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El esfuerzo por crear el atlas más completo de los microorganismos de la vagina

A partir de un proyecto que surgió en 2020 en Bélgica, un grupo de científicos quiere crear el atlas más completo de la vagina, estudiando con detalle los microorganismos que habitan allí y su función en la salud de las mujeres. Factores como la geografía, la dieta, el estilo de vida y los hábitos de higiene tienen un rol clave. ¿Cómo planean lograrlo?

Paula Casas Mogollón y Luisa Fernanda Orozco

23 de febrero de 2025 - 09:00 p. m.
En la vagina hay millones de bacterias. Algunas pueden provocar enfermedades y otras protegen de infecciones.
Foto: Getty Images
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En los últimos años, los científicos se han dado a la tarea de elaborar el atlas más completo de las células humanas, del cerebro e incluso del intestino. Sin embargo, la vagina continúa siendo uno de los órganos más inexplorados, específicamente la microbiota vaginal, que son los diversos microorganismos, como bacterias, virus y hongos, que están allí y cumplen una función determinante en la salud de las mujeres.

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A lo largo de los años, se han publicado varios estudios al respecto, pero, ahora, un grupo de científicos de todo el mundo quiere hacer la investigación más completa de la microbiota vaginal. ¿Cómo planean hacerlo? ¿Qué preguntas quieren resolver?

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Una de las investigadoras principales detrás de este esfuerzo es la doctora Sandra Condori, doctora del Departamento de Ingeniería de Biociencias de la Universidad de Amberes (Bélgica). Ella explica a El Espectador que en la vagina habitan millones de bacterias. Algunas de ellas, dice, pueden provocar enfermedades, mientras que otras protegen a las mujeres de las infecciones en el tracto urinario o de infecciones de transmisión sexual (ITS). Estos microorganismos, además, podrían jugar un rol importante en la fertilidad y los embarazos saludables, pero, como advierte Condori, aún hay un camino largo por recorrer y faltan piezas por investigar y reconstruir.

Uno de los primeros esfuerzos por recopilar y completar la mayor cantidad de datos posibles de este ecosistema se llevó a cabo en 2019, cuando se creó Isala, un proyecto de ciencia ciudadana, encabezado por la microbióloga Sarah Lebeer, de la Universidad de Amberes, en Bélgica. Esta iniciativa comenzó analizando las microbiotas vaginales de 3.345 mujeres belgas entre los 18 y 98 años. Para ello, anota Condori, usaron la ciencia ciudadana, “donde se involucraran mujeres sanas en un contexto que no fuera clínico”. Es decir, las mujeres eran las encargadas de tomar sus muestras, lo que, además, permitió “romper tabúes al hablar de la salud vaginal”.

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Condori cuenta que, durante más de un siglo, los científicos creían que cuando hablábamos de una vagina saludable se hacía referencia a un ecosistema simple, dominado por bacterias en forma de bastón, conocidas como lactobacilos (Lactobacillus). Estas bacterias, añade Gabriel Vinderola, doctor en Química de la Universidad Nacional del Litoral (Argentina), son importantes en la vagina porque producen ácido láctico y, al acidificar el contenido vaginal, evitan las infecciones. También son fundamentales porque son “el primer baño bacteriano que tienen los bebés al nacer cuando lo hacen por parto vaginal. Esos lactobacilos van a ingresar al intestino del bebé y son los que empiezan a preparar su microbiota intestinal”.

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Pero los investigadores admiten que todavía hay muchos vacíos por llenar. Por ejemplo, una infección común en las mujeres es la vaginosis bacteriana (BV), que ocurre cuando hay un desequilibrio en la flora vaginal, o sea, cuando microorganismos dañinos se multiplican mucho más rápido que las células buenas. Para confirmar que una mujer tiene BV, se toma una muestra para ver si tiene lactobacilos. “La duda que tenemos es que hay mujeres que tienen vaginosis bacteriana y no presentan ningún tipo de síntoma. Algunas de ellas tampoco tienen lactobacilos y eso está mal; no obstante, aún no entendemos por qué se presenta esa ausencia”, afirma Condori.

