El problema no es solo en Bogotá, es nacional: el grueso de la ciudadanía o no está enterada de los mecanismos de participación o, si los conoce, ni les va ni les viene. La apatía, la desconfianza en las instituciones y sus estrategias, mecanismo e instrumentos de participación son una constante. Y en un país que se precia de tener una democracia sólida, el reto de virar la balanza no es menor.
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La conclusión es producto del reciente análisis que hizo el Observatorio de la Participación Ciudadana del IDPAC a la encuesta Bienal de Culturas, que se aplicó entre octubre y diciembre de 2023 a 4.539 personas mayores de 13 años, en 19 localidades. En ella se evaluó el estado de la cultura ciudadana en Bogotá y contó con su capítulo de Cultura Política, en el que se midió la percepción y comportamiento ante la participación.
El resultado de desagregar cada respuesta de la encuesta ratificó un secreto a gritos: a la ciudadana no le interesa participar en temas de gestión pública y decisiones políticas. Además, revelan una población distante, desconfiada y poco informada frente a los mecanismos para incidir en las decisiones públicas.
El diagnóstico es más profundo: existe una brecha entre las ventanas de participación que ofrece el Distrito y el uso (o no) que les dan los bogotanos. Para empezar, entre el 57% y el 67% de los encuestados dice no conocer mecanismos de participación existentes y menos de las figuras cruciales para la planeación y el control de la gestión pública, como los Consejos Locales de Planeación, las Veedurías o los Encuentros Ciudadanos. Así las cosas, en las 19 localidades, estos espacios parecen funcionar como clubes a los que solo acceden unos cuantos interesados.
Cuando se indaga por las razones para participar, el análisis no mejora. La prioridad siguen siendo situaciones subjetivas y personales (46%), por encima de cualquier motivación comunitaria (23%). La defensa de derechos y la búsqueda de transformaciones colectivas, que podrían entenderse como los cimientos de una ciudadanía activa, alcanzan niveles marginales.
Para completar este desalentador cuadro, predominan percepciones negativas: 64% piensa que participar es peligroso, dadas las amenazas contra los liderazgos sociales y comunitarios; el 59% piensa que el acceso es difícil, y un 47% piensa que los espacios de participación, en definitiva, no sirven para nada. Cifras que, además de desactivar cualquier intento de construir cultura política, hablan del desinterés en darle un viro a esta realidad.
Para muchos, votar está sobrevalorado
Ad portas de una jornada electoral y los ya conocidos niveles de abstención, el estudio da luces claras: menos del 26% de los ciudadanos dice tener un interés alto en votar, con un leve repunte en las elecciones presidenciales (28%), mientras que los comicios locales y comunitarios apenas despiertan entusiasmo. Esto se traduce en una ciudadanía poco vinculada a organizaciones sociales o comunitarias, que concentra su participación en actividades culturales, artísticas y deportivas, pero se aleja la posibilidad de involucrar organizaciones de defensa de derechos humanos o de carácter comunitario y barrial.
La percepción sobre la efectividad de los espacios de participación promovidos por el Distrito es categórica: el 76% los considera poco o nada efectivos para resolver los problemas de la ciudad. La desconfianza institucional, un mal ya instalado en el ADN bogotano, continúa siendo un obstáculo enorme para la participación incidente.
Un retrato profundo de la apatía
Los resultados no solo evidencian el desconocimiento generalizado sobre los mecanismos de participación, sino la débil vinculación de la ciudadanía a ellos y la persistencia de barreras culturales, sociales e institucionales que dificultan el ejercicio de derechos básicos como la incidencia en las decisiones públicas o la exigencia de rendición de cuentas.
Esto contrasta con el marco normativo que desde hace décadas promueve la participación como columna vertebral de la democracia colombiana (desde la Constitución de 1991 hasta el reciente Plan de Desarrollo 2024-2027 “Bogotá camina segura”, del alcalde Carlos Fernando Galán). Como se ve, al menos en el papel, la participación es un valor fundamental y se entiende incluso como un norte. En la práctica, sigue siendo una promesa incumplida que, para muchos, ya dejó de importar.
¿Cómo devolverle sentido a la participación?
