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Volquetas en Bogotá: actor con sobrecostos ambientales y de movilidad ¿qué hacer?

En Bogotá, a diario, circulan casi 60.000 vehículos de carga. Entre ellos están las volquetas, muchas de ellas con más de 15 años de antigüedad y poco mantenimiento, aspectos que las convierten en fuentes de contaminación e inseguridad vial. Buscan soluciones.

Miguel Ángel Vivas Tróchez

08 de abril de 2025 - 12:59 p. m.
A través del diálogo, el Distrito busca solucionar los efectos negativos de la circulación de volquetas en la capital.
Foto: Jose Vargas Esguerra
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Por más surreal que resulte, un hombre, de 60 años, perdió un ojo tras un particular accidente, en el que se vio involucrado un vehículo de carga. Una volqueta, que transitaba por Bosa cargada de arena, perdió un tornillo de la llanta izquierda. Por la presión de expulsión, la pieza fue un proyectil que impactó en el rostro del transeúnte. Si bien, en esta historia en algo juega el azar, la realidad es más compleja: es la evidencia de uno de los tantos riesgos asociados a la circulación de vehículos viejos o sin mantenimiento por Bogotá.

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En este caso, tanto testigos como mecánicos aseguraron que las llantas de la volqueta estaban lisas, lo que denotaba falta de cuidado. Al consultar el registro, su antigüedad era 13 años y, dadas sus condiciones, no tenía atisbos de haber atravesado un mantenimiento preventivo. Como este, son muchas las volquetas que transitan por la capital, que se han vuelto un factor de riesgo por atender, en especial aquellas que no cuentan con revisión tecnomecánica.

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Esto último preocupa, por varias razones. Por un lado, si se tiene en cuenta que, en promedio, la antigüedad de los vehículos infractores supera los 15 años, su circulación por corredores de alta velocidad y afluencia los conviertan en un peligro para peatones y otros actores viales. Por fortuna, la siniestralidad viene disminuyendo desde 2019, año en el que se registraron 29 siniestros viales en Bogotá frente a 16 en 2024.

Por el otro lado, una fracción envejecida de este parque automotor conlleva otros efectos, en especial, sobre el medioambiente y, particularmente, sobre la deteriorada calidad del aire de la capital. Según estudios de movilidad, en general, los vehículos de carga emiten el 45 % del material particulado de la ciudad y son la primera fuente móvil de contaminación, aun por encima del transporte público (que de a poco transita a energías limpias) y vehículos de tráfico mixto.

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Y si a esto se le suma la falta de un control, la situación se hace más compleja: muchas volquetas, que transportan escombros, lo hacen sin cumplir mínimas medidas de precaución, dejando a su paso, no solo polvo, sino regueros de material en las vías, como se ha denunciado en el sector de CEMEX, en la Avenida Boyacá, aumentando el riesgo de accidentes para otros actores viales.

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El último caso fue el de un joven que resultó herido luego de que su bicicleta resbaló por el lodo que cayó del compartimiento de carga de una de las volquetas. “No hay un conducto regular para que los camiones limpien sus llantas y eviten dejar lodo a su paso. Hemos hecho varias denuncias, pero las autoridades no hacen presencia en el lugar”, contó Andrés Gil, motociclista que se accidentó en febrero por esta situación.

Diálogo y caracterización

Una mesa de diálogo entre los conductores de volquetas de CEMEX, líderes moteros, y las autoridades se está llevando a cabo, con el fin de encontrar una solución. De momento, se plantea mayor control de los vehículos que salen de la escombrera para que la carga que transporten no genere los daños en la vía, ni riesgos para los demás actores viales.

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El diálogo, de hecho, ha sido el principal la principal herramienta para encontrar solución a los pleitos que las autoridades han tenido con el gremio camionero, el cual ha estado envuelto en diversas controversias con en el Distrito. Neftaly Porras, volquetero desde hace más de 30 años, ha participado en varias sesiones, en las que se han tratado diversos temas: desde los paros, cuyo último incidente se registró el año pasado, hasta la compleja situación de emisiones contaminantes y manejo de escombros.

