Nos enseñan en el colegio que el cuerpo tiene cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto. Y sabemos que nos permiten percibir y entender el mundo que nos rodea: la vista nos ayuda a captar la luz y los colores, el oído nos permite escuchar sonidos, el olfato identifica olores, el gusto discrimina sabores, y el tacto informa sobre texturas, temperaturas y presiones. Pero desde hace algunos años, los científicos están seguros de que hay un sexto sentido, oculto a nuestra conciencia y tan importante como, o incluso más que, los cinco tradicionales. (Puede ver: Medellín prohíbe cigarrillos electrónicos)
Los investigadores lo llaman "interocepción": un proceso mediante el cual el sistema nervioso recibe e interpreta de manera continua señales internas del cuerpo para mantener las funciones vitales en equilibrio. En otras palabras, es la capacidad de sentir lo que ocurre dentro de nosotros: cuándo el corazón late más rápido, cuándo tenemos hambre o sed, cuándo necesitamos respirar profundamente o incluso cuándo algo no funciona bien.
Este “sexto sentido” ayudaría al cuerpo a regular la temperatura, la digestión, la respiración, la presión arterial y muchas otras funciones que parecen “automáticas”, además de influir en las emociones y en cómo percibimos el bienestar o el malestar. En octubre pasado, un equipo colaborativo de Scripps Research, un destacado centro de investigación biomédica, y del Instituto Allen, especializado en neurociencia y biología celular, recibió el Premio de Investigación Transformadora del Director de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH). Este reconocimiento (que incluye 14,2 millones de dólares), otorgado a investigaciones innovadoras de alto impacto, se entregó para la creación del primer atlas del sistema sensorial interno, un mapa detallado que mostrará cómo el cuerpo percibe y procesa las señales internas que forman nuestro “sexto sentido”.
“Mi equipo se siente honrado de que el NIH apoye el tipo de ciencia colaborativa necesaria para estudiar un sistema tan complejo”, dijo el neurocientífico ganador del Premio Nobel de Fisiología o Medicina 2021, Ardem Patapoutian, quien dirigirá el proyecto junto con Li Ye, titular de la Cátedra N. Paul Whittier de Química y Biología Química en Scripps Research, y Bosiljka Tasic, directora de Genética Molecular en el Instituto Allen. Patapoutian utilizará el premio del NIH con su equipo para decodificar la interocepción. “Esperamos que nuestros resultados ayuden a otros científicos a plantear nuevas preguntas sobre cómo los órganos internos y el sistema nervioso se mantienen sincronizados”, añadió Ye.
A diferencia de los sentidos clásicos, como el olfato, la vista y el oído, que dependen de órganos sensoriales externos especializados, se cree que la interocepción funciona a través de una red de vías neuronales que monitorean funciones internas como la circulación, la digestión y la actividad inmunitaria del cuerpo. Como estas señales provienen de lo profundo del cuerpo y a menudo se procesan fuera de la consciencia, la interocepción suele describirse como el “sexto sentido oculto”. A pesar de su relevancia, ha sido históricamente poco estudiada debido a su complejidad: las señales de los órganos internos se propagan de manera extensa, se superponen y son difíciles de aislar y medir. Las neuronas sensoriales que transmiten estos mensajes recorren tejidos desde el corazón y los pulmones hasta el estómago y los riñones, sin límites anatómicos muy claros.
Con el apoyo de los NIH, el equipo trazará entonces un mapa de cómo las neuronas sensoriales se conectan con una amplia gama de órganos internos, incluyendo el corazón y el tracto gastrointestinal. Con sus hallazgos, los investigadores buscan crear un atlas completo que catalogue anatómica y molecularmente estas vías neuronales.
El proyecto tiene dos enfoques complementarios para estudiar la interocepción. Primero, en la parte anatómica, los investigadores marcarán las neuronas sensoriales y usarán técnicas de imágenes de cuerpo entero para seguir su recorrido desde la médula espinal hasta distintos órganos. Esto permitirá crear un mapa tridimensional que muestre con detalle las rutas de estas neuronas y cómo se ramifican en el cuerpo. En la parte molecular, el equipo analizará los genes de estas neuronas para identificar los diferentes tipos celulares. Por ejemplo, podrán distinguir cómo son las neuronas que envían señales desde el intestino frente a las que están conectadas a la vejiga o al tejido adiposo. Al combinar estos dos conjuntos de información (anatómica y molecular) se obtendrá el primer marco estandarizado para mapear el “cableado” sensorial interno del cuerpo.
Decodificar la interocepción no solo servirá para entender cómo el cuerpo y el cerebro se comunican, sino que los científicos también creen que podría abrir nuevas vías para tratar enfermedades. La alteración de estas rutas sensoriales internas se ha relacionado con problemas de salud muy variados, desde trastornos autoinmunes y dolor crónico, hasta neurodegeneración e hipertensión. “La interocepción es fundamental para casi todos los aspectos de la salud, pero sigue siendo una frontera poco explorada de la neurociencia”, afirma Jin, becario Freeman Hrabowski del Instituto Médico Howard Hughes.
“Al crear el primer atlas de este sistema, buscamos sentar las bases para comprender mejor cómo el cerebro mantiene el equilibrio del cuerpo, cómo este equilibrio puede verse alterado por las enfermedades y cómo podemos restaurarlo”.
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