Todos sabemos que la leche materna cumple funciones muy importantes para la salud de los bebés, pero quizá no sabemos por qué. La clave está en unos carbohidratos que se llaman oligosacáridos de la leche, abreviados como MO (por sus siglas en inglés “milk oligosaccharides”). Estos MO tienen varias funciones: actúan como señuelos que evitan que bacterias y virus se adhieran a las células del intestino del recién nacido, protegiéndolo de infecciones; y seleccionan y nutren bacterias beneficiosas, entre otras cosas.
Cada MO tiene una “forma” o estructura distinta. Hasta ahora, los científicos han encontrado más de 650 tipos diferentes de MO en la leche de todos los mamíferos. Esto incluye no solo a los humanos, sino a vacas, ratones y otros. Pero, por supuesto, la leche de las madres humanas ha sido mucho más estudiada que la de otros animales, y se han encontrado más de 200 estructuras únicas solo en ella. Una razón para nuestra falta de conocimiento en los MO de la leche de otros animales no humanos es que es difícil conseguir muestras de leche de muchas especies de mamíferos salvajes.
Aunque vacas, cabras y ovejas son fáciles de estudiar porque están cerca de los humanos, su leche tiene muchos menos MO que la leche de sus parientes salvajes. Esto hace que sea más difícil descubrir nuevos MO si solo se estudian animales domesticados. El vacío esta en que los MO no son solo importantes en humanos. En muchos mamíferos, ayudan a mantener la salud intestinal y a desarrollar un microbioma saludable, igual que en los bebés humanos. (Puede ver: Intolerancia: ¿cómo sortear ciudades que nos llevan al límite?)
Los mamíferos marinos representan una de las fronteras menos exploradas en este tema. Los científicos creen que su evolución y vida en entornos extremos, con alta exposición a patógenos, probablemente han impulsado la aparición de MO especializados con funciones protectoras y de desarrollo muy potentes. Sin embargo, estos animales son difíciles de estudiar. Entre los mamíferos marinos, las focas destacan como un grupo prometedor. Se sabe que su leche no depende de los carbohidratos como fuente principal de energía, lo que significa que contiene una alta proporción de oligosacáridos respecto a lactosa.
Una nueva investigación publicada en Nature revela que la leche de la foca gris del Atlántico (Halichoerus grypus) contiene una riqueza “extraordinaria” de MO. Los hallazgos sugieren que los mamíferos marinos, con su evolución y entornos extremos, han desarrollado MO altamente especializados, mucho más variados y funcionales de lo que se había documentado hasta ahora. Los investigadores analizaron muestras de cinco focas en cuatro momentos distintos del período de lactancia, obteniendo un total de 20 muestras. Esto permitió, dicen, cubrir prácticamente toda la lactancia, que dura alrededor de 17 días en esta especie, ofreciendo un panorama completo de cómo cambian los MO a lo largo del tiempo. (Vea: Los científicos quieren mapear el “sexto sentido oculto” del cuerpo)
Gracias a esto, los científicos pudieron identificar 332 oligosacáridos únicos, de los cuales caracterizaron estructuralmente 240. Este nivel de detalle convierte a H. grypus en la segunda especie con más MO caracterizados, solo detrás de los humanos. Aproximadamente la mitad de los MO detectados eran fucosilados y no sialilados, mientras que otro 40% presentaba fucosilación y sialilación combinadas. Esto significa que la mayoría de los oligosacáridos de la leche de la foca gris están decorados con “azúcares especiales” que les dan funciones biológicas muy precisas. Este patrón, dice el estudio, es más parecido a la leche humana que a la de mamíferos domésticos como vacas o cabras.
Uno de los hallazgos más interesantes fue que la leche de la foca gris contiene oligosacáridos (MO) gigantes, algunos formados por hasta 28 azúcares unidos. Para comparar: los MO humanos más grandes conocidos tienen unos 18. Cuando un MO es muy grande y ramificado, puede mostrar muchas “superficies” o “puntos de contacto” al mismo tiempo. Eso puede volverlo muy eficaz para actuar como señuelo para patógenos (virus y bacterias se pegan a estos azúcares en vez de pegarse al intestino del cachorro); y enviar señales al sistema inmune, ayudando a regularlo o activarlo cuando hace falta.
Todo esto, se lee en la investigación, refuerza la idea de que la leche de Halichoerus grypus no es solo un alimento nutritivo, sino un sistema de defensa bioquímica altamente sofisticado, diseñado para proteger a las crías en un entorno duro y lleno de riesgos. Los científicos creen que estos hallazgos podrían ayudarnos a entender mejor cómo funcionan los MO en otras especies —incluidos los humanos— y qué papel juegan en la salud intestinal, la inmunidad temprana y la protección frente a infecciones.
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