Escudo Guayanés: un viaje para estudiar las rocas más antiguas de Colombia

Un grupo de cinco geólogos tuvo la misión llegar hasta Inírida, en Guainía, para analizar los minerales que se encuentran en rocas de hace 1.800 millones de años. Así fue la expedición para actualizar el mapa geológico del país, que realiza el Servicio Geológico Colombiano.

Lisbeth Fog Corradine
17 de enero de 2022 - 02:00 a. m.
Cerros de Mavecure, Pajarito y El Mono a orillas del río Inírida.  / Cortesía: Servicio Geológico Colombiano.
Cerros de Mavecure, Pajarito y El Mono a orillas del río Inírida. / Cortesía: Servicio Geológico Colombiano.

“Esta es la cuna geológica de Colombia”, dice la geocientífica María Paula Marroquín, parada sobre una roca de hace 1.810 millones de años en el cerro Berrocal, a veinte minutos en carro desde Inírida, la capital del departamento del Guainía. En este y otros sitios del gran Escudo Guayanés, oriente colombiano, es donde los geólogos han encontrado las rocas más antiguas que empezaron a construir lo que hoy es Colombia.

Hasta Inírida, rastreando las huellas del primer asomo de ‘tierra firme’ en nuestro territorio, llegaron cinco geólogos encargados de la actualización periódica del mapa geológico de Colombia que realiza el Servicio Geológico Colombiano (SGC). Y se sorprendieron porque pudieron ver —con la infaltable lupa que cargan en sus bolsillos— lo que han leído en artículos científicos: dónde y cómo nace Colombia. (Puede leer: Portada de revista “Nature”, a cargo de un astrofísico colombiano)

Y sí, es la cuna porque al mecerse las rocas de un lado a otro, por procesos tectónicos —de movimiento de la tierra—, y magmáticos —evidencia de rocas que se formaron por el enfriamiento del magma en el interior de la Tierra—, fueron armando el territorio que data del Proterozoico (edades entre los 2.500 y 541 millones de años).

Eran tiempos de mucho calor, poco oxígeno y continentes flotantes que chocaban unos con otros. Los geólogos han llegado al norte del cratón amazónico. “Un cratón es la porción más antigua de un continente y guarda los archivos de cómo se formó nuestro planeta”, continúa Marroquín; “el cratón amazónico está conformado por dos escudos emergidos que se dividen por la cuenca del río Amazonas: en la parte sur el Escudo de Brasil y en la parte norte, el Escudo Guayanés”.

Sobresalen en esta zona cerros oscuros, desnudos, enigmáticos e imponentes como Mavecure, Pajarito y El Mono, a orillas del río Inírida. “Estamos sobre rocas ígneas plutónicas de 1.500 millones de años que se formaron por estiramiento y adelgazamiento de la corteza terrestre”, explica el geólogo Jorge Gómez Tapias, coordinador del grupo Mapa Geológico de Colombia, en la cima del Mavecure. Hasta allí escalaron por lisas rocas en unos tramos y por empinadas escaleras construidas con troncos de madera por los indígenas puinaves y curripacos. “Estas rocas se formaron a gran profundidad y ahora las tenemos en superficie por procesos tectónicos posteriores”.

Lo que pasa, complementa la ingeniera geóloga Melissa Lasso, es que “ocurrieron fenómenos de choque de continentes, lo que generó una gran fuerza y presión para lograr que estas rocas que estaban en el subsuelo ascendieran y las podamos ver hoy en nuestro paisaje”. A pesar de ser enormes, “lo que hoy podemos ver son solo pequeños fragmentos de esos escudos muy antiguos que han logrado resistir a todos los procesos de tectónica y erosión ocurridos durante millones de años”, remata. Imagine los movimientos que produce su lavadora de ropa, donde lo que puso en el fondo llega a la superficie luego de varios minutos; la diferencia es la escala de tiempo. Hoy no es ni la sombra de lo que ha sido en toda su evolución. (También puede leer: Hallan en Colombia nuevas pistas de las tortugas más grandes que hubo en la Tierra)

¿Cómo se sabe la edad de las rocas?

