“Papá” de los Profetas, a fuete reprimía a sus jíbaros

A la organización delincuencial, de la cual era el presunto líder, le atribuyen al menos 20 homicidios, torturas y descuartizamientos.

-Redacción Bogotá -bogota@elespectador.com
13 de febrero de 2018 - 03:00 a. m.
Las autoridades aseguran que con esta captura se desarticuló la banda los Profetas. / Archivo particular
Las autoridades aseguran que con esta captura se desarticuló la banda los Profetas. / Archivo particular

El líder de la organización criminal los Profetas, conocido con el alias de Chiripas, fue el único que logró escapar hace un año de la redada que hizo la Sijín de la Policía en 12 casas ubicadas en las localidades de San Cristóbal y Suba. Ese día, cuando los investigadores lograron capturar a 23 personas, señaladas de cometer al menos una veintena de asesinatos y torturas por la venta de estupefacientes, Chiripas aprovechó la oportunidad para escabullirse. No había pista de su paradero.

Desde ese momento, sin embargo, se dieron a conocer las oscuras actividades a cargo de su cabecilla principal. Los investigadores descubrieron la estructura criminal los Profetas -en realidad conocida como la Olla de Quindío o la banda de Careloco-, que sembró el terror a través de asesinatos, torturas y descuartizamientos para ejercer control territorial. Aunque tenían influencia en las localidades de Rafael Uribe Uribe, Suba y Ciudad Bolívar, su campo de acción se asentó en la localidad de San Cristóbal, en los barrios Quindío, Moralba, Pinares, Altamira, Santa Rita y Juan Rey. (LEA: Las oscuras actividades de Los Profetas)

Detrás de todos estos hechos, según la Policía, estaba Chiripas, un hombre que no sobrepasa los 30 años y a quien en la banda le decían Papá. Él no sólo era la cabeza visible de la estructura, sino que para los integrantes era una “figura paternal”, que, según los integrantes, se manifestaba a la hora de reprenderlos. “Los golpeaba, les daba fuete. Eso ocurría cuando algún miembro cometía un error en la venta de drogas”, indicó un investigador del caso.

De él también se decía que era el encargado de coordinar el ingreso de los estupefacientes en sus puntos de venta, de qué zonas debían apoderarse y de qué vida debían disponer. Para la muestra, en una de las casas que allanaron en marzo del año pasado, en la calle 46 D sur con carrera 15 Este, en el barrio El Consuelo, en San Cristóbal, fue exhumado un cuerpo, y en una zona boscosa aledaña fue encontrado otro. Los restos pertenecerían a víctimas de la organización.

Según el testigo del caso, en esa vivienda, conocida como la casa azul, la banda delincuencial celebraba los golpes que propinaban, hacían fiestas y asesinaban a los deudores, a quienes se quedaban con el dinero producto de la venta de drogas o a sus enemigos. Hace un año, este diario reveló la declaración de un hombre que tuvo la misión de asesinar a un joven “blanco y pecoso”, y quien era el encargado de vender droga en el barrio La Belleza, en donde los Profetas tenían previsto incursionar.

Para cometer el crimen, dijo el testigo, los miembros de la estructura llegaron en una camioneta y dos motos. Uno de ellos le disparó, pero la víctima no murió de inmediato. De hecho, les clamaba para que lo llevaran a un centro asistencial. Lo alzaron y lo arrojaron a la parte posterior del vehículo. “Yo pensé que iban al hospital o que lo iban a botar por ahí, pero lo llevaron a la casa azul”, dijo entonces el testigo.

Se dirigieron a la casa azul y lo tiraron en el patio. Allí estaban otros cabecillas (Pañales, Arveja y Goofy), quienes estaban celebrando por la nueva zona de la cual se habían apoderado. Entre tanto, la víctima seguía con los ojos abiertos, moviéndose y los demás estaban repartiendo plata y riéndose. El joven pedía que no lo dejaran morir, mientras el testigo rompió en llanto. Los cabecillas se dieron cuenta de la actitud de quien fuera el testigo y le dijeron que debía cortarlo en partes. Como se rehusó, los demás se abalanzaron sobre la víctima y la atacaron con arma blanca en múltiples oportunidades.

El testigo cuenta que no tuvo más opción que salir de la casa azul y, mareado, se fue a dar una vuelta al barrio. Pero al regresar encontró que los demás miembros de la banda tenían motosierras y armas blancas en su poder. Contó que ya habían descuartizado el cuerpo y su misión consistía en llevar en bolsas los restos hasta una zona boscosa donde ya había sido cavado un hueco.

Esta vez, para dar con Chiripas, las autoridades también se valieron de información de inteligencia y de un testigo que conocía los casos. “Hubo un momento en el que se creyó que Chiripas había salido de la ciudad. Pero no estaba muy lejos”, agregó el detective. El pasado 6 de febrero, unidades de la Sijín lo capturaron en el barrio La Estancia, en Ciudad Bolívar, luego de romper la puerta de la casa en donde se hospedaba. Así fue puesto a disposición de la justicia, que lo procesaría por homicidio, concierto para delinquir, tráfico de estupefacientes y porte ilegal de armas.

De acuerdo con la Policía, con la desarticulación de los Profetas se redujo el índice de homicidios en un 51 % en San Cristóbal.

Por -Redacción Bogotá -bogota@elespectador.com

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