional. Un número que no permite ver la realidad dada la distorsión que se genera entre la información contenida en la noticia criminal y el resultado de las investigaciones que confirman los hechos desencadenantes de la muerte.

El análisis de las estadísticas de crimen también permite observar la geolocalización del mayor riesgo relacionado con la posibilidad de ser víctima de un ataque con escopolamina. En 2021 las localidades que más registran casos de hurto a personas con escopolamina fueron Chapinero (43 casos), Kennedy (34 casos), Santa Fe (26 casos), Usaquén (24 casos) y Suba (21 casos). En 2022, Chapinero (125 casos), Engativá (51 casos), Kennedy (48 casos), Suba (37 casos) y Teusaquillo (36 casos).

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El uso de escopolamina en hurtos y delitos sexuales es la explotación de un marco de oportunidad que abre la víctima. No son pocos los casos en el que el relacionamiento con personas desconocidas en bares y restaurantes ha derivado en un ataque de este tipo. Asimismo, las agresiones contra pasajeros en transportes abordados desprevenidamente, quienes son reducidos por horas en secuestros expresos para después ser abandonados.

La disminución de este riesgo en la ciudad será el resultado del trabajo investigativo y de promoción de la seguridad por parte de las autoridades, así como de una mayor cultura de la seguridad de los ciudadanos.

En lo que concierne a las autoridades, el fortalecimiento de las redes de transporte seguras, la implementación de botones de pánico y la definición de protocolos de prevención en bares y restaurantes, brindaran a ciudadanos y comerciantes mejores herramientas para aislar a los delincuentes.

Asimismo, el desmantelamiento y judicialización permanente de redes de suministro de sustancias peligrosas, campaneros que identifican víctimas y sus clientes principales, apartamenteros, secuestradores y bandas de ladrones.

En el caso de los ciudadanos, el ejercicio de una ciudadanía más reflexiva es un deber. Esto no significa entregarle la gestión de la seguridad a su exclusiva responsabilidad, pero si llamar su atención sobre la importancia de comportamientos conscientes que le permitan construir una cultura propia de seguridad.

Medidas como el uso de servicios de transporte verificados y monitoreables, el cuidado en el relacionamiento con extraños en contextos riesgosos y la observación permanente de comportamientos atípicos en sus contextos sociales, disminuirán la probabilidad de ser víctimas de los criminales.

El aumento reciente en la publicidad de crímenes asociados a la escopolamina crea la idea de que se activó una temporada especial para su ocurrencia. La observación de los registros permite señalar que estas agresiones responden a una realidad histórica y no coyuntural.

Disminuir la incidencia de este fenómeno requiere de un esfuerzo institucional sostenido y de una mayor cultura de la seguridad entre los ciudadanos. Lograrlo requiere de la recuperación de la confianza entre ciudadanos e instituciones de seguridad.

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