Es necesario echar mano de la tabla periódica de los elementos para entender sobre geocronología, el estudio de la edad de las rocas. “Las primeras investigaciones se hicieron a comienzos de la década de los 60 por los métodos potasio-argón y rubidio-estroncio”, explica Marroquín. A finales del siglo XX la geología encontró métodos de mayor precisión “como es el uranio-plomo en circón”. El circón es el mineral más antiguo conocido en nuestro planeta. Este método se realiza en el laboratorio, adonde los geólogos llevan las muestras de roca que han obtenido en sus salidas de campo. “Después de varios procesos obtenemos el circón, un mineral muy pequeño que nos sirve como el reloj de las rocas”, continúa Marroquín.

Todo empieza justamente en las salidas de campo en las que, provistos con porra, martillo, cincel, brújula, GPS, pequeños cartones con ejemplos de texturas y colores para comparar con las rocas que se encuentran a su paso, botas con buen agarre y muchos botilitos de agua, inician sus recorridos. Caminan con la mirada clavada en el suelo. Así empiezan a identificar diferentes formaciones en las rocas. “Aquí se ven muy bien los minerales”, dice Gómez, cuando empiezan a ascender por el cerro Mavecure. “Vemos unas plagioclasas de cinco centímetros, poco comunes en los Andes, muy propias del Escudo Guayanés”. Son como incrustaciones cristalinas y rosadas en rocas oscuras. Lo que más han encontrado en esta salida son feldespatos, un grupo de minerales que incluyen los potásicos, —generalmente rosados— y las plagioclasas.

En caño Conejo, en plena ciudad de Inírida, un lote cerca de la planta de tratamiento de agua potable exhibe una gran roca oscura en la que, a medida que uno camina, se topa con líneas blancas gruesas y delgadas que la cruzan en diferentes direcciones, como si fuera una obra de arte abstracta. Esas líneas cuentan cómo magmas diferentes se metieron en la roca. “Un fluido caliente entra como unos dedos que van abriendo espacio entre las rocas por donde es más débil. La presión fue rompiendo la roca por donde fue entrando el líquido”, explica Gómez. (Puede interesarle: Yo estuve en la medición que desafía a la física moderna)

Y sobre el río Inírida, a la altura del raudal Zamuro, toman muestras de roca que luego ven con sus lupas para identificar los minerales que la componen. “Esta es una lupa que utilizamos los geólogos para detallar el mineral, ver su textura y su composición, a partir de propiedades como el color y la forma”, dice la geóloga Daniela Mateus. También describen el tamaño. Luego, en el laboratorio, cortan la roca para sacar “una sección delgada, una lámina muy muy delgada, casi traslucida de la roca, para verla en el microscopio y estimar mejor estos porcentajes de minerales que hemos establecido en campo”. Esa información les permite clasificar la roca, “lo que nos ayuda a identificar cómo se formó”, remata Mateus. La química es la clave.

La estrella fluvial de Inírida

… de Oriente, o de Humboldt, se le llama de esas tres formas. Hasta allí llegaron los cinco geólogos en busca de más pistas de cómo se empezó a formar el territorio colombiano. Lograron tomar muestras de una isla de roca en plena estrella fluvial de Inírida, donde se juntan los ríos Atabapo, Orinoco y el Guaviare, que unos kilómetros atrás recogió las aguas del Inírida. Fue un día en lancha, surcando las aguas del río Guaviare y Atabapo, una hora contemplando a mano derecha el departamento del Guainía y a la izquierda el Vichada, que huele a vaca y a cultivos. Al encontrarse con los brazos de los tres ríos que fortalecen el caudal del gran Orinoco —límite entre Colombia y Venezuela—, lanzan un dron piloteado por Karime Escobar, ingeniera topográfica y máster en Tecnologías de la Información Geográfica, para capturar fotografías aéreas útiles para el registro de las unidades de roca de la zona.

Cada río se caracteriza por el color de sus aguas: el Guaviare es café, con muchos sedimentos, mientras que el Atabapo, luce aguas rojizas, debido a los ácidos orgánicos producto de la descomposición de la vegetación que crece en sus orillas. Los geólogos pudieron determinar que esta diferencia en los ríos depende también de la geología: de los sedimentos y minerales que arrastran depende la fertilidad de las tierras alrededor de algunos ríos.

El regreso les ofrece un imponente atardecer desde el Vichada. La misión está cumplida, pero faltarán los resultados de laboratorio que se realizarán en Australia y Colombia, y muchas más salidas de campo para continuar armando el rompecabezas del origen del territorio colombiano, entender cómo se formó y ha evolucionado. A eso se dedican los geólogos, como detectives del pasado.

Por Lisbeth Fog Corradine

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