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En 2012, un grupo de arqueólogos descubrió los restos de una antigua ciudad china, nombrada Shimao, y desde entonces, no han dejado de sorprenderse. Es uno de los asentamientos prehistóricos más grandes y sorprendentes hallados en ese país. Construida hace más de 4.000 años, abarca unas 4 km², estaba protegida por murallas de piedra y contaba con barrios interiores y exteriores, algo excepcional para la época. Su tamaño y organización muestran rasgos típicos de las primeras sociedades estatales: producción artesanal especializada, clases sociales marcadas y práctica de sacrificios humanos.
Uno de los hallazgos más importantes es que, bajo la Puerta Este, se encontraron más de 80 cráneos humanos, evidencia de rituales de sacrificio vinculados al poder político de las élites. Los investigadores han identificado dos grandes cementerios: uno en el centro de la ciudad, reservado para la clase dominante, y otro para la élite, ubicado dentro del recinto interior. Además, las tumbas están organizadas en cuatro o cinco niveles, que reflejan una sociedad con una jerarquía rígida. Para entender quiénes eran y cómo vivían los habitantes de Shimao, un grupo de científicos reunió uno de los estudios genéticos más grandes realizados en Asia oriental sobre poblaciones antiguas. Analizaron 169 individuos de Shimao y asentamientos vecinos, cubriendo desde el Neolítico medio hasta la Edad del Bronce. (Puede ver: ¿Qué significa que el volcán Puracé esté ahora en Alerta Naranja?)
Este muestreo les permitió reconstruir árboles genealógicos completos, es decir, cómo estaban emparentadas las personas enterradas allí, y conocer cosas como: patrones de parentesco, si la sociedad era patrilineal (centrada en la línea masculina) o matrilineal, y movilidad y mezclas poblacionales, es decir, cuánta gente llegaba desde otras regiones.
Los datos revelan que la población de Shimao surgió a partir de una misma raíz ancestral, con una continuidad genética que se extendió durante más de un milenio. Los investigadores confirmaron que las élites agropastorales de la meseta de Loess y la región de Ordos fueron quienes fundaron Shimao, un punto estratégico que actuó como corredor entre grupos agrícolas del sur y poblaciones pastoriles del norte. Aunque la ciudad mantuvo una identidad genética estable, también registró influencias periódicas provenientes de grupos del interior del norte de Asia oriental, especialmente de la región de Yumin, lo que sugiere contactos prolongados sin que ello modificara la ascendencia dominante.
Los análisis mostraron que Shimao estuvo conectada a largas redes de intercambio con regiones distantes (incluida la costa de Shandong o zonas de la estepa euroasiática), pero esos vínculos no dejaron huella genética. Los objetos exóticos hallados allí, como tallas antropomórficas, placas de hueso de caimán o finas piezas de jade, habrían llegado más por comercio que por migraciones. El estudio también encontró señales de ascendencias lejanas, provenientes del sur del continente chino y posiblemente incluso de poblaciones costeras de Fujian o Taiwán, asociadas a la expansión del cultivo del arroz hacia el norte. Sin embargo, aún no está claro si ese flujo vino directamente desde la costa o si fue mediado por grupos intermedios como las poblaciones de la cultura Longshan.
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El extenso registro funerario de Shimao (tumbas de élites, entierros comunes y fosas de sacrificio) permitió a los investigadores reconstruir piezas fundamentales de su vida social. Los análisis genéticos revelan una organización claramente patrilineal: la pertenencia al linaje masculino marcaba el acceso al poder, la herencia y el estatus.
Sin embargo, la presencia de mujeres de alto rango indica que el género no era un límite rígido para alcanzar posiciones elevadas dentro de la estructura social.
Un hallazgo clave es que los individuos sacrificados no estaban emparentados con las élites enterradas en las tumbas principales, lo que sugiere que los rituales mortuorios estaban fuertemente marcados por el estatus y no por vínculos familiares. El estudio describe a Shimao como una sociedad compleja, jerárquica y bien organizada, donde el parentesco estructuraba la vida diaria, el poder político y los rituales mortuorios. Sus redes de comercio, su estabilidad genética y la ausencia de endogamia significativa pintan el retrato de un centro urbano sofisticado, articulado en torno a linajes patrilineales y a una integración paulatina de influencias externas, tanto culturales como agrícolas.
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