A modo de conclusión, el informe advierte lo que parece una obviedad, pero que, aparentemente no lo es: si Bogotá aspira a consolidar una ciudad más justa, segura y democrática necesita urgentemente superar este inmenso bache de desinformación, apatía y desconfianza. El informe insiste en fortalecer las estrategias de formación, sensibilización y divulgación, así como en impulsar mecanismos innovadores de participación incidente, que permitan a la ciudadanía ver resultados concretos de su involucramiento.
Hoy, sin embargo, el retrato es claro: Bogotá cuenta con los mecanismos, pero no con la participación. Y mientras la ciudadanía siga percibiendo que involucrarse “no sirve para nada”, la democracia local seguirá caminando con pasos cortos.
Una ciudadanía ausente y un Estado que debe redoblar esfuerzos
Los resultados de la Encuesta dejan poco espacio para el optimismo. En materia de Cultura Política, las cifras confirman un fenómeno arraigado: más del 69% de los encuestados reporta poco conocimiento o baja participación en los espacios promovidos por el Distrito, limitando de manera drástica el ejercicio de control social, veeduría y vigilancia sobre la gestión pública. Sin información ni implicación real, la ciudadanía pierde la capacidad de incidir en la definición de planes, programas y políticas que afectan directamente sus territorios.
Esta debilidad se extiende a la participación en la planeación local: la elaboración de planes de desarrollo, los presupuestos participativos y la formulación de políticas públicas siguen dándose, en gran medida, sin que los aportes ciudadanos sean un insumo determinante. A ello se suma que una proporción considerable de habitantes no cuenta con iniciativas propias para involucrarse en los procesos de toma de decisiones, en parte por el escaso conocimiento sobre las condiciones y rutas de participación existentes y, de nuevo, por el poco interés que suscita involucrarse en estos espacios.
Menos del 28% manifiesta un alto nivel de motivación para participar en procesos políticos, sociales, comunitarios o ciudadanos. La indiferencia continúa dominando el clima cívico de Bogotá. Y sin motivación ni sentido de pertenencia, la ciudad difícilmente podrá avanzar hacia un modelo de participación incidente, informado y corresponsable, problema de nunca acabar en Bogotá.
Frente a este panorama, “se hace inaplazable fortalecer la construcción de Cultura Política, entendida como el desarrollo de capacidades ciudadanas y de sentido de pertenencia, que facilite la relación, el diálogo y la corresponsabilidad entre gobernantes y gobernados para la consecución de fines comunes”, advierte el informe.
Los análisis también apuntan a la necesidad de diseñar estrategias de sensibilización que fortalezcan el sentido de pertenencia y motiven a los bogotanos a involucrarse en los asuntos públicos. Las campañas institucionales, más que informar, deben mostrar cómo el bienestar individual está profundamente ligado al bienestar colectivo. De igual forma, es fundamental expandir y robustecer los programas de formación ciudadana, especialmente en comunidades con bajos niveles de participación, y orientarlos hacia el desarrollo de competencias para incidir en lo público de manera efectiva.
El reto, sin embargo, no es exclusivo del IDPAC. El informe señala que todas las entidades del Distrito deben articularse para planear, ejecutar y monitorear estrategias e instrumentos que impulsen decididamente la participación ciudadana incidente. Solo así será posible avanzar hacia una gobernanza democrática robusta, capaz de responder a las complejidades sociales y políticas de la ciudad.
En consonancia con esta tarea, el Observatorio de la Participación Ciudadana del IDPAC reitera el compromiso de producir análisis rigurosos que alimenten el diseño de políticas públicas más inclusivas, eficaces y transparentes. El llamado se extiende a organizaciones sociales, instancias de participación, entidades distritales y ciudadanía en general: utilizar estos resultados como base para proponer, dialogar y construir colectivamente soluciones a los desafíos que enfrenta Bogotá.
Señala el informe que el escenario de fortalecimiento de la cultura ciudadana y de participación, no solo es un objetivo institucional, sino que responde a una responsabilidad compartida con la ciudadanía. Si bien es cierto que una sociedad que practique una democracia activa debería contar con ciudadanos que, además de defender sus derechos, tenga claras sus responsabilidades, la apatía generalizada es el resultado de años, tal vez décadas, de una relación lejana y erosionada en la que la ciudadanía, más que partícipe, ha sido un instrumento para el ascenso de ideas, personas, partidos o discursos. Y entre tanto, su papel crítico se difumina cada día más.
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