Por años, la Zona Industrial de Bogotá fue una selva de desolación y un retrato de un decadente motor industrial, en pleno corazón de la capital. Allí se fundieron motores, se levantaron fábricas de textiles y se amasó buena parte del músculo productivo del país. Pero el tiempo, la deslocalización paulatina de las fábricas, el arribo de las zonas francas y los cambios en la economía la fueron dejando vacía: bodegas cerradas, muros corroídos, calles amplias en las que antes deambulaban camiones ahora no tienen propósito alguno.
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Hoy, ese paisaje vacío, que por décadas fue ignorado, es el lienzo en blanco desde el cual la empresa de Renovación Urbana de Bogotá (RenoBo), con base en el POT vigente, implementará la actuación estratégica Zona Industrial ZIBO. Con esta parte de ciudad, donde se proyecta construir oficinas, apartamentos, comercios y espacio público, construidos sobre el mobiliario existente, se lleva a cabo un concurso innovador para darle una nueva oportunidad al territorio.
Se grata del concurso Utopías Posindustriales, organizado por RenoBo, llamado público para imaginar el futuro de la Zona Industrial de Bogotá (ZIBO). La convocatoria consistió en un ejercicio de imaginación colectiva que reunió a ciudadanos, artistas y arquitectos de varias ciudades —e incluso de otros países— para pensar cómo debería renacer ese territorio. Cada participante, en su mayoría arquitectos (aunque participaron profesionales de todos los campos), tuvo la oportunidad de enviar su boceto de cómo le regresaría la vida a esta olvidada zona de la ciudad.
Participaron 179 personas, desde estudiantes hasta profesionales de arquitectura, diseño, comunicación, derecho y economía. Llegaron propuestas de Bogotá, Cali, Medellín, Ibagué, Chía y hasta de Italia y Dubái. Cada una, con su acento propio, reinterpretó lo que significa revivir una zona que alguna vez fue el corazón industrial de la ciudad. Hablamos con algunos de los ganadores para que nos explicaran su idea y las perspectivas para que pase del render a la realidad.
Asimismo, en las propuestas elegidas hay un profundo interés por el desarrollo ecológico, que combina lo más artístico del ladrillo y el concreto con expresiones vivas de la naturaleza, como plantas, helechos y arbolados.
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Construir sobre lo existente
“Nos interesa la sostenibilidad de la zona, no demoler sino construir sobre lo existente”, explica John Rodríguez, ganador del primer lugar junto a María Alejandra Gil, con la propuesta 5.0 ZIBO Tejido Creativo. Su idea se sostiene sobre tres hilos: la memoria, la cultura y el tejido social. Partieron del principio de que la renovación no debe borrar lo que ya existe, sino reutilizarlo: transformar las viejas naves industriales en lugares donde convivan mercados gastronómicos, espacios para foros y talleres, industrias creativas y terrazas comunitarias.
En su visión, el nuevo ZIBO no es un conjunto de edificios relucientes, sino una ciudad viva, tejida con los restos de la anterior. “Queríamos algo aterrizado, posible de materializar. La idea es que la comunidad participe, que la ciudad se viva. Cuando eso pasa, también llega la seguridad y el sentido de pertenencia”, dice Rodríguez.
En segundo lugar quedó Andrés Álvarez, arquitecto bogotano que hoy vive en Dubái. Su propuesta, “Colmena”, plantea resignificar las fachadas industriales al convertirlas en una piel metálica que abriga la memoria del lugar y a la vez lo llena de vida. “La idea era aprovechar lo que ya existe. Esas paredes altas, las culatas, podían transformarse en espacios activos, comerciales y culturales sin borrar su pasado”, cuenta.
Álvarez cree que Bogotá tiene todo para ser ejemplo de renovación urbana si decide no seguir creciendo hacia afuera, sino revitalizando lo que ya tiene. “Una ciudad como esta necesita renovarse. No es una moda, es una necesidad”, dice. Para él, ZIBO puede ser lo que fueron el SoHo o el High Line en Nueva York: una forma de transformar el abandono en oportunidad.
El tercer lugar lo obtuvo Camilo Almonacid, con “El susurro de las máquinas dormidas”, un proyecto que convierte las fábricas en huertos urbanos y vivienda, demostrando que la sostenibilidad también puede brotar del concreto.
La selección estuvo a cargo de un jurado de urbanistas y arquitectos de RenoBo y del sector académico. Más que una competencia de diseño, el concurso fue un laboratorio de imaginación colectiva. Cada propuesta aportó una pieza a ese rompecabezas llamado ZIBO: cómo conservar sin congelar e innovar sin expulsar.
“Queremos que la ciudadanía se apropie del proyecto y nos ayude a imaginar la nueva cara que tendrá la ZIBO”, explicó Carlos Felipe Reyes, gerente de RenoBo. La convocatoria Utopías Posindustriales fue un primer ensayo de cómo imaginar colectivamente el futuro urbano de Bogotá.
Una señal de que los proyectos de renovación pueden ser también ejercicios de memoria. Si algo dejan estas propuestas es la certeza de que los nuevos paisajes de la ciudad no se construirán desde cero, sino desde los escombros.
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