Científicas colombianas que luchan contra el cambio climático

Paola Arias, Ana María Loboguerrero y Clara Inés Pardo son tres mujeres que le han ayudado al país a entender cómo enfrentar el cambio climático desde la biología, la economía y la ingeniería.

Helena Calle y Maria Paula Rubiano
25 de febrero de 2019 - 07:36 p. m.
Izquierda (arriba): Ana María Loboguerrero; (abajo): Clara Inés Pardo; Derecha: Paola Arias.  / Ilustración: Eder Leandro Rodríguez
Izquierda (arriba): Ana María Loboguerrero; (abajo): Clara Inés Pardo; Derecha: Paola Arias. / Ilustración: Eder Leandro Rodríguez

Son miles las mujeres que en Colombia están contribuyendo desde la ciencia a construir un mejor país y un mejor mundo. En reconocimiento a todas ellas, cada 15 días El Espectador está publicando perfiles sobre su investigación y trabajo bajo el #ColombianasEnLaCiencia. Aquí la historia de Paola Arias, bióloga, Ana María Loboguerrero, economista, y Clara Inés Pardo, ingeniera de alimentos y sanitaria: tres mujeres que llevan la parada en la lucha contra el cambio climático en el país. (Vea acá la primera entrega: Tres astrónomas colombianas que la están rompiendo)

La economista que le puso precio a la inacción contra el cambio climático

Ana María Loboguerrero es economista hasta el tuétano. Su madre y su tía fueron de las primeras mujeres en graduarse de matemáticas de la Universidad Nacional, y ella, en búsqueda de su educación matemática con un toque de trabajo de campo con la gente, eligió ser economista.

En 2008, después de terminar su doctorado (también en economía) en la Universidad de California, en Los Ángeles, volvió a Colombia a trabajar en la Subdirección de Desarrollo Ambiental Sostenible del Departamento de Planeación Nacional (DNP). Ella y su equipo (dos biólogos, una física y dos matemáticos) se volcaron a una tarea pionera: ponerle precio al costo de la inacción frente al cambio climáticoen el país. La conclusión fue que, si nos dormimos en los laureles, al país le costaría $544.924 billones en los próximos 100 años.Loboguerrero se basó en el estudio de otro economista, Nicholas Stern, que realizó el primer informe sobre los impactos económicos del cambio climático en el mundo, en 2006. (Lea: Ser mujer e investigar en Colombia, un camino que se va estrechando)

“Es chévere, porque lo que haces es juntar modelos económicos con modelos biofísicos, casi como simular condiciones en un laboratorio. Lo que hicimos fue meterle un choque digamos climático a cada sector (energético, ganadero, etc.) en el modelo. ¿Qué pasa si aumenta la temperatura, si disminuye la precipitación? Te genera menos producción, pero ¿cuánto menos? Por eso el cambio climático es interesante. Necesitas de muchas disciplinas para entenderlo y abarcarlo”, cuenta.

La motivación detrás de esas cifras, señala, era enviar un mensaje al Gobierno para que se organizara en torno a la mitigación de los efectos del cambio climático. “Es cuantificar el costo de la inacción. ¿Qué pasa si nos cruzamos de brazos? El mensaje más importante fue para el Ministerio de Hacienda: si no le para bolas al tema, va a tener repercusiones en el PIB”.

El dinero es un lenguaje universal, nos guste o no, y al final, su trabajo dio frutos inesperados. Impulsaron el Conpes 3700, que organiza al Estado colombiano para estudiar, financiar, adaptarse y mitigar los efectos del cambio climático.

Loboguerrero también hizo parte de la Estrategia Colombiana de Desarrollo Bajo en Carbono, que identificó dónde es que Colombia tiene oportunidades de crecimiento económico sin emisiones de carbono(carros eléctricos, la reconversión ganadera y las energías renovables fueron nombradas como prioritarias por primera vez en ese informe oficial), y del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático, que salió precisamente después de hacer un cálculo de cuán vulnerables económica y climáticamente somos: el fenómeno de La Niña de 2010-2011 dejó pérdidas por $11,2 billones y 3,2 millones de personas afectadas.

“Aunque siento que fuimos humildes al nombrar nuestros supuestos, la gran conclusión es que es mucho más barato implementar soluciones. De todos modos, sentimos que los ministerio de Ambiente y de Hacienda vieron la utilidad de entender cuánto cuesta tratar de resolver el problema y adaptarse a él”, explica.

