El día que conocí un Saturno V, el cohete que envió el Apolo 11 a la Luna
Werner Von Braun y sus ingenieros de NASA fueron los encargados de construir una máquina capaz de transportar 47 toneladas de carga útil en su punta para que tres humanos alcanzaran la Luna y pudieran regresar con vida a la Tierra. Se llamó Saturno V y fue el medio de transporte de ida y vuelta del hombre para esta histórica misión espacial.
Alberto Benavides-Herrán*
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Para el 20 de julio de 1969, fecha en la que tres astronautas de la NASA llegaron a la Luna, yo tenía tres años y lo único que sabía de la Luna era que si yo corría ella me perseguía. Después en el colegio (años 70) me pregunté por primera vez como una persona subiría hasta la Luna y en qué vehículo se haría semejante viaje. La respuesta estaba en una de las maravillosas obras de Julio Verne, “De la Tierra a la Luna” (1865), con las aventuras de Barbicane, Nicholl y Ardan dentro de un proyectil disparado por un enorme cañón. Esta obra me despejó una duda pero me sembró otras muchas. (Lea: Así cambió el programa Apolo nuestras vidas)
Ya en la U (años 80) entendí la fuerza de la gravedad, el asunto del peso y de las órbitas y aquello de alcanzar 11.2 km/s para escapar de la atracción de la Tierra y entrar en rumbo de la Luna o cualquier cosa del Sistema Solar, pero esto no se puede hacer con un cañón, no si el proyectil lleva personas dentro. Se necesita una máquina monstruosa, un cohete, que pueda autopropulsarse controladamente y llevar los astronautas fuera del alcance de la gravedad terrestre. Aquí toca aclarar que los programas Mercury, Gemini y Apolo de la NASA y otros realizados por la extinta URSS no eran de la charla cotidiana de un estudiante universitario de los 80, antes del advenimiento de los PCs y de la internet. Los resultados de las misiones a la Luna, Venus y Marte, así como las fotografías obtenidas por las sondas Voyager, Pioneer y otras de los 70 y 80 nos llegaron muchos años después.
Revisando en mi memoria, fue en los primeros años de la Universidad donde realmente entendí el tema de los cohetes para llevar personas y cacharros y ponerlos en órbita tan lejos de la Tierra que ellos tomarían su rumbo a Marte y más allá. Pero el tema del cohete siempre fue un misterio, quién lo diseña, quién lo construye, dónde lo arman, quién lo conduce, quién le pone combustible, quién pone la plata. Años después, ya como profesor universitario con acceso a todo lo hay en la web y conversando con los que saben, entendí que los ingenieros de NASA coordinados por Werner von Braun en el Marshall Space Flight Center, en Alabama, concibieron primero los cohetes Redstone y Atlas para los proyectos Mercury y Gemini y finalmente desarrollaron para el programa Apolo un megacohete en tres etapas, el Saturno V, de 110 m de altura y 2900 toneladas que tuvo la potencia suficiente para llevar humanos hasta la Luna. Y digo llevar, porque traerlos es otra cosa.
El programa Apolo recogió la experiencia de los programas Mercury y Gemini y sus mejores astronautas. Von Braun y sus ingenieros de NASA construyeron un cohete capaz de transportar 47 toneladas de carga útil en su punta para que tres humanos alcancen la Luna y puedan regresar con vida a la Tierra. Debería aclarar que la aventura del Apolo además del cohete Saturno V es el diseño del traje, los mecanismos de supervivencia en el vuelo, la estancia fuera del Módulo Lunar (LM), las comunicaciones, etc. Saturno V es sólamente el medio de transporte de ida y vuelta.
El primer nivel del cohete (S-IC) es un cilindro de 42.6 m de largo y 10.0 m de diámetro, con cinco motores tipo F1 (Boeing, desarrollados por Rocketdyne) que consumen un tipo de queroseno refinado llamado RP1 y oxígeno líquido (LOx) como agente oxidante. Estos cinco motores F1, donde el central está fijo y los otros pueden dirigirse para lograr dirección, consumen el combustible a razón de 15 ton/s. Con el empuje de esta etapa, estimado en 33 millones de Newtons, el Saturno V alcanza unos 60 km. de altura y 2.5 km/s en unos 150 s.
Motores F1 (Rocketdyne) de la Primera Etapa del cohete Saturno V. Galería de Tesoros del Centro Apolo/Saturno V, Centro Espacial Kennedy, Cabo Cañaveral, Florida. Fotografía: Alberto Benavides.