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Incluso, en palabras de la investigadora, todavía se está estudiando el rol que pueden tener esas bacterias en el estado emocional de las mujeres, de la misma forma que ya se ha comprobado cómo las bacterias en el intestino están conectadas con el cerebro. “Hay moléculas que se producen e influyen en ciertos estados de ánimo, como depresión y ansiedad. Todavía falta investigar esos roles para las bacterias vaginales”, continúa Condori.

Este proyecto se centró únicamente en Bélgica y el equipo de investigadores se dio cuenta de que era esencial diversificar datos de las mujeres y no quedarse únicamente con el muestreo de un país del primer mundo, asegura la especialista italiana. “Encontramos que no había nada de información en Suramérica y que había muy pocos estudios en África. O sea que hay un montón de investigaciones, pero en países del primer mundo”, añade y aclara que ese fue el punto de partida para darse a la tarea de elaborar el mapa más completo de la vagina y la microbiota vaginal.

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¿Por qué es importante incluir muestras de mujeres de diferentes países? Condori lo explica en términos sencillos: “Porque los factores como la geografía, su dieta, horas de sueño, actividad física, higiene vaginal y salud reproductiva tienen influencia en la microbiota vaginal”. Por eso, desde 2020, los científicos que hacen parte de Isala han buscado tener contacto con investigadores de diferentes países para que ellos repliquen en sus territorios el estudio que se llevó a cabo en Bélgica. Perú, Suiza, Camerún, Nigeria, España, Estados Unidos, Hawái, Argentina y Polonia son algunos de los que se han sumado a la investigación. Además, hay planes en desarrollo para expandir la investigación a Sudáfrica, Marruecos, Venezuela, Puerto Rico, Singapur, Ghana, Canadá, India, Kenia, Uganda, Reino Unido, Etiopía, Chile y Uruguay. La idea, explica Condori, es que lleven a cabo la misma iniciativa con un determinado número de mujeres, y que ellas sean quienes se tomen las muestras para luego analizarlas.

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En su momento, durante la investigación pionera de Isala, las participantes no solo tomaron sus propias muestras, sino que también respondieron un cuestionario con más de 100 preguntas que incluían el tipo de producto menstrual que usaban. Vinderola, de Argentina, explica que ese mismo cuestionario se está haciendo en los otros países para saber qué determina que haya más diversidad de bacterias. En Argentina, por ejemplo, el objetivo es focalizarse en el consumo de carnes rojas porque, al parecer, habría una relación entre su consumo excesivo y el desequilibrio de la microbiota vaginal.

Una tarea no tan sencilla

Por ahora, lo que está haciendo el equipo de Bélgica es incluir, al menos, cien participantes por región. En algunos, como Hawái, España y Camerún ya se están tomando las muestras. Sin embargo, otras naciones, por falta de financiamiento, no han logrado comenzar, pues algunos investigadores que quieren ser parte del proyecto no pueden pagar salarios o materiales para sumarse a esta tarea. Otro de los retos está en que, al responder el cuestionario, las mujeres sienten pudor de contar cuáles son sus prácticas vaginales. “O también puede ocurrir que las tradiciones de algunas culturas sean contraproducentes con la propia salud. En África, nos ha llegado información de que algunas mujeres se aplican jugo de naranja para acidificar la vagina, pero en realidad la están irritando. También, algunas se insertan tabaco porque creen que así van a aumentar el placer sexual de sus parejas, cosa que también es falsa”, explica Condori, quien plantea que este tipo de prácticas tradicionales se deben analizar con mucha atención, pues otras sí pueden resultar beneficiosas, incluso la ingesta de hierbas con propiedades calmantes y desinflamatorias que ayudan con los dolores y la hinchazón menstrual. Por eso, en su opinión, este cuestionario “debe mirarse con bastante detenimiento, para no caer tampoco en el prejuicio”.

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Para Vinderola, el gran interrogante sobre la microbiota vaginal se centra en entender su composición. En sus palabras, aunque principalmente se conoce qué bacterias la habitan, se sabe poco de los virus que la infectan, y mucho menos del rol de otros microorganismos que interactúan con todo el ecosistema; “sin embargo, todavía no tenemos demasiada información para comparar entre los países. Nos hace falta mucho por investigar”, conluye Condori.

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Por Luisa Fernanda Orozco

Periodista de la Universidad de Antioquia.@luisaorvallorozco@elespectador.com
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