Hoy, Loboguerrero trabaja en el Programa de Investigación en Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CGIAR), haciendo de puente entre la ciencia que producen 15 centros de investigación científica de los cinco continentes y los tomadores de decisiones del mundo.“Soy positiva. Ponerle números a esto significa que los gobiernos sí se dan cuenta de que es un tema relevante y hay que prestarle atención”.

La científica paisa que sigue los ríos del cielo

Eran las nueve de la mañana cuando Paola Andrea Arias vio el correo. “Cuando leí... no sé ni cómo describir esa emoción. Era como un profundo agradecimiento con esas mujeres que habían creído en míy en mi trabajo”, dice a través del teléfono. En el correo, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas le avisaba que era uno de los 721 expertos de 90 países que, entre un grupo de 2.858 aspirantes, habían sido elegidos para redactar el próximo informe sobre cambio climático del IPCC. Hacer parte de este documento —el más importante sobre el tema a nivel global— era la prueba de que los últimos 18 años no habían pasado en vano.

Cuando Paola Andrea se graduó como ingeniera civil en la Universidad Nacional, a principios de la década del 2000, sabía que jamás iba a ejercer esa profesión que escogió impulsada por una historia familiar de ingenieros. “No me gustó nada de la carrera, la verdad”, confiesa un poco apenada. Fue en los últimos semestres, en una electiva con el profesor Germán Poveda, que encontró lo que le gustaba: la hidrometeorología y la hidrología. En sus palabras, su trabajo es entender “cómo se mueve el agua, cómo hay ríos en la atmósfera y cómo el viento transporta esas masas de agua y si cambiamos la cobertura del suelo o la temperatura global se puede afectar esa circulación”. (Le recomendamos: ¿Por qué ingresan menos mujeres a la Nacho?)

Apenas se graduó del pregrado empezó la maestría en aprovechamiento de recursos hidráulicos de la Nacional, en su sede en Medellín. No respiró para buscar un doctorado en el exterior. Un día le escribió a la profesora china Rong Fu, quien por esos años lideraba la investigación hidrometeorológica desde el Instituto de Tecnología de Georgia. Para su sorpresa, Fu le contestó y tras varios meses de conversación, Paola Andrea desempacaba sus maletas en Estados Unidos para hacer su doctorado. En 2011 regresó a Colombia con dos cartones: una maestría en ciencias de la tierra y la atmósfera del Instituto de Tecnología de Georgia y un Ph.D. en ciencias geológicas de la Universidad de Texas.

Tras su regreso se vinculó a la Universidad de Antioquia, de donde ha visto graduarse a todas las cohortes del recién creado programa de ingeniería ambiental, en su mayoría compuestas de mujeres. Cuando se fue a la Universidad de Chile para hacer su posdoctorado, de la mano de las también expertas Maisa Rojas y Carolina Vera, vio por primera vez la ciencia con los lentes del género.Fue Maisa Rojas quien, en octubre de 2017, le avisó sobre la convocatoria del IPCC. Carolina Vera, quien hace parte del buró del grupo, la postuló —ella nunca supo cómo postularse a través de las instituciones oficiales de Colombia— y el 2 de febrero del año pasado, Paola Andrea Arias recibió la buena noticia.

Hasta ahora ha estado en China y Canadá, reunida con los otros 200 científicos que hacen parte de su grupo, el primero de los tres que harán el cuarto informe del IPCC sobre cambio climático. Arias pertenece al equipo de 15 personas que está redactando el octavo capítulo del primer informe, sobre los cambios que ha sufrido el ciclo hidrológico a nivel global.“Aunque en el grupo me siento como aprendiz y estudiante, esta experiencia me ha servido para empoderarme de la palabra, desde mi posición de mujer latinoamericana. He sentido respeto de mis colegas y creo que eso puede motivar mucho a las estudiantes. Ha sido muy bacano ver cómo se acercan a felicitarme. Esto es como una fuente de motivación para todas”. (Acá: La ciencia también malinterpretó a las mujeres)

La ingeniera que compiló la información más completa sobre CO2 en el país

Clara Inés Pardo es una de las mujeres que ha estudiado con más detalle la eficiencia energética en Colombia y los países europeos. Casi dos décadas de su vida como investigadora las ha dedicado a la construcción de bases de datos, documentos gubernamentales, informes comparativos y otra veintena de estudios para saber cómo reducir el consumo de energía a la par que se reducen las emisiones de dióxido de carbono.