Luego que se expulsa la primera etapa y su anillo, se enciende la segunda etapa (S-II), un cilindro de 25.0 m de largo y 10.0 m de diámetro que contiene 400 ton de oxígeno líquido y 75 ton de hidrógeno líquido (H2L) quemado por cinco motores tipo J2 (North American Aviation NAA) que proporcionan un empuje de 5 millones de Newtons. Cuando esta fase se consume los astronautas están a 185 km. de altura y se mueven a unos 6.8 km/s.
La etapa tres (S-IVB), es un cilindro de 19.0 m de largo por 7.0 m de diámetro y tiene un sólo motor J2 de 1 MN. Se utiliza durante 165 s para alcanzar unos 8.0 km/s y 187 km de altura. Después de unas comprobaciones de navegación y rumbo, se enciende de nuevo por 335 s acelerando la nave hasta 39800 km/h. Con este último aliento la punta del Saturno V, donde va la carga útil, habrá alcanzado la anhelada velocidad de 11.2 km/s, suficiente para escapar de la gravedad de la Tierra y dirigirse a la Luna.
Posteriormente ocurre una maniobra de transposición donde el Módulo de Comando se separa, gira 180°, se atraca contra el Módulo Lunar y lo extrae abandonando las cubiertas de la tercera etapa. Increíblemente, el Saturno V se construye con el único propósito de poner una ojiva hueca con tres personas, el Módulo de Servicio y el Módulo Lunar lejos de la influencia gravitacional del planeta Tierra. Toda esa masa, esos motores, esa tecnología, se destruyen, sólo retornará el habitáculo de la punta del cohete donde viven tres humanos por ocho días. La cápsula caerá al Océano Pacífico colgado de tres paracaídas.
Módulo de Comando y Módulo de Servicio del Saturno V. Galería de Tesoros del Centro Apolo/Saturno V, Centro Espacial Kennedy, Cabo Cañaveral, Florida. Fotografía: Alberto Benavides.
Seguramente se diseñaron para el programa Apolo de NASA cohetes muy distintos, pero el poderoso Saturno de von Braun en sus versiones IB y V, fueron las máquinas aprobadas. Funcionaron en las 17 misiones Apolo, (febrero de 1966 hasta diciembre de 1972) y las cuatro misiones del SkyLab llamadas Apolo-SL (entre mayo y noviembre de 1973).
Hay muchas cosas ciertas que sabemos de cohetes y de trajes espaciales por fotos y literatura pero conocer un Saturno V y un traje espacial debe ser la experiencia más maravillosa e inspiradora que un científico pueda vivir, creo, y me ocurrió en el verano de 2014, en mi primer viaje a Florida (USA). Rosalba y yo teníamos claro que el Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral era sitio obligado de visita y dentro del complejo, la sala-museo del Apolo/Saturno V.
El 24 de junio de 2014 hacia el mediodía estábamos allí, parados debajo de un Saturno V, completo pero seccionado por etapas, totalmente restaurado, con los estandartes de cada una de las misiones Apolo en el techo. Estábamos viendo uno de los tres Saturno V que quedan en el mundo y ciertamente es una experiencia maravillosa e inspiradora. Al otro lado de la sala, en la Galería de Tesoros del Apolo, me encontré de frente con el traje espacial usado por Alan Shepard, el comandante del Apolo XIV. Es alucinante, conserva polvo lunar en sus botas. A continuación se encuentra también la sala donde se expone el Módulo de Comando “Kitty Hawk” del Apolo XIV lanzado el 31 de enero de 1971 y que transportó a Shepard, Roosa y Mitchell por 216 horas de misión.
Réplica del Módulo Lunar. Galería de Tesoros del Centro Apolo/Saturno V, Centro Espacial Kennedy, Cabo Cañaveral, Florida. Fotografía: Alberto Benavides.
Aquí, en esta sala de tesoros del programa Apolo con sus máximos desarrollos, el poderoso cohete Saturno V de un lado, y un traje espacial usado con regolito lunar en las botas por otro, hicieron click en mi memoria y en mi corazón. Se ensamblaron miles de pedazos que comencé a guardar desde que leí a Julio Verne. La realidad y la expectativa se hacían una delante de mis ojos, el profesor de física y el niño que tenía olvidado por fin se encontraron para celebrar la magnífica experiencia de estar frente al anhelado, al estudiado, pero nunca bien imaginado gigante; la máquina más poderosa desarrollada por humanos.
*Docente Pontificia Universidad Javeriana Cali