Las mariposas que se perdieron en El Bogotazo
El 9 de abril de 1948 la colección de mariposas del Hermano Apolinar María, que hacía parte del Museo de La Salle, se perdió en los incendios. Con ella se extravió un pedazo de la historia entomológica de Colombia y miles de especies de mariposas.
A finales del siglo XIX llegó a Colombia un grupo de órdenes religiosas para aportar a la educación en el país, como los Hermanos Cristianos de la Congregación de Juan Bautista de la Salle. Muchos de ellos eran científicos, matemáticos e investigadores que venían a producir conocimiento. En 1904 arribó uno de ellos, Nicolás Seiler o el Hermano Apolinar María como decidió llamarse en su vocación religiosa, y quien se convertiría en 1910 en el fundador de uno de los museos de ciencias naturales más grandes del siglo pasado en América.
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Durante su recorrido científico en el país, el Hermano Apolinar se dedicó a producir conocimiento en temas de botánica, geología, minería y, sorprendemente, de mariposas. La afición por la ciencia lo llevó a fundar el Museo de Ciencias Naturales del Instituto de La Salle, el más grande del continente en esa época, según la Sociedad Colombiana de Entomología (Socolen). De hecho, en menos de diez años, para 1913, este científico colectó y depositó más de 20 mil insectos en esta colección biológica. Casi nueve mil, la mayoría, eran mariposas o lepidópteros, explica el Hermano Daniel González en una publicación que hizo sobre el Hermano Apolinar: El hombre que entendió el lenguaje de las mariposas.
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Según el Hermano González, tan solo veinte años después, el Museo ya tenía más de 17 mil lepidópteros y 37 mil insectos. En una de sus expediciones el Hermano Apolinar colectó una serie de mariposas particulares, dice González, como la Pedaliodes tomentosa Weym, Thecla loxutina, Catasticta semiramis y Colias difiriera, además de un par de especies nuevas y la descripción de los huevos, las larvas y las plantas de otras. Por su gran trabajo al Hermano Apolinar lo condecoraron con la Legión de Honor del Gobierno de Francia y La Cruz de Boyacá del Gobierno de Colombia.
La pérdida de unas mariposas muy particulares
En el departamento de Cundinamarca el Hermano Apolinar se convirtió en un referente en cuanto a mariposas endémicas. Por ejemplo, en el año 1924 descubrió para la ciencia la especie Lymanopoda viventieni, un insecto de distribución restringida a los páramos de Guasca, Villapinzón y el del Parque Nacional Natural Chingaza. Además, también colectó por primera vez otras dos especies muy bogotanas, la Ladda mars y la Psoralis gota.
Estas tres especies son endémicas en Colombia, es decir, son únicas en el mundo y habitan zonas restringidas en el país. De las dos que descubrió el Padre Apolinar en Bogotá y sus alrededores solo existen dos ejemplares en el Museo de Historia Natural de Londres. El resto de la información que pudo existir sobre ellas desapareció con la destrucción del Museo de La Salle en El Bogotazo, así como las otras miles de especies y conocimiento que había almacenado el científico durante años en el Museo.
(Lea El experto que ha fotografiado 2.800 de las 3.700 especies de mariposas del país)
Los dos ejemplares que se pudieron incluir en el libro Mariposas endémicas de Colombia, que recientemente se publicó en el país, fue gracias a que el Hermano Apolinar las envió a Inglaterra en 1918. Este documento reveló que en Colombia habitan 192 especies endémicas y se trata de la primera lista y guía de identificación de mariposas raras, poco comunes y especializadas que viven en lugares aislados y reducidos en el país.
En el caso de las mariposas del Hermano Apolinar aún quedan muchas preguntas por resolver e información que jamás se podrá recuperar. De las tres que son endémicas del departamento de Cundinamarca, una permanece perdida desde entonces, la Psoralis gota.
A finales del siglo XIX llegó a Colombia un grupo de órdenes religiosas para aportar a la educación en el país, como los Hermanos Cristianos de la Congregación de Juan Bautista de la Salle. Muchos de ellos eran científicos, matemáticos e investigadores que venían a producir conocimiento. En 1904 arribó uno de ellos, Nicolás Seiler o el Hermano Apolinar María como decidió llamarse en su vocación religiosa, y quien se convertiría en 1910 en el fundador de uno de los museos de ciencias naturales más grandes del siglo pasado en América.
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