Entre sus colegas tiene fama de pila. Estudió ingeniera sanitaria y de alimentos e ingeniera ambiental en la Universidad de La Salle, luego una maestría en Administración en la Universidad Nacional y otra en Gestión del Medio Ambiente, y después un doctorado en economía,  la Universidad de Wuppertal (Alemania) y otro posdoctorado en Energía y Estudios Climáticos en el Royal Institute of Technology (Suecia).

Después de Suecia volvió a Colombia para estudiar cómo las emisiones de dióxido de carbono afectan o no el crecimiento de una industria, un departamento o un país, y sugiere cómo generar cambios para un desarrollo sostenible. ¿Cuánto y cómo puede reducir sus emisiones de carbono una industria, una empresa, o un país? Con la información que generó Clara Inés se puede calcular.

“Sumo las fuentes de energía y ahí se cuánto consume una industria. Así tu puedes decir: mire, el sector equis consume tantos terajulios por unidad, o por dólar, o por euro producido. En otros países el acceso a la información necesaria para estos cálculos es más fácil. Por eso siempre traté de hacer comparaciones entre los países de Europa y el mío. Cuando volví del posdoctorado, en 2012, empecé a investigar sobre eficiencia energética en Colombia, y me di cuenta de que no había mucha información”.

Según explica, en Colombia las comunicaciones de cambio climático no emiten datos de forma periódica. “Por eso empecé a construir mis bases de datos, por decirlo de alguna manera, para aumentar la periodicidad de los datos”. La ingeniera usaba varias fuentes de información: empezó con datos de la Unidad de Planificación Minero-Energética, pero dejaron de calcular datos a nivel departamental. Luego pasó al Sistema de Información de Servicios Públicos, donde hay datos sobre consumo y emisiones de CO2. Así fue construyendo la base de datos de emisiones de CO2 más completa del país.

Sus resultados han sido usados como insumo para análisis de emisiones de dióxido de carbono en el DNP e incluso en la Comisión Europea y las negociaciones de cambio climático.

Ya con eso entre manos, comenzó a comparar cómo era Colombia frente a los países que había conocido en materia de eficiencia energética y cambio climático. El trabajo es pionero en el país. “Empezamos a analizar a nivel de por ejemplo, la industria de la manufactura. Aquí usamos cuatro o cinco veces más energía para producir una unidad económica o un producto o servicio frente a países como Alemania o Suecia. ¿Por qué? Simple: la tecnología y las políticas públicas se concentran en eso desde hace años, contrario a lo que sucede acá. Allá protegen las industrias que son ambientalmente sostenibles con menos impuestos, acá no”.

La poca información que se puede recabar en Colombia sobre estos temas la organiza Clara Inés. “Mientras no haya información suficiente todos los resultados o acciones sobre cambio climático en el país van a ser tendencias o aproximados. Un gran reto para el país es generar esta información por ciudades y departamentos. Eso aún no existe y es urgente”, explica. “Con esa información por ejemplo nos dimos cuenta de que la industria manufacturera en Colombia podría reducir su consumo energético en un 41%, igual que sus reducciones de CO2, sin disminuir su producción. El problema es que hay una desconexión importante entre universidades, gobierno e industrias. Trato de organizar la información para que lo que arrojen los estudios sobre eficiencia energética en las empresas y la industrias deje de ser teórico”.

Como directora del Observatorio de Ciencia y Tecnología, puesto que ocupa actualmente, coordinó la Primera Encuesta Nacional de Percepción de Cambio Climático que nos permitió saber que la gran mayoría de los encuestados saben que el cambio climático está sucediendo, casi una parte igual piensa que las consecuencias se intensificarán en los próximos años, pero más de la mitad no sabe exactamente de qué trata el fenómeno.

¿Tiene en mente a otra cientìfica colombiana que la está rompiendo en su campo? Escríbanos a mrubiano@elespectador.com o hcalle@elespectador.com #ColombianasEnLaCiencia 

Por Helena Calle y Maria Paula Rubiano

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