Cada tres meses, María de los Ángeles Velasco debe practicarse exámenes de sangre y visitar a su médico. Desde los 45 año, pertenece a los 1,3 millones de pacientes diagnosticados con diabetes tipo 2 en el país. Hoy, a sus 66 años, ha logrado llevar una vida plena gracias a los medicamentos y, sobre todo, al cambio de sus hábitos alimenticios.
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Como ella, actualmente 11 de cada 100 capitalinos están diagnosticados con esta enfermedad. Sin embargo, las alarmas se encendieron al conocer que ha incrementado su prevalencia en Bogotá, durante los últimos años. Actualmente, el 20% de las personas mayores de 18 años que reside en la capital están en riesgo de ser diagnosticadas como diabéticas.
Así lo indica un estudio reciente que realizaron investigadores de la Universidad Nacional y del Rosario, en alianza con Novo Nordisk, la secretaría de Salud y la embajada de Dinamarca, denominado “Prevalencia de Diabetes mellitus tipo 2 y síndrome metabólico en Bogotá”. La capital, al igual que otras urbes de América Latina, presenta características demográficas específicas, que hacen a su población propensa a padecer diabetes.
La explicación a este fenómeno radica en un componente genético, con origen en nuestra herencia amerindia, por lo cual la población de Latinoamérica tiene mayor susceptibilidad. Así lo explicó el médico Carlos Augusto Yepes, miembro de la Asociación Colombiana de Endocrinología, Diabetes y Metabolismo. No obstante, hay una aclaración: no se puede aterrizar el riesgo actual que tienen los adultos en Bogotá de ser diagnosticados con esta patología, meramente en la transmisión genética. Hay otras razones socioeconómicas que parecen estar incidiendo en la cifra.
De acuerdo con los datos del estudio, en los que entrevistaron a 2.860 habitantes, de 19 localidades de Bogotá, el 65 % presenta obesidad o exceso de peso. Este punto cobra relevancia si tenemos en cuenta que el 51 % de los encuestados pertenecían a los estratos 2 y 3. Dichas variables, sobre todo la primera, tienen un valor significativo en el riesgo que puede tener una persona de desarrollar diabetes.
Según Yepes, la obesidad es, junto al factor genético, una de las principales razones que derivan inevitablemente en el diagnóstico. “Hay una relación directa entre ganar peso, ganar gasa corporal y el desarrollo de esta enfermedad. Es decir, uno puede tener predisposición genética a ser diabético, pero si no presenta sobrepeso, las posibilidades de ser diagnosticado disminuyen considerablemente”.
Pero volviendo al estudio, que demostró el alto riesgo que tienen los adultos en Bogotá de ser diabéticos, hay otras cifras relevantes en su contenido que deben y necesitan ser tomadas en cuenta. El sondeo arrojó que el 74 % de los encuestados tiene ingresos inferiores o iguales a un salario mínimo y que, además, solo el 25 % de ellos cuenta una educación media, es decir, son bachilleres.
Aunado a lo anterior, solo el 7,3% aseguró estar enterado de que sufre diabetes, a pesar de que más de la mitad de ellos reflejan variables de riesgo, como el sobrepeso o la baja actividad física: 61% de ellos manifestó no realizar ejercicio. ¿Esto quiere decir que hay una relación directa entre la diabetes y las personas con menos ingresos?
Yepes asegura que podría darse el caso, aunque advierte que aún hace falta evidencia científica que respalde tal afirmación, de que “haya una relación entre el ingreso y los buenos hábitos. Tener más ingresos aumenta el tiempo disponible para ejercitarse, de pronto para contratar un instructor que lo oriente en la actividad física. Y también es probable que alguien pueda tener acceso a mejores alimentos, en la medida que tenga un mayor ingreso”.
Sin embargo, advierte el profesional, es necesario tener en cuenta, no solo el acceso a condiciones favorables que puedan evitar el desarrollo de diabetes, sino también la acción que ejecuta cada persona. “Puede haber personas con buenos recursos económicos que simplemente no comen bien o no hacen ejercicio, porque no quieren”, resaltó.
María de los Ángeles Velasco, bogotana de estrato 3, trata su diabetes con una serie de medicamentos que, por fortuna, le cubre el servicio médico. Cada ocho días, debe aplicarse una inyección de glucosamina, la cual puede adquirir sin ningún problema.
Para pacientes ya diagnosticados, explicó la salubrista Verónica Cárdenas a El Espectador, la variable socioeconómica no tiene una influencia considerable. Salvo en condiciones de vulnerabilidad extrema. “Las condiciones actuales del servicio de salud y el desarrollo de medicamentos para controlar el peso y el nivel de glucosa en la sangre han permitido crear alternativas accesibles con las que una persona puede tratar su diabetes, sin tener necesariamente un nivel de ingreso alto”.
En este aspecto, Cárdenas apunta que, es en la fase de prevención. en donde más podría tener influencia el factor socioeconómico. En el sentido alimentario, por ejemplo, es posible obtener una alimentación sana con un nivel de recursos bajo, incluso, en tiempos de inflación como los actuales. Dicho lo anterior, la experta señala al nivel educativo de las personas, quienes, al desconocer las propiedades de algunos productos, siguen consumiéndolos, al margen de su precio.
“Tenemos más de un 1 millón de personas con diabetes. Conocer cómo se comporta Bogotá frente a esta patología nos ayudará a tomar decisiones y a prevenir conductas que, según estudios de la OMS, nos llevará a tener más de 750 millones de habitantes con esta enfermedad para el 2050. Este estudio es la carta de navegación para los tomadores de decisiones, es la ruta preventiva que hoy nos puede evitar llegar a cifras alarmantes. Aún estamos a tiempo”, dijo Milcíades Ibáñez, profesor e investigador de la Universidad del Rosario.
Como queda claro, los expertos coinciden en que la cifra más preocupante del estudio es la del riesgo a sufrir diabetes, que tiene el 20% de los adultos en Bogotá. Parte importante de reducir este indicador, recae en los tomadores de decisiones y en las políticas públicas que se ejecuten.
Con relación a lo anterior, el secretario de Salud, Alejandro Gómez, comentó: “no podemos bajar la guardia. Las enfermedades crónicas no transmisibles están demandando los servicios de salud y debemos ser conscientes de lo que esto implica no solo en un sistema, sino en una sociedad como la nuestra. Entender de qué tamaño es el reto y cómo lo componen es clave dentro de la planeación y prevención”.
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