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“El gremio, en su mayoría es gente comprometida, somos personas de ley y honramos los acuerdos que firmamos, para continuar trabajando bajo el amparo de la norma. Pero hay que resaltar dos cosas, que no dependen de nosotros: la primera, la subcontratación de los vehículos para hacer el trabajo sucio de algunas empresas. La segunda, lo costoso que es la transición a vehículos más modernos y con menos emisiones contaminantes”, explica.

En efecto, en el tema de escombros, la tercerización de vehículos es una maniobra que usan algunos para deshacerse de residuos de manera ilegal sin dejar rastro que los responsabilice. Usualmente, vehículos como las volquetas, por lo general las conducen personas que no son los propietarios. Estas personas, en su afán de generar dinero extra y cumplirle con la cuota al dueño, suelen prestarse para este tipo de acciones ilegales. Esta situación la refuerza el hecho de que en Bogotá no hay escombreras, por lo cual, las vías periféricas, los canales y los potreros baldíos se convierten en el lugar ideal para deshacerse de este tipo de desechos.

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En medio de los diálogos, Porras y sus colegas han propuesto una mayor caracterización de los vehículos, así como de quienes los conducen, con el fin de que sea más fácil detectar quienes incumplen con la norma y, de esta manera, “no paguemos todos o terminemos involucrados en este tipo de situaciones”, señala. A pesar de los buenos resultados en mesas de diálogo, hay conductores que reprochan la falta de compromiso de los propietarios de los vehículos, quienes se desentienden de estas cuestiones.

Emisiones

Otro aspecto clave es el de las emisiones de material contaminante. Financiar una transición para que los propietarios de las volquetas más antiguas (por ende, las más contaminantes) chatarricen y den el salto a vehículos más amigables con el medio ambiente, resulta complejo. Aunque se han adelantado pilotos y programas de financiación, para hacer más accesible esta transición, lo cierto es que no existen los recursos, para un programa lo suficientemente ambicioso, que permita sacar de circulación a los cerca de 23.000 vehículos de carga que tienen más de 15 años de antigüedad.

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Por el momento, el Distrito ha adoptado por la estrategia de demarcación, a través de la medida de etiquetas de colores. Se trata del Plan Aire 2030, que se implementó desde el primer trimestre de 2023 y el cual consiste en un plan voluntario, en el que se caracterizarán los automotores según el modelo, tecnología y cantidad de emisiones que generan. El color gris corresponde al más contaminante y le siguen naranja, amarillo, verde y azul, que es el color menos contaminante o cero emisiones.

Para el momento de la etiquetada, cada vehículo deberá mantener los criterios y niveles establecidos por la normatividad ambiental en material de opacidad, material particulado, entre otros. De no cumplir con los estándares, será un factor para la clasificación de la etiqueta y su respectivo color. Pese a que resulta una alternativa interesante, lo cierto es que ninguna medida será efectiva sin una transición total de vehículos.

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En materia de salud, por ejemplo, se observa como la calidad del aire en los corredores más transitados por este tipo de vehículos, como la avenida Boyacá (sector de La Sevillana) o la calle 13, en Fontibón, es cada vez más crítica y contraproducente para la salud de los habitantes. Sin embargo, hace falta dinero, voluntad y conciencia ambiental. Aunque todavía se esté lejos de llegar a una transición de vehículos, lo cierto es que mantener el mantenimiento al día y cumplir con las reglas de transporte de escombros, podrían hacer más evitables accidentes como el de Bosa, el de Cemex, o aligerar un poco la carga de quienes respiran el peor aire de la ciudad.

Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.

Por Miguel Ángel Vivas Tróchez

Periodista egresado de la Universidad Externado de Colombia interesado en Economía, política y coyuntura internacional.juvenalurbino97 mvivas@elespectador.com
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